El Gocho

Publicado el ghernandez

A ritmo de James Bond por el Támesis, con ‘chaparrón’ incluido

Día ideal para salir de Tour por Londres en medio del acontecimiento deportivo más importante del mundo, los Juegos Olímpicos. Sin embargo es domingo, el sol está radiante y visitar algunos de los sitios emblemáticos de la capital inglesa está en los planes.

Surcando el Támesis en medio de la lluvia / Archivo Particular
Surcando el Támesis en medio de la lluvia / Archivo Particular

El ‘team’ adidas de periodistas latinos y de visitantes de algunos países de Europa se cita a las 8:00 a.m. en el lobby del hotel y abordamos el bus que nos llevará a lo más emblemático de Londres. En el recorrido, una imagen inusual para tratarse de la hoy capital deportiva del planeta entero. Un motorizado, turista seguramente, con su mapa acomodado perfectamente al frente suyo con la mayor creatividad posible haciendo las veces de GPS despertó la curiosidad de todos. Muchos se vieron obligados a levantarse de sus asientos para ver el ‘acontecimiento’.

Dicha imagen quedó grabada en la cabeza de todos y se sobrepuso a las calles y edificaciones que nos llevaban rumbo al parlamento inglés y fue motivo de mofas, burlas y también admiración durante varios minutos.

Luego de unos 20 minutos el vehículo para y nos ordenan bajar. Al salir del autobús nos reciben dos guías turísticos, pero nada que ver con esos jóvenes que suelen recibirlo a uno en la Casa de Bolívar en Bogotá o en las Minas de sal de Zipaquirá. Se trataba de dos típicos ‘abuelos’ londinenses que de seguro están por encima de los 60 años, pero quién mejor que ellos para contarnos la historia de todos esos ladrillos con siglos de historia.

“Entienden mi inglés”, preguntó gentilmente la ‘madame’ y por suerte para mí se le entendía fuerte y claro.

Arrancamos el recorrido en  la Abadía de Westminster, la iglesia gótica referente de Inglaterra al ser la elegida desde hace cerca de 1000 años para las coronaciones y entierros de los monarcas de ese país. Incluso para otras celebraciones como la ocurrida recientemente. El matrimonio que contrajeron el príncipe Guillermo de Cambridge y su novia Catalina de Cambridge.

El recorrido continuó hasta llegar a la quizás, la construcción inglesa más conocida en todo el mundo, el Parlamento Inglés, ‘la madre’ de todos los poderes legislativos del planeta. Conformado por sus dos cámaras, la de los Lores y las de los Comunes. Está allí también, en una de las torres de este edificio la Torre del Reloj, o lo que nosotros solemos llamar en este lado del mundo, el Big Ben.

No podían faltar las fotos en cada monumento, en cada estatua o en cada rincón que así lo mereciera. Algunos, muchos quizás, no tengamos la oportunidad de venir a ‘pasear’ a Londres por lo pronto.

Paciencia en los guías para repetir su discurso y responder inquietudes que ya había explicado antes, no eran situaciones ajenas en el grupo, pero en estos adultos se veía esa experiencia para solventar con éxito esas desatenciones en algunos miembros del grupo y me incluyo.

Finalmente, tras verlo durante varios minutos y bordearlo por el malecón, llegó el momento de descender hasta el bote que nos llevaría por las aguas del Támesis. Pero el momento no pudo ser peor. Segundos antes se había venido una leve lluvia que no cesaba. Levantar la vista al cielo era más tortuoso aún pues sólo nubes grises se veían en el horizonte cualquiera que fuera el punto cardinal escogido.

Doce fuimos los elegidos para ir primeros en un bote rápido, que al principio decepcionó a todos por su andar lento mientras el guía a bordo daba indicaciones de lo que veríamos.

El guía calló y empezó entonces a retumbar por los parlantes del bote la música de la banda sonora de James Bond. La velocidad del bote aumentó y ahora sí nos sentíamos todos en esa escena del Agente 007 cuando en El Mundo No es Suficiente protagoniza una persecución por el río Támesis.

La lancha iba de lado a lado y se inclinaba lo más que podía para poder sentir las frías aguas londinenses y entonces la lluvia arremetió contra nosotros. Ya no era una simple llovizna. Se trataba literalmente de un aguacero sobre nuestras cabezas. El poncho suministrado al ingreso del bote poco hizo para evitar que la ropa quedara totalmente empapada. Por más que la intención fuera levantar la vista para ver desde una panorámica diferente otros lugares londinenses emblemáticos como Teatros, Galerías o la propia Torre de Londres, la óptica no pudo ser plena  pues la lluvia lo impedía. Una fragata y un portaviones anclados en el Támesis también fueron centro de atención de los flashes a bordo.

Río abajo recorrimos unos cinco kilómetros a una velocidad promedio de 70 km/h en algunos tramos. Luego, al regreso, ya nadie quiso ni siquiera intentar ver lo que previamente vimos en la ida. Regresamos cabizbajos soportando los fuertes golpes de las gotas de lluvia. Solo uno de los colegas de Argentina se atrevió a regresar con la cabeza descubierta, con la frente en alto y con su cámara grabando el recorrido. Eso sí, la música de James Bond y otras pistas emblemáticas inglesas nunca cesaron y le hacían competencia al ruido de la lluvia que golpeaba en nuestros ponchos y en el bote.

Al fin el puerto de destino y finalmente una taza de café bien caliente que nos quitara el frío en uno de los restaurantes ubicados en el malecón. Mientras, otros 12 aventureros surcaban las aguas del Támesis y a ellos, claro, NO LES LLOVIÓ.

Mi Twitter: @chamogabriel

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