El Cuento

Publicado el ricardogonduq

De espontáneos y mandados

 

Foto: @CarlosAceroC
Foto: @CarlosAceroC

Había una vez unos rebeldes con causa que querían desafiar en la universidad a un presidente que oía pero no escuchaba. Un presidente que también, con algo de razón, sabía de dientes para adentro que había uno o varios jefes detrás de quienes le reclamaban. En este cuento, Sara Abril y Carlos Acero.

 Fueron varios los trinos feroces que desde la semana pasada me llegaron por hacer la pregunta de si las protestas al presidente Santos, primero de Sara Abril en enero y luego de Carlos Acero la semana pasada, habían sido una iniciativa espontánea o motivada por su filiación política o, más que eso, por su militancia en el Polo Joven.

Y creo que las respuestas siguen estando divididas en un país en el que los estudiantes, dependiendo del lado político que estén, son vistos como unos héroes o unos revoltosos. Para ponerlo en términos claros: en Colombia, para la izquierda esos manifestantes son legítimos inconformes de la situación del país, mientras desde la derecha, llegan incluso los adjetivos de “terroristas”. Ah, pero si hablamos de la Venezuela de hoy, es al revés. Para la derecha, los manifestantes allá son víctimas del régimen y para la izquierda, son horrorosos golpistas y desestabilizadores. Así nos pone la política.

En medio de esa duda sobre lo legítimas o viciadas que pudieron ser las dos protestas, que vienen de la misma orilla, quise armar El Cuento de esta semana hablando con los dos protagonistas que desde las dos mejores universidades del país – Los Andes y la Nacional – le quisieron cantar sus verdades al presidente Santos. Ellos, con discursos muy parecidos, pero realidades diferentes; lo que más quieren dejar claro es que el presidente Santos (pero también Uribe y los demás) no se ha tomado la molestia de escucharlos realmente.

La inconforme estudiante de la Universidad es Sara Abril, quien con su voz cortante responde rápidamente a mi duda: “En la Universidad todos saben que yo hago parte de un partido político, pero no por eso a mí me mandaron a hablarle al Presidente…” Fue espontánea, pretende concluir ella. A pesar de que lleve cuatro años vinculada al Polo Joven y a pesar de que se codee con los líderes del partido de oposición que incluso salieron a aplaudirla después de su protesta en la Nacional.

Con todo eso, ella defiende su discurso de 10 minutos sobre la educación, el salario mínimo, Isagén y un largo etcétera, que lo que hizo fue dañarle la fiesta al presidente Santos, quien quería pasar “en limpio” en la institución que en 1967 sacó espantado al expresidente Carlos Lleras.

Al oriente de la ciudad, días después de la charla de unos pocos minutos que tuvo con el Presidente a la entrada de la Universidad de Los Andes, el estudiante de Derecho, Carlos Mario Acero, niega que los ‘duros’ del Polo en Bogotá, como el senador Robledo o el representante Navas, tengan algo que ver con las dos manifestaciones estudiantiles. Él lleva seis años en la organización joven de los opositores, pero contesta con vehemencia que “no existen indicaciones del partido hacia nosotros para hacer una cosa u otra. Con esto de la pancarta no estábamos buscando réditos políticos”. La duda que me queda entonces es ¿para qué existe el Polo Joven si no es para esto?

Y lo digo porque no veo nada de malo que un partido político que está en abierta oposición al Gobierno, “utilice” a sus miembros para incomodar, abuchear, debatirle, preguntarle (o el verbo que quieran ponerle) al Presidente, siempre y cuando no usen la violencia. Pero Sara es muy clara en su relación con las directivas del Polo: “Solo van como invitados a las charlas que hacemos…”

Aunque me quedan algunas dudas, realmente les creo a Acero y a Abril cuando cierran de tajo la duda sobre si era un favor el que le querían hacer a unos políticos con los que simpatizan. Pero me surge otra, más allá de la división izquierda-derecha: ¿por qué entonces el movimiento juvenil estudiantil no ha logrado nada realmente importante en los últimos años en el país? Sí, me dirán que la caída de la reforma a la ley 30, pero eso se quedó ahí, en el 2011.

Mis críticas a las dos expresiones de este comienzo de año, no es tanto porque tengan las evidentes motivaciones políticas que están ahí, así lo quieran negar; van a que no logren convertir esas motivaciones en algo que trascienda. Que no se quede en la flor de un día, sino en toda una primavera, aunque con menos violencia que la Árabe, por ejemplo. O en unos indignados españoles, pero que no se dejen comprar tan fácil por un solo partido político, como Podemos.

Y es que los dos estudiantes que asomaron su cara, que alzaron su voz en estos últimos días, saben lo lejos que están de esos grandes movimientos. Acero admite que “Hace falta pasar más del dicho al hecho” cuando insiste en que muchos de los tales indignados solo son de redes sociales, pero no de la calle cuando se necesitan. Aunque también recuerda que “se ha difamado mucho al movimiento…” como la vez que la Policía publicó ese odioso llamado ‘cartel de los vándalos’.

Lo que deberán empezar a tener en cuenta es que la inconformidad, la indignación y el espíritu de protesta que está en las venas de los jóvenes no puede ser propiedad de la izquierda ni de la derecha, aunque es inevitable que hagan parte de ellas. Por eso, a pesar de que suene antipático para muchos de los que hacen parte de esos movimientos, estas interesantes protestas que ojalá veamos cada vez más a menudo en Colombia, van a tener que estar motivadas por espontáneos y por mandados.

Un punto de giro: ¿Qué pasará si con Santiago Uribe a la Fiscalía le pasa lo mismo que con Sigifredo López? El uribismo quedará fortalecido, victimizado, incendiario y sin someterse a la justicia transicional, que parece es lo que quieren.

Aquí se acaba este cuento, como me lo contaron te lo cuento.

 

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