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Publicado el vistodesdeeuropa

Con la mano en el corazón

UU_6Thierry Henry camina solo, con las manos en la cintura en medio de la alegría de sus compañeros y el público enardecido del Estadio Saint Denis. Se ve confundido, pensativo. No sabe si abrazarse con sus compañeros por el objetivo o consolar a sus colegas derrotados, indignados y consumidos por una mezcla de impotencia y tristeza. Pocas veces se observa una escena de profesionalismo entre dos futbolistas ante un momento de tal magnitud. Fue la protagonizada por el francés y el irlandés Richard Dunne. Los dos sentados en el área de la discordia. Uno tratando de explicar lo sucedido y el otro escuchando con atención en medio del dolor.

El gesto solidario del delantero del Barcelona no alcanzará para remediar el daño deportivo, tampoco hará que la FIFA y su frío reglamento den su brazo a torcer. Pero sí contribuye a  la humanización en un medio mecánico en el que los resultados pasan por encima del sentimiento y el espíritu competitivo.  

«Me siento avergonzado por la manera que ganamos. Por supuesto, la solución más justa sería repetir el partido pero no está en mi control». La declaración de ‘Tití’ para calmar la marea de críticas entorno a su doble manotazo no basta. El hecho está consumado. Francia adentro, Irlanda afuera. En el fútbol la ley no le da lugar a la honestidad.

Hoy todos se inclinan a favor de la víctima, claman justicia y juego limpio. El discurso tiene un mismo fin: la solidaridad con el afectado. Sin embargo, Henry no ha sido ni será el último protagonista de historias como está. ¿Ha habido sucesos similares? Sí, ¿han sido juzgados y escandalizados por el entorno del fútbol de la misma manera? No. Citemos dos casos.

Hace 23 años el salto-puño de Maradona fue la cuota inicial del calvario de los ingleses en el Mundial del 86. La marca registrada del astro argentino es un ejemplo clásico y vigente para medir las interpretaciones de un lado y otro ante un mismo acontecimiento. Denominada  “la mano de Dios”, la acción maradoniana fue calificada como un sello de astucia y repentización en una jugada.  La acción del capitán francés es observada como un suceso ventajoso e indignante. Hoy es portada en el planeta fútbol.

La mano de Piqué en Stamford Bridge en la semifinal de la Champions contra Chelsea entra en el menú de omisiones que cambian el rumbo de un partido. El claro penal ignorado por el noruego Tom Henning cuando los ingleses se encontraban 1-0, hubiese significado la oportunidad de liquidar la serie, postergar la triple corona del fantástico equipo de Pep Guardiola y el derecho de los ingleses a tener revancha inmediata ante el  Manchester. Sin embargo, la omisión permitió el empate y la tapa de los diarios se quedó con el heroico festejo de Iniesta.  ¿Y la mano de Piqué? Formó parte del sumario pospartido. Nada más.

Es claro que ante el fútbol encantador del Barza la crítica fue leve y  hasta permisiva con el infractor, factor que no justifica ni debe modificar las reglas del juego.     

La infracción del galo no se discute. Es clarísima. Sacó provecho, Gallas definió y Francia clasificó. Hablar de merecimientos en los 180 minutos es subjetivo. Cualquier análisis del juego se rompe y pasa a un segundo plano. La acción invita a la polémica y no a la discusión netamente futbolera. Sin embargo, más que polémica, los juicios han tenido como foco principal la indignación de un país (Irlanda), un verdugo (Henry) y un cómplice (el sueco Martin Hansson).

Las tres manos se dieron en contextos diferentes pero comparten el argumento de incidir en resultados verdaderamente importantes. La reacción del entorno futbolístico nunca ha sido la misma. Pocos fueron realmente objetivos con el caso de Maradona. En el duelo entre ingleses y españoles, sólo los perjudicados protestaron. Henry es señalado por todos.   

Otro aspecto que comparten estos sucesos omitidos es que derivaron en éxito. De la mano de Maradona, Argentina se consagró campeona mundial. Piqué le dio una ‘manito’ al Barcelona para alcanzar la cima de la Champions. Ahora Henry llevó de la mano a su selección hacia Sudáfrica.

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