Cuero a sol y sombra

Publicado el Jaime Santirso

El desdentado sonriente

El Atlético vive en un ciclo caótico que le lleva de la sonrisa al llanto en un instante. Son expertos en construir sueños cuya vida se extiende en un suspiro, entre creación y derribo. Los rojiblancos dedican su vida a pasear por el desierto. Los oasis les esquivan, se acercan y se alejan en un vaivén juguetón. Especulan con sus ilusiones, pero siempre acaba llegando el momento en que se dejan tomar. Los colchoneros se refrescan en sus aguas pero al momento siguiente el paraíso ha desaparecido. Y así se quedan, entre miles de amargos granos de arena que se les meten en el alma y en los calzoncillos.

El Atlético forma junto con Barcelona, Madrid y Athletic el cuarteto original del fútbol español. Como cuatro hermanos han crecido juntos, se han peleado y han sido cómplices. En su madurez, unos triunfan y otros no tanto, y al equipo de la orilla del Manzanares le ha tocado sufrir. Ha paseado por el infierno de la Segunda División y han sido saqueados: su cantera por otros equipos, sus arcas por irresponsables derrochadores. Aún así, el Atlético no se resignan a dejar de sonreír. Alguna torta le ha dejado sin dientes, pero sigue enseñando sus encías en una sonrisa adornada con la belleza y la gravedad del sufrimiento orgulloso.

El doblete de 1996 había sido su última oportunidad de saborear la miel hasta hace bien poco, pero su ciclo se ha acelerado. Con Quique Sánchez Flores ganaron la UEFA en la temporada 2009/2010. Era su primer título europeo desde la 1961/1962. Sin bajar de las nubes y ni ser muy conscientes de lo que habían conseguido, llegó la Supercopa de Europa y se cargaron al Inter de Milán, flamante campeón de Champions. Muchas relaciones sentimentales se acaban por el roce diario, y eso le pasó a Quique Sánchez Flores en la siguiente temporada. Los malos resultados de su equipo tumbaron su proyecto. Las deudas se convirtieron en manos extranjeras que desnudaron a la plantilla y así sus hijos más prometedores se fueron a buscar el pan lejos de Madrid: De Gea, Agüero, Forlán y otros tantos.

Dos temporadas después el Cholo Simeone ya era el comandante en jefe y bajo su mando se conquistó otra UEFA, que en ese momento ya se llamaba Europa League. Comparando los onces iniciales de ambos partidos, no coincide ni un nombre. Dos UEFAS, dos años, 22 futbolistas. Enfrentando las plantillas, solo está presente el central Domínguez, que este verano ha emigrado a Alemania –como muchos otros españoles, no todos futbolistas-.

A la izquierda, el once de la final de la Europa League 2010 contra el Fulham. A la derecha, la final de 2012 contra el Athletic. No repite ni un solo jugador.
A la izquierda, el once de la final de la Europa League 2010 contra el Fulham. A la derecha, la final de 2012 contra el Athletic. No repite ni un solo jugador.

El Atlético construyó una mansión y se la tiraron. Desde los cimientos, levantó una aún más brillante y la historia se repitió. Llegó la Supercopa de Europa y se rieron a carcajadas del Chelsea: cuatro a uno. Pero los paralelismos con el pasado se acaban en este punto. El Atlético ha empezado la competición casera como un cohete y se sitúa al frente de la clasificación empatado a 22 puntos con el todopoderoso gigante azulgrana.

Esta nueva situación tiene dos culpables: Simeone y Falcao. Dos violinistas que tocan su música, uno en el banquillo, otro en el área, y hacen que esta banda suene mejor que nunca. El argentino ha trasladado al traje toda la garra que le caracterizaba cuando vestía de corto. Ha sabido exprimir con una plantilla que no había diseñado y conectar por medio de la exigencia como solo los mejores técnicos saben hacer.

Lo del colombiano es otra historia. El Atlético se lió la manta económica a la cabeza para tapar el enorme hueco que dejaba el Kun. Pero resulta que salieron ganando. Ahora cuentan con el mejor jugador de área del mundo, en palabras de Guardiola. Sus cifras le avalan: entre muchos -muchísimos- otros, dos goles en la final de la Europa League y tres goles en la final de la Supercopa de Europa. En Liga, sus nueve goles aúpan al colombiano a la altura de las dos torres más altas sobre un rectángulo verde: Messi –once- y Cristiano Ronaldo –nueve-. Pero como toda historia con el Atlético como protagonista, no todo es rosa. Cada vez cuesta más cuadrar los números con Falcao en la plantilla y son estas dificultades las que obstaculizan un futuro encadenado al Calderón. Cerca estuvo de irse este verano y parece que no llegará mucho más allá. Lo explicaba a la perfección el periodista español Marcos López en su blog Futbolitis. El emperador colombiano estará en el mercado y las alarmas de los equipos punteros se han disparado. Y no es para menos.

El Atlético se ha enamorado del fútbol y ha ilusionado a sus seguidores, amantes fieles que al sonido de un «ven» recuperan la confianza y la capacidad de soñar olvidando todos los tropezones del pasado. Y, ¿por qué no? Aunque el historial diga que este guión es conocido, esta vez puede que los sueños se hagan realidad. El bautismo de esta nueva tentativa tiene escenario, el Bernabeú, y fecha: jornada catorce, sábado uno o domingo dos de diciembre. El Atlético vive acomplejado ante la presencia de su hermano blanco, mayor, adinerado y triunfador. Acostumbrados a que en los últimos cruces les pasen por encima, una victoria teñida de heroísmo, arte y sentimiento, se convertiría en el clímax de esta oda que parece no tener fin.

Ningún equipo como el Atlético invita a desenfundar la pluma y escribir poesía, epopeyas, tragedias o novelas románticas. Joaquín Sabina ya lo tenía claro cuando compuso su himno del centenario. “Qué manera de aguantar, qué manera de crecer, qué manera de sentir, qué manera de soñar, qué manera de aprender, qué manera de sufrir, qué manera de palmar, qué manera de vencer, qué manera de vivir. Qué manera de subir y bajar de las nubes”. Ya tocará de bajar, pero de momento el Atlético disfruta de un vuelo placentero mientras contempla lo pequeñas que parecen desde lo alto las piedras sobre las que antes se arrastraba. Aunque sea sin dientes, ahora toca sonreír.

Jaime Santirso

@jsantirso

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