REFLEXIONES CIUDADANAS Y TRIBULACIONES ELECTORALES

Hernando Llano Ángel.

En estas fechas preelectorales, cuando el horizonte de nuestras ciudades y departamentos se oscurece y se oculta tras miles de vallas publicitarias de candidatos y candidatas que nos prometen paraísos de seguridad, justicia, dignidad y convivencia, conviene reflexionar sobre el sentido de las elecciones y el alcance de nuestro voto. Así corra el riesgo de que estas reflexiones ciudadanas terminen siendo tribulaciones contra las elecciones, en lugar de ser motivaciones para concurrir a las urnas. Incluso, que sean consideradas como elucubraciones de un soñador extraviado en los laberintos de una democracia prescriptiva, más cercana a una utopía académica que a la prosaica realidad. Pero hay que tomarse la democracia en serio. Solo así ella algún día tendrá vida y el sentido público conferido por una ciudadanía deliberante y participativa. Entonces esta vanagloriada “democracia” dejará de ser el negociado actual de empresas electorales en beneficio de hábiles mercaderes que manipulan necesidades, aspiraciones y sueños de ingenuos electores. Millones de electores que periódicamente concurren a las urnas y dejan en el fondo de ellas sus esperanzas y frustraciones como en una Caja de Pandora. Así sucede en este tiempo de crisis global de la democracia, donde los favoritos para gobernar son aquellos que tienen más prontuario delictivo y se ufanan de despreciar la política y adorar el mercado, como sucede con Donald Trump en el norte y Javier Milei en el sur del continente. Pero también donde las elecciones son convertidas y pervertidas en un juego para perpetuar en cargos a ciertos autócratas “invencibles” en nombre del pueblo y la revolución, como sucede en Cuba, Nicaragua y Venezuela. Allí, la mayoría de ciudadanos pierden casi por completo su autonomía y no tienen posibilidades reales de elegir, solo pueden refrendar a los gobernantes existentes o los postulados por el partido oficial.

