Hoy es día de elecciones presidenciales en mi país. Estoy triste y desesperanzada. Iré a votar, claro, por el candidato en el que puse mi confianza, pero debo decir que me desilusionó y mucho. Antanas Mockus no supo dar la pelea como tocaba en esta encrucijada.
Le faltó viveza, pero no para jugar sucio –se necesita mucha viveza para eso- sino para entender las reglas del juego al que se había metido. Desconoció, torpemente, muchas cosas. Empezando por que se le olvidó quién y quiénes eran sus contrincantes; sus mañas, sus vicios, sus fortalezas. No por nada están en el poder y lo perpetuarán ocho años más. Pecó de ingenuo y de payaso. Fue inconsistente. Despreció alianzas. Rechazó al Polo. Dijo bobadas. Se fue desinflando en los debates, achicándose, aculillándose ante la parafernalia montada del otro, el que esta noche tendremos en nuestros televisores con sus ojitos casi cerrados, abotagados, bien peinado, con camisa blanca impecable, gago pero seguro, inflado como un pavo real, el nuevo presidente de Colombia.
¿Y qué nos espera? Lo mismo de lo mismo, o peor, pero con otro estilo. Ya no un presidente paisa, de sombrero vueltiado, que se cree el putas de Aguadas, que cree que puede estar en todo, en lo grande y en lo chico, que no duerme o duerme poquito, que le habla al país como un cura de pueblo a su feligresía, que se enoja, insulta, y después baja la voz y la torna melosa, para hacernos creer que es manso como un cordero. Tendremos en la Casa de Nariño a un hombre criado en el curubito de la oligarquía, enseñado a comer de todo y bueno -no sólo fríjoles con chicharrón y arepa-. No un peleador sino un negociador, un hombre que no se dirige al contrario con ganas de acabarlo –aunque las tenga- sino de seducirlo; que desde ya hace alianzas con los que en el comienzo de la lucha estaban en el otro toldo. Otro estilo, sin duda, pero como dice un refrán que oí mucho de niña: la misma perra con distinta guasca.
Estoy triste y desesperanzada porque sé que aunque cambie el estilo mi país será lo mismo: la ley de todo vale, hago una cosa y digo otra, gringos en la casa -como Pedro por la suya-, más guerra que educación, más riqueza para los que ya son ricos, que se seguirán llevando por los cachos la gente, la tierra, los minerales, los ríos, las selvas. Todo.