Cosmopolita

Publicado el Juan Gabriel Gomez Albarello

El bloqueo al funcionamiento de la Universidad Nacional y la responsabilidad del representante profesoral

En respuesta a varios cuestionamientos, presumo que incluido el mío, el representante de los profesores en el Consejo Superior de la Universidad Nacional, el profesor Mario Hernández, envió una carta que reproduzco aquí en el blog. Luego de la carta los lectores encontrarán la respuesta que le envié al profesor Hernández, así como el mensaje de rechazo al bloqueo que recibí del profesor Carlos Arturo Guerrero Fonseca.

 

Carta abierta sobre la posición expresada en el CSU [enviada por el representante profesoral Mario Hernández]

Tal como lo registré en el informe sobre la sesión del Consejo Superior Universitario (CSU) del martes 26 de febrero y como puede verificarse en la grabación de la misma, que es un documento público oficial, el Rector, Ignacio Mantilla, presentó su informe sobre el conflicto laboral de los trabajadores y sus gestiones para solucionarlo. Al terminar solicitó que el CSU expidiera un comunicado exigiendo al Comité Pro Mejora Salarial el desbloqueo de los edificios como condición para continuar la negociación.

Se escucharon varias opiniones. La Representante Estudiantil argumentó que no se trataba de profundizar la confrontación y la división, sino de ofrecer una solución concreta sobre la gestión de la adición presupuestal necesaria en la instancia correspondiente, con un compromiso claro y tiempos límite, como la manera de superar el conflicto actual.

Como Representante Profesoral ya había expresado que los profesores y profesoras habíamos realizado varias reuniones y asambleas, cuyas conclusiones habían sido ampliamente divulgadas, en las que se analizaba la situación de los trabajadores, se reconocía la justeza de sus demandas y se ubicaban en el marco de la situación de crisis financiera acumulada de la Universidad y del desfinanciamiento de las universidades públicas, suficientemente reconocida.

Sin duda alguna, el profesorado había expresado por escrito el rechazo al bloqueo a los edificios realizado por los trabajadores, como se le comunicó con claridad a los mismos trabajadores. Pero la solución estaba en avanzar, lo más pronto posible, en la gestión de los recursos ante el Ministerio de Hacienda para resolver esas justas demandas que la misma dirección de la Universidad ya había reconocido en el acta de noviembre de 2012 y se había comprometido a gestionar.

El mensaje solicitado por el Rector, de exigir desde el CSU el desbloqueo para continuar la gestión de la solución, a mi juicio, no hacía más que echar más leña al fuego y radicalizar aún más las posiciones. De allí mi abstención a firmar, en esos términos, el comunicado del CSU.

Esta perspectiva también se apoyaba en la asamblea de profesores realizada el día anterior en la cual se realizó una votación frente a la propuesta de “exigir a las directivas la apertura de los edificios para la realización de las actividades académicas”, como la forma de “garantizar la gobernabilidad” en el campus de Bogotá, la cual recibió 13 votos a favor, 58 en contra y 2 abstenciones.

El mensaje de esta votación, expresado en varias ocasiones en la misma asamblea, era evitar una mayor confrontación que terminara en hechos cada vez más violentos y, por el contrario, pedir a la administración su compromiso a la solución más expedita del conflicto real que había generado esta decisión de los trabajadores.

Curiosamente, apenas terminada la discusión, siendo las 11:45 a.m., el Rector decidió enviar el siguiente trino: “en el CSU representante de los profesores M. Hernández no suscribe comunicado que rechaza los bloqueos de los edificios”. Dicho de esta manera, en las breves palabras que permite el Tweeter, resulta una acusación abierta y puesta a rodar entre los seguidores del profesor Mantilla.

Posteriormente, he recibido una serie de correos de profesores que se han sentido indignados por la supuesta posición intransigente que adopte en el CSU y que va en contra de la opinión de mis representados, por lo cual me piden que renuncie.

