Cosmopolita

Publicado el Juan Gabriel Gomez Albarello

Por qué votaré en blanco en las elecciones para Congreso

Entre las tantas razones para votar en blanco en estas elecciones, quisiera que considerara ésta: el rechazo contundente a partidos políticos que no tienen escrúpulo alguno en promover la candidatura de hijos de políticos. Con estos partidos, la democracia ha quedado convertida en un chiste.

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Hay una clara disposición en los partidos colombianos a abrirle la puerta a los hijos de sus caciques y a ponerlos en lugares de prominencia. El caso más aberrante es el del Partido Liberal. En las anteriores elecciones para Congreso, la cabeza de lista para el senado era el hijo del político Luis Carlos Galán y la cabeza de lista para la Cámara el hijo de César Gaviria. Luego, en las elecciones para el Concejo de Bogotá, el cabeza de lista fue el hijo de Horacio Serpa.

En estas elecciones, en las que Horacio Serpa va como cabeza de lista al Senado, Juan Manuel Galán repite como candidato y probablemente repita como senador. Su hermano Carlos Fernando es la cabeza de lista para el Senado de Cambio Radical. Yo no sé de ninguna diferencia de opinión sustancial entre estos dos candidatos. En realidad, no me parece ninguno de ellos represente nada sustancial.

En la lista del Partido Liberal figura Juan Luis Castro Córdoba, quien parece que recogerá el caudal electoral de su madre, Piedad Córdoba. El hijo de otro político inhabilitado también busca llegar al Congreso como candidato del Partido Liberal: Juan Carlos Losada, quien podría beneficiarse del apoyo de otros miembros de su familia también políticos.

Quien crea que las cosas son distintas en la Alianza Verde se equivoca de cabo a rabo. La lista para la Cámara incluye a Eduardo Garzón, hijo del deslucido político ‘Lucho’ Garzón, en cuya administración, según declaraciones del exconcejal Wilson Duarte, “comenzó el carrusel de la contratación.” Pero no todos los candidatos a la Cámara de los Verdes son de la misma estirpe. Inti Asprilla, hijo del Secretario de Gobierno del Alcalde Gustavo Petro, decidió ser candidato luego de la sanción impuesta a su padre.

Así las cosas, el término “clase política” empieza a tomar entre nosotros un sentido distinto. Estamos pues ante el fenómeno de una clase que detenta los medios de producción del voto y que, gracias al control sobre esos medios, perpetúa su condición de tal. Lo peor para la izquierda o centro-izquierda o cualquier otra etiqueta se quieran denominar quienes hablan de justicia social, igualdad de oportunidades, etc., es que sus partidos políticos hagan exactamente lo contrario de lo que preconizan. En un partido de izquierda o centro-izquierda decente, los liderazgos no deberían ser hereditarios; las candidaturas no deberían ser endosables a los familiares ni a nadie. Pero no, tal no es el caso.

Que yo sepa, en el Polo Democrático Alternativo no hay delfines. Iván Cepeda es hijo de un político, pero no se ganó su lugar en la lista del Polo con su apellido sino con su trabajo con víctimas de violaciones a los derechos humanos. Su perfil es muy distinto del de todos los anteriores. Y, sin embargo, está en el que considero el peor partido de izquierda que pueda haber hoy en Colombia. Lo mismo le sucede a otro gran candidato en la lista al Senado que no tiene nada de delfín: Rodolfo Arango.

A Rodolfo le pregunté acerca de la forma en la cual su partido asignó los renglones en la lista, en particular, acerca de la forma en la cual decidió acerca del cumplimiento de la ley de cuotas y el lugar de las mujeres en la lista del Polo. Me dijo que le preguntara al Secretario de su partido. A mí esa respuesta no me satisface. Me parece que es el reflejo de la falta de compromiso del Polo con la demanda de mejoramiento de la posición de la mujer en los cargos de responsabilidad política. Gracias a la izquierda, en la mayoría de países europeos la proporción de mujeres en esos cargos aumentó considerablemente. Aquí el cambio no ha ocurrido y la izquierda no ha hecho nada sustancial para que eso ocurra.

Rodolfo defendió a su partido diciendo que la selección de una mujer como candidata presidencial era muestra de su compromiso con el tema. A mí esta candidatura me sabe a tokenism: una falsa integración y promoción de una minoría. Luego de que los candidatos entreguen sus cuentas al Consejo Nacional Electoral, me atrevo a conjeturar que el promedio de contribuciones recibidas por las candidatas al Senado y a la Cámara del Polo será menor, sustancialmente menor, que el promedio de las contribuciones recibidas por los candidatos de ese partido. Desde luego, las cosas no son distintas en los otros partidos, pero los otros partidos no pregonan ningún compromiso con la igualdad, como si lo hace el Polo Democrático Alternativo.

En estas elecciones, mi decepción con la izquierda es profunda. Yo no sé si sus dirigentes dan por descontado que gente como yo votará por alguno de sus candidatos en estas elecciones. Si así fuera, quisiera decirles que están muy equivocados. Me parece que su liderazgo no está a la altura de las tareas que tienen que realizar. Una izquierda que debería estar comprometida en la teoría y en la práctica con la igualdad de oportunidades reproduce las mismas prácticas clientelistas de los partidos tradicionales.

Creo que conviene enviarles una señal muy fuerte de rechazo a quienes se presentan como candidatos de izquierda por sus inconsistencias y eso se hace votando en blanco. Ese voto sirve además para darle un mensaje fuerte de castigo a una clase política que le ha fallado al país en todas las coyunturas críticas. Basta con mencionar su silencio frente a los graves fenómenos de violencia que han ocurrido y que siguen ocurriendo, así como a su desconexión con los problemas de muchos colombianos, desconexión que quedó en evidencia el año pasado durante el Paro Agrario.

Por mandato constitucional, si el voto en blanco obtuviera la mayoría absoluta en las próximas elecciones, se repeterían los comicios. Hasta ahora no ha habido ningún debate entre los cabezas de lista en el cual queden en evidencia las diferencias programáticas que existan entre sus colectividades. Con el triunfo del voto en blanco podríamos por lo menos exigir un debate como ese y obligar a los políticos a tomar nota del profundo rechazo que inspira su mediocridad.

Si el voto en blanco no alcanza esa mayoría, si ni siquiera supera en votación al tercer partido más votado, ¿habremos perdido nuestro voto? No lo creo. Aunque se resista a ello, la clase política tendrá que tomar nota del movimiento de ciudadanos que estamos inconformes con su pobre gestión.

Hasta cierto punto, se trata de un problema que desborda a los políticos. La democracia representativa está en crisis. Quien vea el mapa de las protestas ciudadanas en la última década, se dará cuenta de que el problema es general. Creo que todos los intentos por resolver la cuadratura del círculo – cómo conciliar la igualdad política con la desigualdad económica –que se han ensayado hasta ahora han fallado. Aquí en Colombia, sin embargo, nuestra clase política ha contribuido a acendrar la gravedad de la situación. Por eso creo que conviene votar en blanco.

También conviene hacerlo para calentar motores de cara a las presidenciales. La fallida reforma a la educación, la inequitativa reforma tributaria, la todavía no aprobada y nada auspiciosa reforma a la salud, la falta de compromiso con la defensa del medio ambiente y de nuestros recursos naturales son una lista demasiada larga de fallas del actual gobierno para que le demos al Presidente Santos la posibilidad de que se reelija. Mucho menos ahora que ha hecho llave con alguien que confirma que la política en Colombia se ha vuelto un privilegio hereditario.

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