Cosmopolita

Publicado el Juan Gabriel Gomez Albarello

Barack “Buffalo Soldier” Obama

Con un virtual empate entre los dos principales candidatos, es una tontería hacer un pronóstico. Eso se lo dejo a los futurólogos. Lo más que uno puede hacer es formular conjeturas o considerar escenarios (que es algo más provechoso que los futurólogos también podrían hacer).

Uno de esos escenarios consiste en que Barack Obama gane las elecciones. En tal caso, uno puede juzgar lo que nos espera a partir de lo que Obama hizo en estos cuatro años. Si no gana, entonces puede uno considerar su legado y ver cuánto hay en él que Romney quisiera repudiar, basado en lo que éste dijo en campaña.

Romney es el seguidor de una iglesia que hasta hace 30 años consideraba a los miembros de la raza negra portadores de la marca de Caín. La caricatura “America, Jesus, Freedom”, de la película The Campaign (Locos por los Votos), resume bien el libreto de Romney. Pero también el de Obama. Con Obama no hay que equivocarse. Para mal, él encarna lo peor de los Buffalo Soldiers: los soldados que se ganaron un puesto de honor en la milicia pegándole tiros a los indios para sacarlos de sus territorios.

Los Buffalo Soldiers hicieron una contribución no despreciable a “logros” que hacen parte del Destino Manifiesto. Este mito, empero, ya no es tan convincente. Con más frecuencia, más y más comentadores hablan de la ley inexorable de los imperios: surgir, crecer, entrar en decadencia y finalmente caer. Se ha vuelto un lugar común, a veces una obsesión que explica, por reacción, el apego al mito del Destino Manifiesto. Es una obsesión que también explica el rol, que con alguna mala conciencia ha aceptado Obama, de Buffalo Soldier.

Veamos lo que está ocurriendo en los Estados Unidos: el gobierno anterior autorizó la práctica sistemática de torturas. Esa práctica fue arropada, endulzada y justificada con el eufemismo de técnicas de interrogación mejoradas (enhanced interrogation techniques). Una de esas técnicas es llamada submarino (waterboarding). Aunque el gobierno de Obama las prohibió, todavía hay quienes las defienden y tratan de presentarlas como un recurso legítimo de las autoridades.

Sin duda, a Obama se la abona haber tomado esa decisión, pero ¿cómo explicaría usted que su gobierno se haya empeñado en perseguir a las personas que han denunciado su ocurrencia? ¿Cómo entender que haya procurado su condena en un tribunal? John Kiriakou, el agente de la CIA que denunció la práctica de submarino, accedió a negociar con la Fiscalía para evitar una pena mayor. De otro modo, ¡quién sabe cuánto tiempo habría pasado entre rejas! Los fiscales formularon su caso partiendo de la base que Kiriakou tenía que ser consciente de que sus denuncias podrían causarle un daño a su país.

¿Denunciar la práctica de torturas es realizar actividades anti-estadounidenses? El gobierno de Obama está muy torcido para obrar con base en tales premisas.

Hace ochenta años, el destino de un editor que permitió la publicación de un artículo revelando el rearme de Alemania fue muy parecido. Karl von Ossietzky fue sometido al oprobio de una pena injusta. Luego los Nazis se encargaron de acortarle la vida en un campo de concentración. ¿Qué cosas son distintas hoy que nos hagan creer que los Estados Unidos no van por la senda de la tiranía?

Jesse Jackson publicó un artículo en The Guardian en el que invita a cerrar filas en favor de Obama. Su punto es que la presidencia de Obama ha servido para mostrar cuán incompleto ha sido el proceso de desegregación y cuán peligroso sería dejarlo en manos de Romney y sus seguidores. A Jackson no le falta razón. Romney no ha tenido la entereza para enfrentar el oscuro pasado de su iglesia. Pero Jackson no ve más allá del color de su piel. Martin Luther King, Jr., por el contrario, entendió que los problemas de Estados Unidos no eran solamente de raza sino muy fundamentalmente de clase. Cuando empezó a incursionar en estos temas, lo mataron.

Recientemente, un exitoso empresario publicó una parodia de los plutócratas estadounidenses y de su odio hacia Obama: Sympathy for the Plutocrat. Según Nick Hanauer, Obama ha hecho con su política un servicio fundamental a la causa democrática: ha puesto en cuestión el status, la respetabilidad, el aura de los plutócratas. No importa que sus políticas no hayan tenido mayor efecto todavía. La reforma a la salud es un primer paso, sin duda, pero el argumento es que los Estados Unidos iría por bueno camino.

