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Del Mundial y la “moralidad barata” colectiva

Si están siguiendo el Mundial de Fútbol en Brasil entenderán de qué hablo cuando menciono el episodio Suárez muerde a Chiellini. Conocerán, tal vez, las reacciones del técnico uruguayo Oscar Tabárez quien, al ser interrogado por la prensa al finalizar el partido contra Italia, “atacado” en sus palabras, afirmó: «esto es un campeonato de fútbol, no de moralidad barata.”

Moralidad barata; cuántas cosas puede esto significar, o no. Más allá de calificar las acciones de Suárez, que algunos ya rotulan como patológicas, o de asumir el posible significado de los comentarios de Tabárez, prefiero hacer referencia a lo que pasó después del incidente y las declaraciones: la ola de reacciones en las redes sociales. Más que inmediatamente el mundo entero tenía algo que decir: memes, mensajes, tweets; incluso un buen número de marcas hicieron uso del episodio para promocionar sus productos.

Para muchos se hace natural la cadena de reacciones, y si, es apenas lógico que esto sucedería. Lo cierto es que este capítulo del Mundial es una buena muestra de un fenómeno que sólo está creciendo: pareciera, triste, muy tristemente, que las redes sociales estuviesen sirviendo para democratizar la práctica profesional de la burla. Se aceptan las ridiculizaciones hacia los otros con carcajadas, se comparten, se hacen virales. Se festeja el dolor ajeno con más fuerza que la propia victoria, encontrando un gusto exacerbado en los insultos indignantes.

A nadie le gusta perder, a nadie, ni por más bueno y santo que se sea. Pero en estos tiempos donde el cinismo se ha vuelto un tesoro, se hace necesario perder un poco de esa grandeza barata, desinflando el ego maligno que permite a muchos decir que en el fútbol, por ser juego, competencia y negocio, «se vale todo.” Pues no, ni en el fútbol, ni en los negocios, ni en las relaciones humanas, ni en absolutamente nada en la vida, es válido lo que se hace deliberadamente mal, lo que se hace con sucias intenciones. Seguimos promoviendo el odio desde acciones pequeñas, porque “todos lo hacen”, porque “no hiere a nadie”, porque “es común, es normal”; pero, ¿lo es verdaderamente?. ¿Tendríamos las mismas reacciones si Chiellini fuera nuestro hermano o si uno de nuestros mejores amigos jugara en alguna de las selecciones que se han ido a casa? Celebremos a los victoriosos con humildad, con orgullo, pero, sobre todo, con respeto.

El futbolista australiano Mark Bresciano rompe los protocolos para ayudar a un niño en muletas a amarrar sus zapatos. 

Personalmente, prefiero el Mundial de los hinchas que recogen la basura al final de un partido; de los jugadores que ayudan a los niños a amarrarse los cordones de los zapatos; de los goles que se celebran bailando entre sonrisas. El Mundial de los mordiscos y las patadas entre jugadores, los memes y mensajes virales ofensivos e indignantes y los hinchas matándose en las calles no es lo mío, no lo acepto, no lo apruebo, no lo tolero de ningún forma.

Más amor en este Mundial y siempre, y menos odio en todas nuestras acciones. De lo primero necesitamos mucho y de lo segundo ya hemos tenido más que suficiente.

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