Al respecto, debo informarles que no veo razón alguna para renunciar. No ha habido ninguna posición intransigente ni he dejado de expresar la opinión que, para ese momento, tenía de mis representados. En todo caso, es necesario realizar un debate público sobre el asunto, no por correo electrónico o por tweeter, sino de viva voz, en un escenario amplio y suficiente para deliberar, como se debe hacer en la academia. Una vez hecho este debate, avanzar en algún mecanismo de votación que permita ratificar o revocar mi elección, con base en la votación recibida en la elección anterior.

Pero también vale la pena preguntarse por qué el profesor Mantilla envió este mensaje de esta manera y sin incluir el más mínimo indicio de la argumentación que él mismo escuchó de mi parte. Me recuerda el prejuicio del profesor Wasserman cuando afirmó verme sentado al frente de su vehículo para obligarlo a detenerse y me acusó de haberlo secuestrado.

Pero lo grave no es que los profesores Wasserman o Mantilla puedan tener, como cualquier ser humano, prejuicios muy profundos que les “distorsionan” la realidad, sino que en este tipo de aparentes confusiones haya una intención de desprestigiar y deslegitimar la Representación Profesoral, seguramente porque no comparte sus criterios y sus modos de gestión y de manejo de los asuntos de la Universidad.

Lo que está en juego en este tipo de conflictos es el problema de la representatividad y la legitimidad de las acciones de las personas en el ámbito de la administración académica. Con qué respaldo y por medio de qué tipo de procesos se toman decisiones. ¿Más o menos participativos? ¿Más o menos informados? ¿Más o menos autoritarios?

Colegas: necesitamos reencontrarnos y reconocernos como pares y como seres humanos. La Universidad pública y de la Nación no aguanta medidas gerenciales de espaldas a la comunidad universitaria. Ni gerentes enclaustrados, ni debates eternos. Se trata de construir acuerdos para hacer realidad la democracia académica, que no se reduce a votos, sino a deliberaciones y superación de las convicciones absolutas, para crecer y construir universidad de manera colectiva.

Mario Hernández Álvarez

Profesor Asociado, Facultad de Medicina, Representante Profesoral en el Consejo Superior Universitario.

 

Correo electrónico al Profesor Mario Hernández

Estimado Profesor Hernández:

acepto su invitación a asistir a una asamblea donde usted y yo podamos presentar nuestros puntos de vista.

En condiciones ideales, el proceso deliberativo se desarrolla bajo el supuesto de la convocatoria más incluyente posible, de que los participantes están dispuestos a revisar sus posiciones (en mi caso, la de pedirle a usted la renuncia como representante profesoral) y de que la discusión sea moderada en forma imparcial.

Por mi parte puedo asegurarle que puede contar con mi disposición a revisar mi punto de vista. Incluso si no se reúnen las demás condiciones estoy dispuesto a presentar mis punto de vista a una asamblea de profesores. Convoque usted y yo asisto a la cita.

Cordialmente,

juan gabriel gómez albarello

Profesor Asistente, Universidad Nacional de Colombia

 

Carta del profesor Carlos Arturo Guerrero Fonseca al profesor Mario Hernández

Bogotá 28 de Febrero de 2013

Profesor

Mario Hernandez

“No hay peor ciego que el que no quiere ver, ni peor sordo que el que no quiere oir”. Al matricularse en una corriente se corre el riesgo de terminar envuelto en el torbellino que lo caracteriza, aún independiente de la voluntad. Si algo debe demostrar un dirigente, o quien pretende serlo, es tener “olfato” para hacer un diagnóstico de lo que piensa la mayoría, sopesar su estado de ánimo, su nivel de comprensión de la realidad, etc. Estoy entre los que desaprueban el bloqueo, por la forma y por el método con que lo hacen, por la arrogancia que muestran para con los investigadores que tenemos compromisos con la ciencia o con entidades en particular. Confunden el enemigo al que hay que atacar, desunen en lugar de unir, llevan a la confrontación, inducen al desanimo en un gran sector de la comunidad y hasta presentan actitudes propias del lumpen, como la amenaza o rayar los carros de quienes no aprueban sus actos o son contrarios a sus opiniones.

