Lloviendo y haciendo sol

Publicado el Pilar Posada S.

Sombra y luz de Manuela Sáenz

Ando obsesionada con Manuela Sáenz. Pero no la que han escogido los gobiernos para maquillarla a su antojo y cubrirse de gloria a expensas de su nombre. No, con la Manuela que empieza a perfilárseme después de leer tantas cosas sobre ella: astuta, inteligente, graciosa, decidida, ambiciosa, rápida, valiente, guerrera, de buen humor, atrevida, escandalizadora, coqueta, seductora, vanidosa, generosa, arrecha y libre.

Me gusta la pasión de Manuela Sáenz por El Libertador. Me gusta que haya arriesgado tanto -matrimonio, herencia, posición social- por un amor que, viéndolo bien, son varios. Creo que en su locura por Simón Bolívar encontraron lugar, y buscaron realizarse, muchos aspectos de su personalidad: el anhelo por la libertad de los países americanos -se sabe que ella ya luchaba activamente por la independencia del Perú cuando conoció a Bolívar- , su admiración hacia él, su deseo de poder y figuración, su ambición, su erotismo, su corazón de mujer, sus ganas de querer y ser querida.

Creo, de veras, que lo amó y mucho. Luchó por Bolívar con ganas y garra. Se le hizo necesaria. Se le impuso a fuerza de meterse en los intersticios de la vida militar y política y ayudarle a ver lo que él no podía –o no quería ver-. Se le coló, en la cama y en el corazón, empujando, avivando, espoleando, aguijoneando. Ayudando aquí, intrigando allá; averiguando, insistiendo, arremetiendo, esperando, yéndose, regresando. Se dice que le fue infiel, que tenía amantes, que era celosa y armaba escenas violentas en las que desahogaba su rabia arañándole la cara a su hombre. Puede ser. También que lo manejaba, lo manipulaba y lo engañaba. Siempre se dicen esas cosas de una mujer que está muy cerca de un hombre poderoso. Probablemente fueron verdad. ¿Y qué? Toda mujer tiene poder sobre el hombre que la ama, así él sea un libertador o un dictador.

Manuelita estuvo al lado de Bolívar en los años difíciles, cuando ya enfermo -y quebrantada su gloria- se acercaba al final. Muerto Bolívar, fue odiada, temida y perseguida. La expulsaron de Colombia y Ecuador justamente por seguir siendo lo que había sido: una bolivariana de verdad.

Me gusta su lealtad de mujer enamorada cuando ya se estaba yendo la gloria, cuando se acercaba el derrumbe. Me conmueve su fortaleza para hacerle frente a los años de su vida en Paita sin don Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, sin el amparo de su amor y su poder, sin poder ya ampararlo con los suyos. Así se diga lo que se diga, que fue rebelde, alocada, casquivana, ñapanga, manipuladora, intrigante, ahombrada, marimacha, despilfarradora, exhibicionista, ordinaria, culta, señora distinguida, Manuelita Sáenz me cae bien, requetebién, y la busco, la sigo buscando, en todas partes donde se me aparecen no el polvo de sus huesos sino su sombra y su luz.

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