Líneas de arena

Publicado el Dixon Acosta Medellín (@dixonmedellin)

Del Guaviare al desierto árabe, con ilusión

Cuando uno se encuentra una gran historia, puede traicionarse a si mismo.

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Desde el inicio del presente blog me hice la propuesta de no escribir sobre temas que tuvieran que ver con mi trabajo, así como sobre política, religión e incluso fútbol, aquellos grandes aspectos en la vida que generan al final alguna rencilla. No me gusta generar peleas, para eso ya es suficiente la realidad misma. Hoy hablaré de un tema que mezcla las materias mencionadas, pero es tan profundo y fuerte que trasciende a todos esos aspectos. Algo tan inspirador que da licencia a traicionarse sin sentir cargos de conciencia.

Se trata de la historia de un contingente de niños y jóvenes oriundos del Departamento colombiano del Guaviare en su travesía al desierto árabe. El Guaviare es un lugar que incluso desde la misma Bogotá, no se diga desde Abu Dhabi o Doha, ya resulta lejano. El Guaviare es uno de esos sitios que para los mismos colombianos, al menos para los habitantes del centro del país resulta un destino exótico del cual se desconoce todo hasta el mismo significado de su nombre indígena o el gentilicio de sus habitantes.

Provincias como el Guaviare son un desafío incluso para las mismas clases de geografía nacional, pues no muchos bogotanos pueden repetir sin titubear las capitales de Departamentos como el Vichada, Vaupés o Guainía. Nuestra vasta geografía termina siendo un gran reto para el colonizador estudiante.

Pero regresemos a la historia. Gracias a una afortunada iniciativa oficial llamada Diplomacia Deportiva, en este particular caso se escogieron a través de escuelas de formación a 16 muchachos estudiantes, aficionados al fútbol y que presentan una gran vulnerabilidad social por los factores de riesgo que van más allá de los peligros tradicionales que atentan contra la juventud, pues en este caso siendo muchachos sanos y deportistas, han estado expuestos a factores asociados al conflicto armado que en su región no resulta extraño. Entre estos chicos hay algunos relatos de vida tan fuertes que uno se sorprende al descubrir que conserven la inocencia y la frescura de la sonrisa. Motivo suficiente para seguir nuestro relato.

La expedición que cubriría miles de kilómetros tendría como puertos de destino Doha en Qatar y Abu Dhabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos, es probable que nunca hubieran escuchado sobre esos sitios y que el concepto de lo árabe fuera como para muchos colombianos un término de fantasía extravagante, cercano más  a los cuentos de las Mil y Una Noches que a Estados modernos que proveen bienestar a sus habitantes.

Así las cosas los expedicionarios Janier, Jeferson, Cristian Alexander, Abelardo, Cristian Giovanny, José Manuel, Diego, Edgar, Carlos, Kevin, John, Junior, Daniel, Alex, Marco, Einer y sus abnegados profesores Miguel y Heriberto prepararon sus maletas con los uniformes deportivos, un montón de sueños y emprendieron el largo e intenso viaje. No se intimidaron por el itinerario que haría desistir al viajero más experimentado, Bogotá, escala en Madrid y luego Doha, a donde llegaron de madrugada y luego de pasar por una migración en donde les hicieron preguntas en árabe e inglés, quizás se hayan sorprendido que un personaje en plena duermevela les saludara en español.

Desde el momento en que salieron por la puerta de llegada en el aeropuerto, despertaron curiosidad de los que esperaban a familiares y amigos, se preguntaban si se trataba de la selección Colombia, al explicarles que era un grupo de jóvenes futbolistas. No era para menos, en la espalda de su chaqueta se leía bien grande el nombre del país. Lo más increíble es que luego de más de 20 horas de viaje y posiblemente sin dormir, nueve horas más tarde estuvieran entrenando en Aspire, un complejo deportivo que puede interpretarse como la universidad del deporte en Qatar, en donde al fútbol le dan gran importancia, pues allí se preparan los jóvenes que deben representar al país en el campeonato mundial del 2022.

En Qatar los jóvenes tuvieron dos pruebas de fuego, una fue la comida pues tuvieron que acostumbrarse a probar comida árabe que es rica en ensaladas y salsas, en ocasiones condimentadas con sabores que les resultaban extraños. De otro lado, cuando la Asociación de Fútbol supo que venía un equipo colombiano, decidieron que para no llevarse un mal resultado, el amistoso sería con las divisiones inferiores de un equipo profesional. Los chicos del Guaviare que en esencia son estudiantes y aficionados, no se amilanaron y enfrentaron con entereza a jugadores experimentados. El resultado fue lo de menos, porque resultaron dignos oponentes de los profesionales.

