Narices dilatadas

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La pregunta del billón

Defensa del billón y diatriba en contra del millardo. Por qué es mejor copiar el término gringo para hablar de mil millones que hacerle caso a la RAE

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En mi columna de esta semana usé la expresión billón para referirme a mil millones. Así se usa en inglés gringo. En español a la RAE, el significado de billón es un millón de millones.

El error es craso si se confunden los términos cuantitativos: la distancia entre mil millones y un millón de millones es de novecientos noventa nueve mil millones.

Y cuando uno usa los billones para hablar de población, como lo hacía en la columna, estamos hablando de novecientos noventa nueve mil millones de seres humanos.

Quedé estupefacto por un momento. «The humanity!» ¡Qué cantidad de gente! Grité… pero no sentí nada.

En realidad entre mil millones y un millón de millones no captaba la diferencia. Novecientos noventa nueve mil millones no significa nada… no me lo puedo imaginar, es una magnitud incalculable, pensé.

Es como si a uno le pusieran una foto con muuuuucha gente y le pasaran un examen de opción múltiple:

¿Cuántos chinos hay en esa foto?

a) mil millones b) un millón de millones

??


¿Por qué tanto escándalo entonces de los lectores? Escribieron casi de sólo eso en los comentarios de elespetador.com , y otros incluso me mandaron mensajes amables a mi correo personal.

La pregunta no va quejarme de que me den palo. Lo que quiero entender es por qué la gente se siente tan compelida a corregir cantidades que ni siquiera puede abarcar mentalmente.

Una hipótesis: la plata. La plata es lo único que existe en cantidades tan grandes que podemos entender, que podemos grasp, como dirían en inglés.

Mil millones de pesos vale un apartamento estrato 6 en Bogotá. Uno bueno, no el mejor, pero bueno. Mil millones de pesos dan para comprarse 5 camionetas todo terreno, no las mejores, pero buenas. Mil millones dan para comprarse seiscientas sesenta y seis mil medias de aguardiente, antioqueño.

Con un millón de millones se puede uno comprar entonces mil apartamentos, cinco mil camionetas y seiscientas sesenta y seis millones de medias de aguardiente.

Ahí otra vez se me pierde la cuenta, en el aguardiente sobre todo.

Primera conclusión: los números grandes sin contexto no significan nada, y entre más grandes más difícil es crear un contexto.

Segunda conclusión: los estúpidamente ricos tienen que comprar cosas más caras cada vez para darse cuenta de qué tan ricos son.

Sigue la pregunta del billón, ¿qué significa confundir un billón con un millardo, o mil millones con un millón de millones o la traducción del inglés gringo al español?

Contra el millardo

En el español a la RAE la palabra millardo fue introducida el 31 de diciembre de 1995 por sugerencia del ex presidente de Venezuela Rafael Caldera.

Era una respuesta de la Academia al vacío de una palabra para la cantidad cada vez más familiar para todas las lenguas del mundo: “billion dollars”.

(Sólo un dato: desde 1971 el Fondo Monetario cambió el oro por el dólar como moneda de referencia para el sistema monetario internacional.)

¿Por qué si había que escoger una palabra escogieron millardo antes que el billón gringo? (¿Por qué lo hicieron el 31 de diciembre, cuando toda la demás gente normal que no es de la RAE estaba emborrachándose?)

Una posible respuesta, que no quiero explorar mucho para poder decir otra cosa, es que el término billón ya tenía asignado un significado (un millón de millones) entonces era necesario buscar un término nuevo.

Mi Open Office ni si quiera tiene "millardo" en su diccionario
Mi Open Office ni si quiera tiene "millardo" en su diccionario

Por otro lado, millardo, es una fea palabra, traída orgiginalmente del francés. En vez de un giringuicismo (billion) escogimos el francismo (millard).

Millardo me rima mucho con pardo, petardo, fradro, urdo, burdo, gordo, nardo. Es una oposición de naturaleza estética. Prefiero tener un billón que un millardo.

Entonces cuándo el bloggero argentino Diego Rotterman, y de paso mis lectores implícitamente, se preguntan “¿por qué este ninguneo hacia la palabra?”, respondo:

Primera consigna contra el millardo: es feo, desvaloriza estéticamente los mil millones. !Viva el billón!

La joya de la corona de la revolución del billón

La exploración estética del millardo nos revela una razón más fuerte contra este término y a favor del billón.

Si uno prefiere un billón a un millardo, prefire ser billonario a …¿millardario? ( ¿millardo?). ¡El adjetivo es todavía más feo, si es que existe!

Bill Gates tiene una fortuna que se calcula en 46 mil millones de dólares. 46 millardos según la RAE, 46 billones según los gringos. Para los gringos Gates es un billonario, para la RAE Gates es un millardario.

bill
Bill el millardario

Bill el billonario
Bill el billonario

Las boricuas la tienen clara. En español de Puerto Rico, los mil millones son billones y no millardos. Decidieron tener billonarios y no millardarios. Claro, se les achacará que son gringos, pero también son hablantes de español.

Además, si yo fuera boricua argumentaría que como en el mundo no hay gente tan rica como para tener un millón de millones de dólares, el uso del millardo nos condena a usar una palabra fea que difícil adjetivación, y pone en desuso a los billonarios.

Segunda consigna en contra del millardo: No se puede adjetivar sin atentar contra el lenguaje (millardario) y destierra a los billonarios del español.

La revolución del billón

La tercera consigna contra el millardo la traigo de un argumento de la española Alicia María Canto, hecha pocos días luego de la introducción sospechosa del millardo. Ella dice, con un poco de restentimiento, que la RAE le rechazó su sugerencia de incluir la palabra finimilenar para hablar de los años al final del milenio (eran los noventas) porque, según el entonces director de la Academia Fernando Lázaro, «nuestro diccionario sólo incorpora palabras bien acreditadas en el uso». Y con toda la razón, doña Alicia se pregunta si millardo está bien acreditado en el uso.

Tercera consigna contra el millardo: No está bien acreditado en el uso– y ningún billonario daría un peso por él.

El triunfo está cerca

Bastante se ha avanzado en la revolución del billón. Diarios como El País de España, en su manual de estilo, rechazan el uso de millardo y se quedan con mil millones. Para el triunfo del billón falta que machaquemos el término en todo lugar posible para volverlo de uso común. Billón, billón, billón, billón.

Un poco de campaña negativa contra el millardo tampoco está de más: “El que diga millardo es un petardo”

Y siempre podremos seguir contando con los gringos y sus billonarios como los mayores aliados de nuestra causa. A billion dollars is a billion dollar, baby.

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