Gustavo Petro ¿Un político para la transición o la transacción política?

Hernando Llano Ángel.

La reciente propuesta de perdón social lanzada por Petro, aprovechando el espíritu de  reconciliación propio de la semana santa, refleja muy bien su sentido del tiempo político, no exento de pragmatismo y cierto oportunismo electoral. Puede ser leída como una señal tranquilizadora que lanza a todos aquellos políticos que le temen a un Petro presidente con ínfulas de depurador moral, implacable contra la corrupción y el clientelismo, que expulsaría a la llamada “clase política” al ostracismo y a una dura y prolongada travesía por el desierto de la oposición sin cuotas burocráticas, “mermelada” y los gajes propios de los privilegios y favores personales que son la savia  de la corrupción política. Pero ese escenario de austeridad y transparencia en el ámbito público es  poco probable en Petro, no solo por su cuestionado estilo de gestión en la alcaldía de Bogotá, sino sobre todo por quienes lo acompañan en esta campaña: Roy Barreras, Armando Benedetti y ahora el Jefe de Debate, Alfonso Prada. Los dos primeros son maestros del transfuguismo político exitoso y de la gestión pública penumbrosa. Durante sus carreras políticas han demostrado un despliegue virtuoso de las prácticas clientelistas y del manejo de los intersticios legales para su propio beneficio y su ascenso vertiginoso a la cúspide de la rama legislativa. Están con el Pacto Histórico no tanto por sus afinidades políticas, sino por sus ambiciones políticas personales. No son políticos para la transición política, sino para la transacción política y en forma pragmática ahora se suben apresurados al tren de la victoria para disfrutar de los gajes del poder estatal durante los próximos cuatro años, seguramente en ministerios robustos burocrática y presupuestalmente, como los del Interior, Salud, Minas y Transporte. Desde allí desplegarán sus artes para la transacción de los intereses privados y sus empresas más rentables con los personales y los públicos, en un precario equilibrio, donde probablemente el bien común saldrá maltrecho. Son profesionales que viven de la política y por ello dominan el arte de la gobernabilidad en beneficio de sus carreras y aspiraciones políticas, adaptándose hábilmente al proyecto político gobernante, hegemónico y victorioso del momento. Por eso, son artistas del transfuguismo partidista y siempre están con el ganador, poco importa que sus proyectos políticos sean incompatibles y hasta antagónicos. Tal la exitosa carrera de Roy Barreras, que comienza con Cambio Radical pero pasa rápidamente al Partido de la U con Uribe y promueve con entusiasmo su proyecto contrainsurgente y guerrerista de la “Seguridad democrática”, para luego sumarse a Santos con fe de militante por la causa de la Paz y ahora entra al Pacto Histórico con Petro. Solo es superado por la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez con su plasticidad ideológica y  promiscuidad política que le ha permitido ser parte de equipos ministeriales con expresidentes que hoy ni siquiera se hablan entre ellos: Samper, Gaviria, Pastrana, Uribe, Santos hasta ser Vicepresidenta con Duque. Una historia inverosímil de versatilidad política apenas comparable con la de Claudia Blum, su antecesora en la Cancillería, que acompañó a Pastrana, Uribe y Duque. El anterior recuento sobre las figuras más representativas del transfuguismo político nos revela que él es parte esencial de la gobernabilidad política presidencial, a cuya dinámica tampoco escapa Gustavo Petro, pero que intenta contrarrestar con figuras como Francia Márquez, tan opuesta y antagónica a ese arte de la transacción, la hipocresia y la conveniencia política, su fórmula vicepresidencial, una lideresa de las luchas sociales, ecológicas y étnicas. De esta forma, Petro se mueve entre la transición política democrática y la transacción clientelista y burocrática, representada por sabuesos electorales como Roy Barreras, Armando Benedetti, Alfonso Prada y Luis Fernando Velasco, entre otros. Sin duda, una eficiente combinación de diversas formas de lucha electoral que lo tienen ad portas de ganar la presidencia en la primera vuelta el próximo 29 de mayo. Pero si no le alcanza, con seguridad que continuará sumando apoyos oportunistas para el 19 de junio procedentes de líderes liberales regionales, buscando llegar a la Presidencia de la República, sin importarle mucho la procedencia de los votos. Pero el costo de ello puede ser muy alto y su victoria electoral corre el riesgo de convertirse en un pesado lastre gubernamental que le impida cumplir con las expectativas de cambio anunciadas. Tendría que empezar a compartir la Presidencia y transar sus programas con muchos intereses y apetitos que le impedirían avanzar hacia la prometida transición democrática  vital. Se convertiría así en otro líder más de “funcionarios de un negociado de sueños dentro de un orden,” que no cambiaría nada en lo estructural. Cabe entonces preguntarse ¿Será Petro un líder para la transición política democrática o un contemporizador más de la transacción con este vigente orden político corrupto y cacocrático? Hasta ahora Petro ha demostrado su astucia y flexibilidad ideológica para contar con votos procedentes de casi todo el espectro político, étnico, sexual, cultural y hasta religioso, exceptuando obviamente la ubérrima derecha de hacendados y empresarios ultramontanos, que se esconde detrás de un figurín publicitario con greñas apodado Fico, admirador de Laureano Gomez, experto en engatusar a la “gente” con su acento de culebrero paisa, obsesionado con seducir y ganarse a César Gaviria para su “equipo Colombia” y obtener así los votos decisivos de la maquinaria liberal para su triunfo. Pero quizá Gaviria ya no sea el capitán de ese espectral partido liberal y muchos liberales empobrecidos se sientan más identificados con una negra auténtica, como Francia Márquez, que convoca a los y las nadies, a los mayores y mayoras, que no se sienten representados por ese casi anónimo y criptouribista  Federico Gutiérrez, más  conocido como  Fico, que pretende ser identificado como el presidente de un imaginario país llamado Gente, según aparece en miles de vallas que ocultan el horizonte y el paisaje de Colombia en nuestras carreteras y ciudades. Lo sabremos más temprano que tarde y depende de todos y todas resolver el acertijo sin que tengamos la seguridad de acertar y mucho menos de no ser defraudados por el candidato ganador.  Siempre y cuando no se burle  nuestro voto con fraudes en el “casino y el escrutinio electoral”, que en forma tan incompetente administra el Registrador Nacional, Alexander Vega Rocha.

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