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Como el mundo parece un barrio en el cual uno encuentra colombianos en cada esquina, no resultó extraño que durante la travesía los chicos encontraran entre otros a Paola, quien trabaja con la liga de fútbol de Qatar y Esteban quien los recibiría en el hotel de Abu Dhabi unos días más tarde, ellos facilitaron de gran modo y en sus respectivas funciones el trasegar de los aventureros guaviarenses.

Abu Dhabi, fue la segunda escala del maratónico viaje, en donde hubo oportunidad de visitar Masdar City una ciudadela que pareciera de ciencia-ficción, hogar de científicos y estudiantes quienes investigan las energías renovables para un mejor futuro de la humanidad, allí el Dr. Héctor Hernández uno de sus directores, les habló no sólo de los proyectos tecnológicos, sino les recalcó la importancia de la educación, como llave para abrir todas las puertas. Los chicos contemplaron la Gran Mezquita Sheikh Zayed, una maravilla arquitectónica por descubrir para muchos; conocieron el desierto, montaron en camello y disfrutaron el mar, otro espacio desconocido al interior del Guaviare, además fueron recibidos como delegación oficial en el Ministerio de Relaciones Exteriores de EAU, firmando el libro de visitantes ilustres.

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En Dubái aparte de deslumbrarse con la diversidad arquitectónica de esa ciudad, los muchachos y sus profesores estuvieron compartiendo experiencias en la escuela de fútbol de Míchel Salgado, ex jugador del Real Madrid, allí uno de los entrenadores tuvo la feliz idea de mezclar a los chicos colombianos con alumnos de la escuela de diferentes nacionalidades, aunque al comienzo se notaba cierta confusión, pronto se evidenció la manera fluida como se conectaban los nuestros con los demás.

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Imposible no mencionar el encuentro con Diego Armando Maradona, episodio emotivo que nos cambió a varios la percepción sobre el astro argentino, pues se vio a un maestro hablando del fútbol y de su experiencia de vida. Él, alegre y nostálgico, se declaró feliz de estar al lado de los jóvenes del Guaviare. Maradona casi lleva al punto de la lágrima a su improvisado auditorio al decir que su ilusión de niño era comprarle una casa a su vieja, a su querida mamá.

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Al final, como en todo viaje queda una colección asombrosa de recuerdos, de imágenes que ahora se atesoran no en álbumes de fotos, sino en dispositivos electrónicos y en el espacio virtual (como estas tomadas por Patricia Mogollón), pero quedan las palabras también. Una de las mejores respuestas sobre qué había impresionado más al grupo en su travesía, no fue el edificio más alto del mundo o la montaña rusa que acelera más que un guepardo ni ninguna otra de las visitas y actividades; fue la reacción de dos personas frente a una situación que se presentó y la expresó el joven Carlos Martín al recordar un leve choque entre el autobús que llevaba la delegación en Qatar y otro vehículo. Cuando los chicos esperaban observar alguna fuerte discusión, se sorprendieron gratamente al ver que el otro conductor estaba preocupado por si alguien había resultado afectado y cómo luego de arreglar rápidamente el incidente se abrazaba con el chofer del bus. Muestra de civilización que ojalá pudiéramos experimentar en nuestras calles.

Esta es una historia de primeras veces. La primera vez que unos jóvenes tramitaron un pasaporte para ir más allá de su región. La primera vez para la mayoría que montaron en un avión. La primera vez que surcaron las fronteras del mundo para acercarse a realidades que parecen de fantasía. La primera vez que conocen el desierto con su arena fina y el mar con su agua de sal, mas salada de lo que muchos imaginaban. La primera vez que jugaron integrados con chicos con los que no se entendían en la lengua pero sí en el idioma universal de la pelota. La primera vez que eran recibidos con honores por autoridades extranjeras al ser embajadores de Colombia.

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Lo importante es que esta historia no sea primera y última vez, que se repita muchas veces. Que los chicos del Guaviare tengan oportunidades como los demás niños de Colombia, sobre todo al acceso a una educación integral de calidad que les abra las puertas del futuro.

Para quienes tuvimos el honor y la dicha de compartir con ellos, su visita fue el regalo anticipado de navidad. Sólo resta desearles a ellos y a todos los jóvenes de Colombia un venturoso futuro, no sólo el 2014.

(Fotos cortesía de Patricia Mogollón).

Dixon Acosta Medellín

En Twitter @dixonmedellin

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