El Mal Economista

Publicado el El Mal Economista (EME)

Sociedad del conocimiento

Por: Andrés Londoño Botero

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La tecnología está transformando diversas facetas de la vida humana. No obstante, muchos sobrestiman su papel sobre la competitividad económica, pues hay quienes creen que basta con conectar a las personas a internet para crecer económicamente. El paso del modelo de economía forista (grandes fábricas y concentración en un solo bien de producción) a la sociedad del conocimiento ha puesto al individuo como eje central del progreso económico,  donde la tecnología es sólo una herramienta para potencializar sus habilidades.

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Primero hay que hacer una distinción. No es lo mismo información que conocimiento. La primera es factual y de fácil acceso gracias a la tecnología. El conocimiento es específico a las personas y empresas, pues es producto de la técnica, práctica e investigación. La tecnología puede facilitar la práctica y la investigación, pero no garantiza la generación de conocimiento en un lugar específico. Por otra parte, la innovación es el conocimiento puesto al servicio de la práctica, y se da cuando se introducen producto o servicios nuevos que son reconocidos por el mercado. Para que existan innovaciones debe haber personas dedicadas por mucho tiempo a entender un fenómeno, pues ésta proviene 90% de la técnica y 10% de la creatividad.

Para que una ciudad sea innovadora deben haber personas con conocimiento, Florida (2012) ha identificado un grupo de personas que con estas características, y los ha denominado la clase creativa. Los pertenecientes a ella provienen de diversas profesiones y contextos socioeconómicos. Lo primero que busca este tipo de personas son lugares con espíritu, que sólo se logran cuando hay diversidad étnica y cultural que generan una gran variedad de expresiones artísticas e intercambios de ideas. Las personas creativas prefieren lugares con una gran oferta de ocio como pequeños cafés, galerías, restaurantes y pequeñas salas de conciertos. Ellos están transformando los antiguos centros de importantes ciudades en entornos atractivos con una gran oferta de ocio. Los cafés y restaurantes se han convertido en puntos de encuentro para conversaciones informales que permiten el intercambio de ideas que desembocan en innovaciones y acumulación de conocimiento.

También, las relaciones laborales se están transformando gracias a la clase creativa. A estas personas lo les gustan los formalismos de antaño, prefieren formatos de conversaciones informales a las clásicas conferencias, así mismo aborrecen los códigos de vestimenta. Tampoco les gusta ser micro administrados, ni el otro extremo, abandonados. Generalmente son personas motivadas que quieren administrar su propio tiempo. No les gustan las órdenes pero sí tener un rumbo fijo.

En suma, la sociedad del conocimiento responde a la tensión histórica entre dos sistemas de valores: la ética trabajadora del protestantismo y la ética bohemia. La primera supone que el fin último de la vida es el trabajo duro. Por su parte, la ética bohemia es más hedónica y se basa en la felicidad y el placer. La clase creativa logra balancear ambos sistemas de valores. Hay que entenderlos para crear ciudades atractivas para ellos.

 

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Bibliografía

Florida, R. (2012). The Rise of the Creative Class, Revisited. Basic Books.

 

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