El pueblo está cansado de sentir que no hay diferencias en los actos entre los denominados “de izquierda” y la contracorriente de “derecha”. Unos y otros emplean el mismo método: el boleteo, el chantaje personal, el atentado, el secuestro, la intransigencia, la arrogancia, la demostración de fuerza insensata, la intriga, etc. En nuestro caso, los profesores que estamos vinculados de “tiempo completo”, cuyo compromiso con la vida y la sociedad es a través de la ciencia, nos sentimos igualmente atropellados. Igual que se sienten los campesinos que solo quieren trabajar sus tierras y quedan atrapados entre dos fuegos y tienen que huir en medio del terror.

Colombia es un país atrasado científica y económicamente. El atraso en la economía repercute directamente en el atraso científico. En la perpetuación de esta situación confluyen los intereses de una casta en el poder, que se lucra del erario público, que actúa como intermediaria económica entre el imperialismo que saquea al pueblo a través de los elevados precios de los insumos para la agricultura, la ganadería y la escasa industria floreciente. La casta en cuestión, está solicita a derogar cuanto artículo o ley impide el saqueo de las multinacionales. Cada día hay más impuestos para cubrir el déficit, producto del saqueo del erario público y de los intereses de la deuda externa, a través de la cual dirigen y controlan la economía y la política nacional.

En este contexto, el desarrollo de la ciencia no cuenta porque no están interesados en el desarrollo real de la economía del país, porque dicho desarrollo incluso se opone a los intereses de la casta intermediaria. Al imperialismo menos le interesa. Eso explica el desgano de hacer reforma agraria. Explica que se beneficien más importando leche, café, maíz, carne y todos los demás productos, que impulsando el desarrollo de una “ciencia nacional” que tomando lo más avanzado del conocimiento incorpore dicho conocimiento para obtener mejoras en rendimiento y calidad de los productos indispensables para las necesidades básicas de la población.

La ciencia, como creación de conocimiento, ha sido y es el motor del desarrollo de la humanidad, en todos los ámbitos: económico, cultural y social y general. Esa verdad es tan real, que en la actualidad las multinacionales y los países imperiales la elevan a “cuestiones de seguridad”. Saben que del conocimiento depende su poderío. De hecho, cuando un país intenta sacudirse del yugo económico, aún en términos capitalistas, lo primero que busca es impulsar la ciencia, para comprender y combatir los avances tecnológicos y científicos que otorgan el poderío militar y económico de los demás países.

Otro aspecto es que con el desarrollo científico se beneficia toda la humanidad, así en un principio de lo descubierto o desarrollado por la ciencia se lucre solo un cerrado círculo de personas. Todos nos beneficiamos del invento de la rueda, del motor, del teléfono, la luz, las medicinas, los computadores, el internet, los viajes interespaciales, etc. Esto sin importar las creencias religiosas o concepciones políticas de los científicos. Me atrevo a decir, que los descubrimientos más trascendentales que contradicen la necesidad de la existencia de los dioses o del contenido de cualquier religión, han sido desarrollados o descubiertos por científicos que en su momento profesaban abiertamente una religión o defendían un sistema político o concepción filosófica particular, que se oponía o se opone a los intereses de la mayoría. Es por eso que la ciencia, como ciencia, no tiene un sello de clase social. Ocurre que los científicos, como personas sí y los que más se benefician de ese conocimiento son quienes están en el poder, pero eso es otro problema: el de las clases sociales y la distribución de los ingresos. Esa verdad la descubrió y desarrolló brillantemente MARX y ENGELS y los demás científicos sociales. Por eso, la corriente denominada “marxista” siempre ha impulsado y alentado el desarrollo de la ciencia, sin importar la ideología o la concepción del mundo del científico. Que los logros de la ciencia lleguen a todo el pueblo, es otra lucha distinta, pero todo “marxista” sensato siempre ha apoyado la ciencia y a los científicos. No es tenebroso el descubrimiento de que se puedan manipular los átomos y hacerlos estallar, lo equivocado es su aplicación con fines de represión. Tampoco fue equivocado el descubrimiento de la pólvora, aún a pesar de los millones de muertes ocasionados por su uso en la guerra. Lo erróneo, lo que hay que combatir es su uso equivocado o la inequidad en su aplicación.

