La droga, ¿y Colombia?

Publicado el Jorge Colombo*

Un imposible político

Cualquier crítica que se le haga a la política anti-droga vigente sugiere inmediatamente la pregunta: ¿qué otro modelo es posible? Esta pregunta hay que responderla en dos tiempos: ¿existe otro modelo?, ¿es pósible implementar otro modelo?

Desde la perspectiva colombiana, la discusión entorno a la política actual se centra en la segunda pregunta; y, por lo general, se responde de la siguiente forma: es un imposible político [1]. Es una respuesta muy cómoda pues permite evadir la primera pregunta. Peor aún, bajo esta respuesta ni siquiera hay que pedirle cuentas al modelo actual; después de todo, no tenemos otra opción. Además, bajo esta respuesta no se esta ni criticando ni defendiendo la guerra contra las drogas. Y es que es una respuesta tan conveniente que él que la usa hasta se puede ufanar de ser un realista, de ser de esos hombres pragmáticos que sólo conocen de Realpolitik.

Entonces: por un lado, tenemos que para los analistas políticos proponer otro modelo es un imposible político; por el otro, tenemos que para los políticos moralistas criticar el modelo actual es inmoral. Bajo esa lectura, no hay que sorprenderse cuando lo único que se propone es un mayor compromiso: más leyes punitivas, más extradiciones, más policías, más ejercito, más glifosato, más erradicación de cultivo, más sustitución de cultivos; en fin, más plata. Aparte de proponer más de lo mismo, de eso mismo que no ha logrado mejorar el panorama en 40 años pero que si ha logrado minar nuestro desarrollo, nuestros líderes no saben como manejar el asunto. Y son estos mismos grupos de pragmáticos y de moralistas que han llegado hasta el ridículo de exigirle mas compromiso a los gringos; que asuman la responsabilidad, dicen ahora, que vuelvan la lucha contra las drogas una prioridad, agregan [2].

Mayor compromiso y ya! esa simple respuesta es todo lo que escucharemos como propuesta para resolver el problema de control de drogas: sea el problema del abuso (que para muchos es sinónimo de consumo), sea el problema del narcotráfico (que existe porque hay consumo). Antes de arrojarse a echarle la culpa a los consumidores (la salida mas fácil y cómoda, pero también ingenua y despiadada) hagamos el ejercicio de preguntarnos: ¿Por qué es una política de control diferente un imposible político?

Los moralistas aducen que una política diferente enviaría el mensaje equivocado [3]. Y la verdad es que, como ya lo vimos antes, sucede totalmente lo contrario: el modelo actual favorece la ilegalidad, promueve el terrorismo y contradice a la razón. Es bastante difícil imaginarse algo con un mensaje más inmoral que este.

Los pragmáticos aducen a algo un poco más sutil: tratados internacionales y certificaciones, básicamente aducen a nuestra sumisión a la voluntad de otras naciones. Y tienen toda la razón, no se acomoda a la tradición colombiana eso de tener una política exterior insubordinada. Así que si se quiere salir de este nudo gordiano lo primero que necesita Colombia es tener carácter, y entender que se puede tener una opinión disonante pero que para defenderla se necesita dignidad. Lo segundo que se necesita es familiarizarse con los mecanismos impuestos por los tratados internacionales para entender como proceder para minimizar los conflictos que una opinión disonante puede acarrear.

En la siguiente entrada explicaré como funciona el sistema actual y así entender que se podría hacer para empezar a alejarse un poco de la política fallida.

Referencias

[1]: ¿Audacia o Ingenuidad?, Debate, Semana, Edición 1448, 30 de Enero de 2010.

[2]: Sangre en el río Bravo, Mundo, Semana, Edición 1455, 20 de Marzo de 2010.

[3]: A favor y en contra de la ley que prohíbe la dosis mínima, Revista de radio, Semana,  10 de Diciembre de 2010.

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