Nuestras elecciones de Cambalache

Pero en nuestro caso, las elecciones suelen ser algo mucho más complejo, pues sus resultados en lugar de afirmar la voluntad ciudadana se convierten en una burla de la misma. Son un tinglado confuso parecido al tango Cambalache, donde se mezclan ilusiones, mentiras, violencia y negociados, la vida y la muerte de millones de electores, subastadas en el altar de una “democracia” que legitima a ganadores cuyo perfil termina siendo el de timadores profesionales, que desde el gobierno suelen hacer lo contrario de lo prometido en campaña. Tan es así que cada cuatro años los mismos o diferentes candidatos en nombre de sus “partidos”, o camuflados en firmas de miles de ciudadanos, para disfrazarse de antipolíticos incorruptibles, vuelven a ofrecer aquello que nunca han cumplido en su vida pública: transparencia, seguridad, honestidad, confiabilidad, eficiencia y justicia social. Incluso, llegan al cinismo de hacer publicidad con consignas como: “Sabemos hacerlo”, “Experiencia y Autoridad”, “Transparencia y Legalidad”, “independencia de políticos” “Otra ciudad posible”, en fin, se proclaman voceros auténticos de los ciudadanos a quienes supuestamente van a redimir de sus penurias y dificultades, como si fueran taumaturgos capaces de cambiar la realidad una vez ganan las elecciones y están en el gobierno. Lo paradójico es que todos sabemos que ello no es posible. Que todo es una mentira solemne, llamada demagogia, pero millones vuelven a la las urnas y votan por los “mismos con las mismas”. De allí, la inmensa responsabilidad de aquellos electores que votan por interés personal, por necesidades acuciantes o codicias insaciables, y eligen a quienes les garantizan sus expectativas y ganancias, sin importar el costo y el daño que ello genera en el interés general y el bien público. Desde el que vende su voto por una suma en efectivo, su futura estabilidad burocrática, los subsidios o incentivos del caso, hasta el que invierte en probables contratos y generosas concesiones públicas, tipo Odebrecht, que con seguridad obtendrá de su socio gobernante. De allí, que por esta época circulen en las redes sociales los mensajes más despreciativos y degradantes contra los políticos, considerados delincuentes profesionales, cacos diestros en robar y defraudar la confianza ciudadana depositada en las urnas. Por eso mismo nuestra “democracia” ha degenerado y parece haberse convertido en una auténtica cacocracia: “el gobierno de los malvados y los ineptos”.  No por casualidad el expresidente del Congreso, Arturo Char, del partido Cambio Radical, acaba de ser capturado por graves cargos, sustentados en una rigurosa investigación de la Sala de Instrucción Criminal de la Corte Suprema de Justicia, sospechoso de incurrir en “concierto para delinquir agravado” y “corrupción al sufragante”, según indicios y pruebas aportadas por la exsenadora Aida Merlano, condenada a 15 años de cárcel por “concierto para delinquir agravado, corrupción al sufragante en calidad de coautora y tenencia ilegal de armas”. La importancia de la captura del expresidente del Congreso estriba en el poder político regional y nacional, hasta ahora inexpugnable, del clan Char, que tiene en Alex Char el candidato favorito para ganar la alcaldía de Barranquilla, cuya saga familiar puede conocerse en el libro “La Costa Nostra” de la periodista Laura Ardila, para así comprender esa relación ubicua y penumbrosa que existe entre la política, los negocios, la ilegalidad y hasta la criminalidad del bajo mundo, que sustenta la cacocracia en los territorios y llega hasta el Congreso Nacional e incluso hasta órganos de control como la Procuraduría General de la Nación.  Con razón, la investigación de la fundación Paz y Reconciliación, PARES, en su reciente informe sobre candidaturas cuestionadas para estas elecciones del próximo 29 de octubre señala a “los clanes políticos Char, Blel, Gnecco, Rey, Nueva Fuerza Guajira, Villamizar, Barreto y Dilian Francisca Toro”, como los de mayor riesgo para perpetuar la cacocracia. En efecto, dicho informe contiene revelaciones preocupantes sobre algunos candidatos a gobernaciones como los siguientes: “El nombre que lidera el “top” de precandidatos cuestionados a gobernaciones es el de Nebio de Jesús Echeverry, exgobernador del Guaviare en dos ocasiones (2001 – 2003 y 2016 – 2019). Varias investigaciones lo han señalado como un hombre con posibles nexos con grupos paramilitares de los Llanos Orientales. Según Pares, “paramilitares de grueso calibre como “Otoniel” lo han mencionado en sus declaraciones asegurando cercanía entre ellos”. Además, en sentencias de Justicia y Paz su nombre aparece mencionado como uno de los ganaderos que participó de una reunión para crear la primera estructura del Frente Pedro Pablo González o el “Grupo Paratebueno”. En el radar de Pares también está Dilian Francisca Toro, la presidenta del Partido de la U y exgobernadora del Valle del Cauca, que aspira a repetir mandato en ese departamento. De acuerdo con Pares, el episodio más “lesivo” en su vida política fue la investigación que le abrió la Corte Suprema en 2012, por lavado de activos, “al haber adquirido unos predios que resultaron siendo de Víctor Patiño Fómeque, líder del cartel del Valle”, dice el documento. Meses después, la Sala Penal de la Corte ordenó medida de aseguramiento en su contra y un año más tarde, en 2013, renunció a su curul como Senadora de la República. Quedó en libertad tras pagar una fianza. Por eso, nuestras elecciones son un verdadero Cambalache, allí nuestro voto termina “revolca’o en un merengue y, en el mismo lodo, todos manosea’os”. Quizá la mejor forma de garantizar que ello no suceda, es votando en blanco, pues este sí tiene poder decisorio cuando alcanza la mitad más uno de los votos válidos. En este caso, debe repetirse la elección por una sola vez con nuevos candidatos para cargos uninominales, como son las alcaldías y gobernaciones. “Así lo dice el parágrafo 1º del artículo 258 de la Constitución Política (modificado por el artículo 9 del Acto Legislativo 01 de 2009), el cual, sobre la posibilidad de repetir las votaciones, añade: “Tratándose de elecciones unipersonales no podrán presentarse los mismos candidatos, mientras que en las de corporaciones públicas no se podrán presentar a las nuevas elecciones las listas que no hayan alcanzado el umbral.

PD: Para mayor información y comprensión, abrir y leer enlaces en rojo.

 

 

 

 

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