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Publicado el @ComíCuento

El País de las Maravillas 2: El guardián y las maravillas de Llano Blanco

El camino antiguo hacia Villa de Leyva. Vereda Llano Blanco. Tierra de maravillas
El camino antiguo hacia Villa de Leyva. Vereda Llano Blanco. Tierra de maravillas

por : @JLodemesa   #PaisdelasMaravillas

Las colinas suaves del País de las Maravillas se amontonan unas sobre otras. La carretera principal que de Villa de Leyva lleva a Gachantivá es lenta, escarpada, pues va circundando sinuosamente estas colinas: son 13 kilómetros y en esta tierra es imposible ir a las carreras. A los pies de la vereda Llano Blanco se divisa buena parte de la Provincia de Ricaurte y desde donde estamos se ve Villa de Leyva y los pueblos circundantes. En lontananza, en el extremo nororiental del Valle, una gran humareda se levanta.

–          Se está quemando Sutamarchán – nos dice en broma don Hernando Suárez.

Su voz es pausada y jovial, y el tono es honesto y siempre deferente. La conversación se salpica aquí y allá del “sumercé” tan propio del campo boyacense. Don Hernando sonríe y sus profundos ojos azules brillan para iluminar aún más su sonrisa. A pesar de que es un hombre mayor, (tanto que recuerda cuando no existía la carretera por la que llegamos sino el camino antiguo, el que “tiene más de 400 años y por el que iba con mi padre todas las semanas al mercado en Villa de Leyva”), don Hernando conserva una vitalidad sorprendente.

Don Hernando Suárez. El guardián de las maravillas
Don Hernando Suárez. El guardián de las maravillas

Don Hernando Suárez ha sido nuestro primer guía en tierra de las maravillas. Él es uno de los pocos campesinos de esta parte del País de las Maravillas que aún las conserva, por gusto, por crianza. Oriundo de la vereda y atado indisolublemente a la misma, don Hernando hoy en día es además el presidente de la Junta de Acción Comunal, el fontanero de la región (“con más de 40 años de experiencia”) y una de las personas más conocidas y respetadas de la zona.

El bulbo de la maravilla
El bulbo de la maravilla

Esta tarde de lunes nos encontramos en la finca de sus sobrinos que él vigila pues ellos viven en Bogotá.

La huerta – que bien podría ser el sueño de cualquier permacultor o biodinámico – no tiene más de diez metros cuadrados, pero en ella se encuentran regadas, no sólo las maravillas con sus flores anaranjadas y atigradas, sino también una variedad de plantas alimenticias que crecen allí, unas al lado de las otras, sin orden aparente. A las maravillas se unen arracachas, yucas (sí, yucas a 2000 metros sobre el nivel del mar), malangas, ibias, papas, papayuelas, uchuvas, duraznos… la huerta campesina tradicional para el sustento propio.

Las maravillas en el huerto de don Hernando
Las maravillas en el huerto de don Hernando

Es allí, en la huerta que se halla entre las casas de la finca (a escasos 50 metros de la carretera principal), que don Hernando guarda sus maravillas. Las tiene más no las cultiva. Las maravillas no se cultivan: crecen como maleza por doquier, incluso entre las grietas de la cimentación de la casa, por lo que no necesitan de mayores mimos ni cuidados para progresar.

Maravilla creciendo entre las grietas
Maravilla creciendo entre las grietas

Las maravillas de Llano Blanco tienen un ciclo de vida de 3 meses y sus espectaculares flores, dice don Hernando, alcanzan a durar unos pocos días. Antes de morir, la planta se torna amarilla y entonces sus dos o tres vainas oblongas literalmente estallan como maíz pira, liberando por doquier las pequeñas semillas amarillas de no más de 2 milímetros de diámetro. Don Hernando recalca que las semillas se entierran tan profundamente que luego del ciclo de la planta, cuando es hora de recoger, se hace complicado desenterrar los bulbos, necesitándose un azadón para hacerlo.

Las semillas de las maravillas
Las semillas de las maravillas

Ante el interés creciente en un producto que casi todos habían olvidado, don Hernando está pensando en habilitar un pedazo de tierra para cultivar maravillas. Nunca lo había pensado, pues con su padre el cultivo para vender era el maíz que allí se ha cultivado toda la vida. Las maravillas se tenían y aún se tienen para el pancoger, para la necesidad diaria, no para vender. Es más, aún ahora, con algo más de confianza entre don Hernando y nosotros, el guardián de las maravillas aún se niega a recibirnos dinero por sus maravillosas maravillas. Sin embargo, prometió pensarlo para la próxima…

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