La droga, ¿y Colombia?

Publicado el Jorge Colombo*

Estados Unidos del siglo XIX: un paraíso para narcodependientes

Hoy, hace exactamente cincuenta años, se firmó la Convención Única sobre Estupefacientes y con esta se le dio inicio a la guerra contra las drogas. En aquel entonces, los especialistas sabían que este tratado agravaría el problema. Pero probablemente, no se imaginaban que lo haría de una forma tan espectacular.

Hoy, medio siglo después, nadie tiene idea de como era la situación de consumo de drogas antes de 1961. La permanente guerra contra las drogas es una guerra orwelliana de cuyo origen y razón no tenemos idea, pero que todos estamos convencidos de su inevitabilidad y necesidad.

Para entender el consumo en un mundo donde las drogas están legalizadas sin mayor regulación, no tenemos que recurrir a modelos matemáticos para que nos proyecten una cifra que mida la decadencia. Basta con buscar la explicación en la historia.

Durante todo el siglo XIX, en Estados Unidos, el consumo de narcóticos era legal. Allí, estos eran tan comunes como lo es hoy la aspirina. Los médicos los subministraban directamente o  mediante prescripción, se vendían en droguerías sin receta, se conseguían en tiendas, se compraban por correo.

La forma más común de consumo era el láudano: una preparación a base de alcohol y morfina. Muchos lo administraban a infantes para calmarlos. Despues de la guerra civil de 1861, el uso de morfina se hizo más común. Aún así las cifras de adictos eran las mismas de hoy en día: en muy raras ocasiones estos representan más del 2% de la población.

Esto no quiere decir que el uso no médico de morfina no fuese percibido como algo inmoral, como lo eran el juego, la promiscuidad o el consumo de alcohol. Había un mecanismo de regulación social. Se estaba familiarizado con el concepto de adicción, tal y como se puede comprobar en un artículo publicado en Catholic World (Mundo Católico) en 1881, donde se describe la situación de alguien que ha estado consumiendo opiáceos por un tiempo y desea parar su uso:

De repente sus ojos se abren ante su necedad y atónito se da cuenta de que se encuentra enrollado en una serpiente tan despiadada como una boa constrictor y tan incesante como el destino. Con firme determinación decide liberarse descontinuando su uso. Ahora es que su sufrimiento empieza y rápidamente incrementa hasta volverse insoportable. Suya es la tortura del rico Epulón, pero, a diferencia de este miserable, le basta extender su mano para encontrar un océano que satisfaga su sed. La naturaleza humana es poco extraordinaria y tal auto-negación no nos sorprende […] Una y otra vez, intentará liberarse de esta esclavitud tan humillante, solo para fracasar de nuevo, y finalmente rendirse a su condición de opiófago.

Pero aunque fuese el consumo inmoral, en aquel entonces el adicto no recibía la sanción moral de la que hoy es víctima. A los adictos no se les despedía de sus trabajos. La gente no se divorciaba porque su pareja era adicta. Los hijos no eran raptados de sus padres para ser encerrados en resguardos porque alguien en la familia era adicto. Los adictos eran parte de la comunidad, asistían a misa y al colegio e iban a la universidad. Así pues, durante todo el siglo XIX se evitó el aspecto más desatrozo de la guerra contra las drogas: la aparición de una subcultura de adictos, completamente privados de su dignidad y sin posibilidad alguna de rehacer su vida. En aquel entonces, aunque había muchos grupos que querían volver el alcohol ilegal, no se encontraba por ningún lado los que pedían lo mismo respecto a los narcóticos. Simplemente porque los narcóticos no son una amenaza para la sociedad.

No solamente la humanidad ha lanzado guerras manipulando conceptos religiosos. Ahora también lo hace en nombre del progreso. Y en el siglo XXI no hay aspecto de la vida política de nuestro país que no se vea salpicada por las consecuencias de esta guerra en vano.

Nota:

Esta entrada es básicamente un resumen comentado del primer capítulo de The Consumer Union Report on Licit and Illicit Drugs, libro de lectura obligada para cualquiera que aspire a tener una opinión informada respecto al tema.

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