Yo no lo creo. El pueblo de los Estados Unidos está todavía lejos de alcanzar el bienestar de que gozan otras naciones menos ricas.  ¿Es entonces suficiente el ataque simbólico al status de los plutócratas para apoyar a Obama?

A mí me parece que no. En particular, porque al aceptar su rol de Buffalo Soldier, Obama está minando los recursos y las oportunidades que le permitirían a los ciudadanos mismos poner en cuestión el actual régimen plutocrático.

Hay un recurso que nos empodera: la transparencia. Con transparencia aumenta nuestra capacidad para demandar rendición de cuentas a quienes supuestamente son servidores del público, a quienes ostentan autoridad o han acumulado tanta riqueza como para usarla impunemente en perjuicio de otros. Y, ¿qué ha hecho Obama al respecto? Hacer que ese recurso devenga más escaso.

El ataque a WikiLeaks es por ello emblemático. El gobierno de Obama ha tomado el lado equivocado. En vez de tomar partido por su pueblo, de mover a las bases, como se diría en el lenguaje de cierta política, Obama se ha alineado con las fuerzas que persiguen a quienes exponen la verdad. Ha permitido que cualquiera que haga denuncias acerca de actos ominosos de su gobierno o del anterior sean tildados de enemigos, que se prohíba todo contacto con ellos y que de ellos se suprima toda referencia. No le falta razón a WikiLeaks al denunciar prácticas de los Estados Unidos propias del “Ministerio de la Verdad” del Gran Hermano.

Haga usted mismo la prueba. Vaya a la página del Archivo Nacional de los Estados Unidos. Escriba wikileaks en la función de búsqueda (donde dice Search Archives.gov, en la parte superior derecha) y vea lo que obtiene: un mensaje que dice “La página que usted ha solicitado está bloqueada porque la dirección URL está prohibida.”

bloqueo de páginas de WikiLeaks en el Archivo Nacional de los Estados Unidos

No es que a Obama le falte coraje. Lo tiene. Después de procurar, por la vía de una política conciliadora, un entendimiento con los republicanos, ha optado por el expediente de una presidencia imperial.

No le ha faltado la razón. La suerte del dólar estuvo pendiente de un hilo en julio del año pasado cuando el Congreso tenía que aprobar un nuevo presupuesto. El ala conservadora fiscal, aupada por unos ideólogos extremistas, bloqueó los intentos de llegar a un acuerdo para elevar el techo de la deuda de los Estados Unidos. Sin aumentar ese techo, la solvencia de los Estados Unidos para pagar sus compromisos habría quedado en entredicho y muchos habrían desertado del dólar. Al final, presidente, demócratas y republicanos llegaron a un acuerdo, pero la escaramuza le dejó a Obama una cicatriz imborrable, tanto que se ha aventurado a invadir la órbita del Congreso.

Sin embargo, Obama no ha tenido el mismo coraje para enfrentar a quienes desde su país lanzan ataques contra la libertad no sólo fuera sino también dentro de los Estados Unidos. El 31 de diciembre de 2011, Obama le dio su firma a la Ley de Autorización de Defensa Nacional que le permite a las fuerzas militares mantener detenidas indefinidamente e interrogar a todas las personas acusadas de terrorismo, incluidos los ciudadanos de los Estados Unidos. Como bien lo planteó un bloguero de Forbes, lo mejor que podía hacer Obama en defensa de las libertades de los ciudadanos era vetar esa ley, pero no lo hizo.

Condolezza Rice, Eric Holder, Barack Obama: entre más cerca del poder, más halcones. Si el trabajo asignado es ir a matar indios, si así puede ofrecer una prueba de lealtad al Sueño Americano, al Destino Manifiesto, entonces allá van los Buffalo Soldiers.

Y ni hablemos del calentamiento global. Por cuenta de un desastre natural cuya magnitud está directamente ligada al cambio climático, Obama quizá gane incluso la mayoría del voto popular y no simplemente la mayoría en el colegio electoral. Pero, ¿es cierto lo que dice el alcalde de Nueva York acerca de Obama? Quizá la candidata del Partido Verde, Jill Stein, esté en lo correcto cuando dice que otros cuatro años de Obama equivaldrían a “una devastación climática con una cara amigable y una personalidad cálida y atractiva.”

Salvo por su odio a la regulación y la intervención estatal en la economía, Romney no se diferencia de Obama en nada de lo anterior. ¿Veríamos algún cambio en materia de política exterior, por ejemplo? Stephen Walt afirma que no: las cuentas de Estados Unidos no dan para ningún giro significativo. Y, sin embargo, hay quienes aquí sueñan con que Romney u Obama le haga un milagrito a Latinoamérica. Por lo pronto Obama hizo el suyo al cultivar en español el voto de los “latinos”.

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