Cuero a sol y sombra

Publicado el Jaime Santirso

F.C. Barcelona: Resurrección

Como si de la Biblia se tratara, el Barcelona esperó al tercer día para resucitar. He aquí la historia de su calvario.

Por dos veces el Madrid les hizo hincar la rodilla. La primera en Copa, en un duelo que puedo quedar finiquitado en la ida, hasta que apareció Varane para rascar un empate. Los azulgranas aplazaron sus deberes, algo peligroso: los deberes pueden llegar a comerte. Y así, el Madrid se presentó en su casa, se los zampó y disfrutó de una plácida digestión. Todo ello vistiendo una grandiosa superioridad. No era la primera vez que el Madrid vencía al Barcelona, pero esta vez hubo un cambio. Nada de planteamientos reactivos: el Madrid fue mejor. Los blancos se fueron a casa eufóricos y con el billete a la final. El Barcelona se quedó hecho una mierda.

La segunda, en Liga. Como si estuvieran en un casino, el Madrid tentó a la suerte: doble o nada, y con chulería. Con la mirada puesta en Manchester, Mourinho salió con su fondo de armario frente a un Barcelona con sed de venganza. Y de nuevo, les arrollaron. No dolían tanto las derrotas como la colisión frontal con la realidad: un equipo considerado inferior había sido superior. Eso duele. Y si juegan con suplentes, aún más. Ni una sola de las piezas del engranaje funcionaba. Puede que el origen de este bache estuviera en la ausencia de una de ellas: Tito Vilanova, una especie de Gran Hermano futbolero que controla a su equipo desde New York. Es imposible que un grupo no se resienta ante la ausencia de su entrenador.

Y así, llegó el partido de vuelta con el Milán. El tercer día. Un Barcelona teñido de gris se enfrentaba a la amenaza de firmar un documento que dijera que no, que hoy no es tan brillante como lo fue ayer. Pero también a algo más: al vacío. Una derrota cerraría la temporada en marzo: eliminados de Copa y Champions, con la Liga ganada ya en noviembre. De todo a nada en tres partidos.

Pero resultó que sí. El Barcelona brilló como nunca, o como siempre. La eliminatoria se decidió en la presión: la nota distintiva de esta propuesta, el factor x perdido en el transcurso de muchachos ambiciosos a aburguesadas estrellas mundiales. Dando la entrega por sentado, el fútbol fluyó. En apenas cinco minutos y medio metro, Messi demostró por qué es el mejor del mundo: rodeado de cuatro defensas, control, disparo y a la escuadra. La línea que separa el triunfo de la derrota es fina y evidente en este juego, al filo de la primera parte Niang mandaba un balón al poste y a continuación Messi marcaba el segundo. Más tarde aparecerían el interior exquisito del pie izquierdo de David Villa y la velocidad explosiva de Jordi Alba para culminar la gesta.

El Barcelona salvó su salto al vacío y aterrizó sobre tierra firme. Puede que necesitara agachar la cabeza para ver lo alto que ha llegado. Se ha reconciliado con su fútbol, ha recuperado la fe y se ha librado de las dudas. Hubieran sido un lastre muy pesado para enfrentarse a un rival que se ha alimentado de sus miedos: el radiante caballero blanco. A partir de ahora, la batalla se libra en Europa.

http://www.youtube.com/watch?v=ehGrRUncSY8

Jaime Santirso

@jsantirso

 

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