El último pasillo

Publicado el laurgar

El anticuario de Gustavo Faverón

EL ANTICUARIO

Gustavo Faverón es un crítico literario peruano, asimismo profesor del Bowdoin College en Maine/Estados Unidos, y además editor. Lo conocí primero por su blog “Puente Aéreo”, donde regularmente publica textos que suelen ser deliciosos. Desde que existe, “Puente Aéreo” es una casa que visito siempre, aunque a veces me demoro un poco y tengo que desatrasarme. Hace un par de años, y gracias a puentes más virtuales que aéreos, me encontré con Gustavo Faverón –en correos y chats, porque personalmente aún no tengo la fortuna de conocerlo –, y amén de nuestras muchísimas conversaciones lo entrevisté para la revista OtroLunes.

Gustavo Faverón Patriau
Gustavo Faverón Patriau

Por ese entonces, y estamos hablando de comienzos del año 2009, Gustavo tenía el manuscrito de El anticuario, su primera novela, y me permitió leerlo. Ahora estamos a Octubre de 2010 y finalmente se publica en el Perú. Me alegro por Gustavo y me alegro mucho más por la literatura peruana, que suma a su lista de narradores extraordinarios uno más de gran talento.

Gustavo, uno de los protagonistas de El Anticuario, recibe un día una llamada de Daniel, quien fuera un amigo muy cercano, y que está recluido en un hospital siquiátrico cumpliendo condena por haber asesinado tres años atrás a Juliana, su pareja.

Después de esa llamada y del consiguiente reencuentro con Daniel, Gustavo se integra a la vida de su amigo a través de las visitas al sanatorio mental en donde está recluido, las cuales toman un ritmo esporádico. En apariencia, el punto central de todo es el asesinato de Juliana. Una especie de ilusión que crea el autor de que es allí adonde converge la tensión de la historia: saber si es verdad que Daniel la mató. Uno piensa, en cierto momento, que Gustavo jugará al detective – parafraseando a Vicario, uno de los personajes –, pero no. La historia va más allá de ese asesinato. La vida de Daniel incluye momentos más turbios: una hermana supuestamente desaparecida, pirómana, obsesiva y loca; y una amante con quien tenía una relación paralela a la de Juliana, y que era sobreviviente de la violencia guerrillera en su pueblo, son los personajes claves que se van dibujando lentamente en su renovada relación con Gustavo.

Hace algunos años, mientras recorríamos librerías de viejo en Santiago, el librero Álvaro Castillo y yo conversamos sobre lo que hace que una novela se nos caiga de las manos, que nos decepcione. Coincidimos en que hay novelas que nos van llevando de su mano, que nos conducen muy bien y estamos metidos hasta que un detalle de inverosimilitud, que puede ser pequeñísimo, lo pifia todo.

Es decir, todos esperamos que el autor “nos eche bien el cuento”. Se escribe fácil pero no lo es. Cuando uno como lector espera que le “echen bien el cuento”, quiere en realidad que le dejen personajes memorables, que la historia vaya más allá de lo meramente accidental – que es lo más llamativo –, y sea ambiciosa. El anticuario cumple con esto, y más.

La narración no decae gracias a que la construcción de la historia es muy inteligente: las descripciones y los diálogos van moviendo los hilos del suspenso, y los protagonistas y sus circunstancias enredan, en el buen sentido de esta palabra, al lector.  El guiño a la historia reciente del Perú viene de la mano de Adela, la amante de Daniel, superviviente de la locura de la violencia. Uno de los episodios más bellos de esta novela es quizás aquel donde Daniel intenta explicarle a Gustavo su relación con Adela, esa necesidad que tenía ella de un “auditorio” al cual dirigirse para exorcizar sus culpas, y ese deseo de Daniel de un cuerpo que le ofreciera algo más que Juliana, su pareja, no podía darle: «Los cuerpos tienen más vida cuando han eludido la muerte, Gustavo, eso lo aprendí de ella: de ese amor involuntario que le crecía sin esfuerzo, y que ella usaba sobre su cuerpo como una doble piel…»

El anticuario se presentará esta semana en Lima, y ha sido editado por Peisa. Yo sólo espero que salga más allá de las fronteras peruanas, y que esta historia de laberintos y locura se pueda leer en toda Latinoamérica.

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