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Una de chicha por favor

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Si a un español como yo le digo chicha lo más seguro es que le venga a la cabeza un trozo de carne, comestible y hasta en forma humana, pero si se trata de un colombiano la cosa cambia y de estado sólido pasaríamos inmediatamente a estado líquido bebible y delicioso. Sí, aquí en Colombia la chicha es una bebida tradicional que ayer probé en el Callejón del Embudo de La Candelaria, el sitio más popular y con mayor tradición de Bogotá para tomar esta ancestral bebida y donde hace miles y miles de años los indígenas muiscas, primeros pobladores de la ciudad, ya la preparaban para todo tipo de fiestas, celebraciones y ofrendas a sus dioses.

Perseguida y denostada porque muchos pensaban que «embrutecía y degeneraba la raza», la chicha no ha dejado de consumirse nunca a pesar de la competencia de la cerveza y de todo tipo de prohibiciones que han caído sobre ella y que incluyen hasta la del mismísimo Bolívar que en 1820 emitió un decreto que censuraba su consumo desde «hoy y para siempre» o la que perduró desde 1948 hasta 1991 tras el asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán. Hace años que los jóvenes decidieron recuperarla y los fines de semana el Callejón del que os hablaba arriba es un hervidero de gente donde no cabe un alfiler.

Doña Cecilia regenta desde hace años en esta zona El portal del Chorro una chichería donde vende la que prepara con la receta de su abuela María y que mejoró con algún que otro secreto compartido hace unos años por un indígena wayuú de paso por la ciudad y que no hubo manera de que ayer me contara y mira que le pregunté y le pregunté. Lo que sí que saqué en claro es que su chicha lleva harina de maíz, clavo, anís estrellado, canela, hojas de naranjo, panela y mucho amor. Doña Mercedes es la dueña de otra famosa chichería, Bullitas del callejón, y ella a su chicha -cuya receta aprendió de su tía Elvira Rodríguez-, le pone piña para que fermente mejor. Esta claro que no hay una chicha igual a la otra porque, como dirían en mi país, cada maestrillo tiene su librillo.

Esta «bebida de dioses» se vende en el totumo que veis en la foto en primer plano -el fruto del árbol del mismo nombre- a un precio de unos 5.000 pesos, más o menos 2 €. Unos dicen que emborracha, otros que no. Yo creo que todo depende de la fermentación. Y tú ¿qué piensas?

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