Omayra

Publicado el Pablo Aristizábal Castrillón

House of cards y la pedagogía

En uno de los habituales listados de internet, la revista Semana publicó hace poco las “5 lecciones de las series de TV para aplicar a la educación”. A la serie House of cards  le correspondió: “ser constante y metódico en lo que uno se propone”. Es comprensible la tendencia humana de sacarle moraleja a cualquier cosa, y coincido con que hay aspectos de la serie que, quizá, con algún esfuerzo, podrían servir de herramientas pedagógicas. Pero también convendría ser más cautelosos cuando se trata de educar a partir de contenidos creados con el único fin de entretener, como es el caso de la mayoría de las series televisivas.

Dice la revista Semana: “los dos personajes de la famosa serie de Netflix no son el mejor ejemplo en lo que a la consecución de los sueños de forma ética y moral se refiere. Pero sí lo son en cuanto a ciertas actitudes que hay que desarrollar cuando se busca materializar un objetivo en el mediano y largo plazo: ser decidido, firme y perseverante. No sobrecogerse ante la adversidad y, en caso de encontrarse con contratiempos, reformular el modo de proceder con inteligencia y determinación”. Bonito, pero hay un detalle: los personajes de la serie carecen de ética y moral justamente porque son demasiado decididos, firmes y perseverantes. Toda virtud que se excede se convierte en defecto.

Las producciones audiovisuales son el modelo de las personas. Muchos quieren ser como lo que ven en la pantalla: ¿cuántos sueñan con tener las vidas improbables de Hollywood? Los humanos, por naturaleza, imitamos lo que vemos y, sobre todo, lo que nos cautiva. Por eso sobran los medios de comunicación que repliquen contenidos irreflexivamente y más aún si lo hacen en la sección educativa. Se necesitan perspectivas que incentiven el carácter crítico, más allá de una salvedad de dos renglones en la que se confirma lo obvio: “los dos personajes de la famosa serie de Netflix no son el mejor ejemplo en lo que a la consecución de los sueños de forma ética y moral se refiere”, pero… el fin justifica los medios.

Casi cualquier amante de House of cards admitiría que esta no es un ejemplo de conducta y criticaría situaciones semejantes en la política real. No es por moralidad que se ve la serie, sino por diversión. ¿Quién querría que su presidente, cuyo salario proviene de los impuestos que paga, fuera el simpático y divertido Frank Underwood? Muy pocos. Aunque si así fuera, nadie se extrañaría, porque hay una idea que se ha normalizado: la política real es igual o peor que la de la ficción, en especial, que la de House of cards. Y así es, debido a que la virtud de los políticos no suele ser la ética o la moral, sino, precisamente, ser tan decididos, firmes y perseverantes, que no importa por encima de quién haya que pasar. La terquedad y el egoismo no son una novedad, son un reflejo de lo que ocurre en nuestra sociedad.

Hay que destacar que la misma revista Semana tituló creativamente una noticia de la actual carrera por la procuraduría como “El House of cards en la carrera por la Procuraduría”. Quién sabe si con ello pretenden enseñar la persistencia al perseguir las metas o señalar que en la política real, al igual que en la serie, el fin justifica los medios.

 

pac

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