Respecto a la Universidad Nacional, en chismes de corredor y en asambleas se atreven a decir que lo único que nos interesa es entrar a trabajar para publicar y hacer puntos. Es probable que algunos de forma inescrupulosa, importándoles más el puntaje, utilicen la “ciencia” con fines meramente lucrativos. Seguramente la ciencia que desarrollan será especulativa e insulsa. En la ciencia, como en todos los ámbitos, hay charlatanes y avivatos que se lucran de la ocasión, pero estoy seguro son una minoría. Eso también debe ser debatido y los científicos debemos formar parte de la discusión en pos de la calidad no de la cantidad. Es en este contexto que he sido un crítico de los doctorados que se ofrecen en el país y en la Universidad Nacional. He señalado que se crearon programas sin una base firme y coherente que garantice la seriedad que amerita, para generar conocimiento que permita salir al país del estancamiento en que se encuentra. Por ejemplo, no hay becas para el sostenimiento de los estudiantes, ni recursos suficientes para hacer investigación seria.

Adicional a esto, algunos programas o universidades actúan con criterio de “feudo” dando importancia a mostrar número de graduandos sin importar la calidad, amparados con criterios laxos que otorga el estatuto en cuestión, como la posibilidad de graduarse con un artículo en una revista indexada, nacional o internacional, sin importar la calidad de la revista. Además, si se logra obtener algún recurso financiero para investigar, es sobre la base de “graduar un estudiante de doctorado” obligatoriamente. Esto lleva a otra conducta perniciosa: los directores de tesis defienden “a muerte” a su estudiante y su proyecto. He visto casos en los cuales ante cualquier dificultad del estudiante, le escriben la carta, lo asesoran bien cómo deben responder para eludir una mala nota y como dije en una autoevaluación “hasta le llevan tinto”, con tal de cumplir con los compromisos pactados. Lo anterior lleva a una cosa: si Ud es docente de una materia o es evaluador de un proyecto o una tesis, tácitamente debe dejar pasar todo o se verá enfrentado a la furia de los decretos e interpretaciones acomodadas, ideales para dejar pasar todo. Sumado a lo anterior, Ud se gana la enemistad del director de la tesis, del proyecto o del estudiante. Todo lo anterior lleva a graduar estudiantes sin capacidad crítica, a confundir lo técnico con lo científico, a que no importe la calidad sino la cantidad.

Por todo lo anterior es que me opongo a los métodos que vienen haciendo carrera en la Universidad Nacional de Colombia, desde hace tiempo por parte de algunas directivas de la universidad en épocas pasadas y por trabajadores o estudiantes de bloquear el acceso a los laboratorios de investigación. Quiéranlo o no, están de parte de las fuerzas oscuras que dominan este país. Sus actos confluyen con los intereses del imperialismo y de la casta atrasada que detenta el estado. Pareciera que, sin quererlo, tuviesen los mismos intereses. Atropellan por igual, humillan y desestimulan la ciencia. Estamos cansados de todo esto. En épocas de “paz”, los investigadores tenemos que luchar contra la burocracia y los decretos inauditos que impiden manejar adecuada y oportunamente el escaso presupuesto de investigación. Basta ya de tanto atropello.

CARLOS ARTURO GUERRERO FONSECA, MD, MSc, Ph.D

Profesor Titular. Facultad de Medicina

Copia: comunidad universitaria

 

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