Por: Valentina Suárez Fernández 

Te escribo como todos los años, días antes de tu cumpleaños. Esta es mi manera de celebrar tu existencia.  Es un grito de alegría con el que le digo a Dios GRACIAS por tu existir, por verte crecer y por tu vida que se gestó en mí.

Mi niña: no ha sido un año fácil para mí. He aprendido de despedidas, he intentado dar lo mejor en los momentos de mayor oscuridad y he comprendido contigo la lección más linda, cuando en octubre de 2022 me dijiste que yo no debía llorar y que debía poner una carita feliz.

Perdóname mi niña, gracias ti cada lágrima se ha transformado en fuerza y alegría a tu lado.

Juntas en la playa aprendimos que el secreto del agua es fluir.  Presenciamos las manta rayas azul oscuro bajo nosotras y apreciamos el azul del cielo que se une con el mar. Amé las preciosas carrozas con las que vivimos la ciudad amurallada y la increíble fascinación con la que visitaste el castillo de San Felipe. Gracias por enseñarme del asombro y la ternura. Junto al mar hemos sido felices,  mi niña, porque de eso se trata la vida, de A-mar.

Amo tu cara de ternura viendo perritos salchicha, tu sonrisa al ver las nutrias cogidas de la mano y tu carita desde que aprendiste a hacer “viscos”.

Tenemos mucho que agradecer: a tus abuelos, por cuidarnos; a toda nuestra familia por cobijarnos con amor; a los amigos que nos han acompañado con oraciones, con buenos ratos y con pollos y cabras que han materializado un año de transformaciones, pero que termina con mucha felicidad.

Esta dedicatoria anual es para continuar generando esta bitácora de agradecimientos: al Negro, que con todo su amor armó tus juguetes de navidad el 25 de diciembre; aún los recreo en mi mente aprendiendo a armar un caldero. A Nico, marcando tus útiles escolares con total dedicación, amor delicado, alegría y asombro. Con esto mi niña, quiero recordarte que hemos estado rodeadas de seres que nos aman profunda y genuinamente.

Hemos recorrido juntas estos mágicos 3 años, hoy casi 4  y 9 meses, mi flor. He aprendido de ti las mayores lecciones de amor y desprendimiento. He confiado en Dios para que cumpla tus sueños y me permita ser artífice y parte ellos.

Te deseo todo lo magnífico del universo, mi chiquita.  Yo acá, como espectadora y acompañante de tu vida, siempre estoy feliz de verte crecer, asombrada por tu inteligencia y conmovida con tu sensibilidad.

Con el amor que nos une y unirá por siempre y hasta el infinito,

La mamá.

 

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