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Innovación disruptiva, el fin de las universidades? (1)

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Por qué algunas compañías que creemos son indestructibles, colosos corporativos que sentimos como componentes eternos de nuestra sociedad de un momento a otro y con una rapidez espeluznante desaparecen?

EL profesor Clayton Christensen de la escuela de negocios de la Universidad de Harvard ha dedicado una porción de su carrera a estudiar estos casos, y sus conclusiones son reveladoras. En un fenómeno que bautizó “innovación disruptiva” (la mejor traducción que tenemos para innovative disruption) encontró que en muchas ocasiones no es un competidor enorme, cargado de experiencia y recursos quien saca del mercado a estos titanes, sino la aparición de una tecnología nueva que cambia los fundamentales del negocio, y que los jugadores tradicionales, ya sea por arrogancia o por aferrarse a lo que asumen son mejores prácticas eligen ignorar.

Ahora bien, por lo general estas innovaciones emergen en  productos de poco valor agregado que no juegan un papel clave los resultados de las empresas grandes, ó en que en sus versiones primitivas no está perfeccionada y presenta falencias operativas que no la hacen atractiva para los jugadores tradicionales que la consideran de mala calidad.

Para dar claridad al tema revisemos un ejemplo: poco antes de yo llegar al mundo (actualmente tengo 37 años), los televisores eran unas cajas enormes de madera, soportados en cuatro puntos que les daban una apariencia de mesón añejo, las pantallas eran convexas de tono verde y tomaban una eternidad en encender, revelando al principio un pequeño punto que lentamente crecía hasta formar una imagen en blanco y negro; el secreto detrás de esta maravilla tecnológica de mediados del siglo 20: los tubos al vacio.

La tecnología de tubos al vació fue por años la norma en el mercado, su amo y señor era una empresa llamada RCA que por años llenó el mercado de costosos productos para un grupo selecto de individuos sin rivales claros, en los años 50 nació la tecnología de los transistores, la cual fue evaluada por RCA a un costo de miles de dólares para llegar a la conclusión, acertada por cierto, que no resultaba apropiada para la fabricación de televisores, las investigaciones fueron archivadas y la compañía continuo su producción de equipos de tubos.

Al mismo tiempo una compañía japonesa desconocida, comenzó a usar los transistores para fabricar radios compactos (para los estándares del momento), el producto que lanzaron definitivamente era mediocre, la señal dependía de la posición del usuario, hacia donde apuntaba la antena y la mayoría del tiempo no captaba señal alguna, sin embargo los individuos que estaban adquiriendo estos radio-transistores no tenían un televisor en casa ni radios “sofisticados”, simplemente no tenían un patrón de comparación, y cuando tu alternativa es “nada” cualquier cosa resulta atractiva.

Que sucedió después?, los radio-transistores fueron evolucionando, mejorando su funcionamiento, reduciendo su tamaño y convirtiéndose en productos de calidad, al cabo de unos años sus componentes perfeccionados eran lo suficientemente confiables como para ser usados en televisores de menor tamaño y mejor desempeño que los de tubos, una vez esta compañía japonesa produjo su primer televisor, el éxodo fue masivo, los equipos de tubos al vacio alcanzaron rápidamente su obsolescencia y RCA pasó al anonimato, el nombre de la empresa japonesa: SONY.

De igual manera sucedió cuando una joven aerolínea de Texas llamada Southwest, se dio cuenta que si ajustaba su oferta de servicio, dejaba de ofrecer comidas gourmet en vuelo, sillas amplias y lujos para en su lugar entregar puntualidad razonable y bajo costo, podía comenzar a transportar a personas que usualmente conducían su auto o tomaban el autobús, así nacieron las aerolíneas de bajo coste que acabaron con muchos de los nombre más emblemáticos en la industria del transporte aéreo de pasajeros.

Ahora bien, la historia de los negocios está plagada de historias como esta, los ataques disruptivos que acaban con titanes empresariales tienen, entre otras, dos características usuales:

1. Empiezan en productos de bajo valor agregado que usualmente se perciben como de poca contribución económica, es el caso de las transnacionales que deciden salirse de sus productos “commoditie” para concentrarse en “especialidades” cediendo ese mercado por considerarlo demandante de recursos y de poco valor, no estoy diciendo que esto sea una mala jugada per se, pero si es motivada por la incursión de jugadores que están logrando hacer dinero en esos productos, hay que levantar alertas.

2. Atacan inicialmente un mercado de “no consumidores”, caso los usuarios de radio transistores que no tienen televisores, o lo viajeros que viajan en autobús que comienzan a acceder a aerolíneas de bajo costo.

 Como aplica esto al caso de las Universidades?

La academia tradicional tiende a desechar el fenómeno de la formación virtual, por considerarlo de baja calidad, son muchas las instituciones de educación superior que consideran la educación en línea un subproducto indigno y un insulto a la labor formadora de la Universidad tradicional.

En un mi post anterior sobre calidad en educación, me preguntaba si lo que consideramos calidad, realmente es calidad, resaltaba ejemplos como Khan Academy, que en su trabajo con escuelas públicas ha demostrado las enormes ventajas que aparecen cuando los alumnos pueden trabajar a su ritmo, al mismo tiempo que propone un roll diferente para el docente, enfocado a garantizar la retención de conocimiento apoyado con información detallada sobre el desempeño de su clase.

Cabe preguntarse si las Universidades pueden estar cerca de sufrir una interrupción disruptiva, como sucedió a RCA, pero también a compañías tan solidas en su momento como Tower Records, Blockbuster Video o como está viviendo el comercio tradicional a manos de Amazon, el boom de internet ha facilitado la aparición de tecnologías disruptivas como nunca antes; y en los últimos años compañías como coursera, edx, o udacity han incursionado con fuerza en el mercado de educación.

Estas instituciones virtuales han acuñado el término MOOC (Massive Online Open Courses), para referirse a los cursos de universidades que son puestos a disposición de la comunidad de forma gratuita, incluso con la posibilidad de obtener certificados. En este momento es posible tomar en formato virtual, entre muchos otros, el curso de teoría de juegos que ven los alumnos de Stanford dictado por sus mismos docentes, acceder a comunidades de apoyo, wikis y un mundo de recursos digitales libre de costo. En una segunda parte analizaremos si efectivamente existe un tsunami virtual (como lo llamó Jhon Hennesy de Stanford) con características disruptivas para las universidades; sin embargo conviene revisar si quienes están obteniendo su educación en formato virtual son personas que no pueden acceder a la formación tradicional (tal como los usuarios de radio transistores en los sesenta que no podían acceder a una TV), y si la ocasional arrogancia de la academia frente a la formación en línea pueden compararse con el comportamiento de tantas compañías que han desestimado la innovación, solo para ver sus negocio derrumbarse en cuestión de un par de años.

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