En segunda fila

Publicado el Juan José Ferro Hoyos

Nombres propios.

En una escena central de La lista negra de Hollywood: Trumbo, dos guionistas respetados por el gremio discuten cómo enfrentar el Comité de Actividades Anti-Norteamericanas. Este los acusa de ser comunistas. Y ambos lo son, en una época en que se criminaliza cualquier cosa que pueda oler a la Unión Soviética. Los guionistas son Dalton Trumbo (Bryan Craston, el célebre protagonista de Breaking Bad) y Arlen Hird (Louis C.K., el célebre protagonista de sí mismo). Aunque Trumbo propone una estrategia conciliadora y Hird una visión más combativa, los dos llegan pronto a la conclusión que se necesitan. Más que los motivos de su alianza nos queda la imagen de dos actores que le dan un toque de sí mismos a los personajes que representan. Acaso lo mejor de Trumbo son las actuaciones de sus actores principales luchando contra un guion que juega siempre sobre seguro.

Trumbo 1

Si esa alianza no estuviera condenada al fracaso, la película no tendría trama. Trumbo utiliza a su protagonista para contar la historia del “grupo de los 10”, guionistas de Hollywood condenados por participar en actividades anti-norteamericanas. La película está basada en hechos reales pero utiliza libremente recursos de ficción y acaba moviéndose en un territorio gris en el que no juegan con libertad ni lo inventado ni lo real. En todo caso, la estancia del protagonista en la cárcel y su lucha para sobrevivir como una máquina de escribir nombre bajo seudónimo, son parte de la historia del país y de la industria.

Se le puede reprochar a Trumbo que es una película de guionistas ingeniosos a la que las costuras de su guion se le notan demasiado. Está, por ejemplo, una conversación en la que Trumbo le explica a su hija de cinco años (y por ese camino a los espectadores) por qué se lo acusa de comunista. Lo mismo ocurre con las escenas que muestran los efectos de la lucha profesional en la vida familiar, un giro que se ve venir mucho antes de que ocurra. Los miembros de la familia no parecen personas sino formas de mover la acción. En su desarrollo la película no toma los riesgos que toman sus actores.

El otro problema de Trumbo es de amplitud de campo. Si bien no hay nada malo en querer contar únicamente la historia de una persona afectada por la cacería contra los comunistas, esto no se puede hacer sin detallar el contexto político donde la cacería ocurre. Al no querer salir del microcosmos de Holywood, la película termina simplificando lo complejo del tema y jugando el juego de la industria del cine de darse más importancia de la que realmente tiene. En ese sentido Trumbo no cuestiona sino que refuerza el ego de una industria con varios cadáveres en el closet, y convierte un asunto político complejo en una lucha de buenos muy buenos y malos muy malos.

Trumbo 2

El mayor mérito de la película acaso sea ponerle humor, en buenas cantidades y con muy buen tono, a un tema que no parece susceptible de ser tomado sino con panfletos. A pesar de sus carencias, al final la película logra ponernos del lado de su protagonista, conmovernos con su drama familiar y obligarnos a compartir su emoción cuando toda su lucha se ve premiada con un Oscar. La discusión la gana Trumbo y por eso la película termina dando de forma muy sonriente un mensaje bastante conservador: el sistema funciona aunque a veces necesite ajustes. No hay que olvidar que eso, y esto, es Hollywood.

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