Don Ramón, psicología laboral

Publicado el ramon_chaux

Tu trabajo: un asunto de confianza

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La confianza, confiar en el otro, creer y dar por asegurada la buena fe está totalmente presente en casi todos nuestros procesos de la vida diaria.

Confiamos en que el panadero no se equivocó y echó correctamente la sal en lugar del pesticida. Ni siquiera nos preocupamos de eso, damos por sentado que fabricó nuestro pan con todas las normas de higiene. Y cuando digo confianza es que no exigimos un vídeo de cómo se fabricó. No exigimos tampoco que el lugar de fabricación esté a la vista. Simplemente decidimos confiar en base a ciertas apariencias externas y con eso nos basta.

Cuando llevamos nuestros hijos, nuestros padres o un hermano al médico no le exigimos que presente los títulos ni su diploma. No le preguntamos cuantos años de experiencia lleva, ni le pedimos las notas de sus estudios.

Simplemente confiamos que en que lo hará bien. Confiamos en su peritazgo, su profesionalismo.

Igual sucede cuando tomamos un taxi, cuando subimos a un avión, cuando compramos un aparato de telefonía móvil. Tanto en cosas triviales como en asuntos que podrían ser catastróficos nuestra única opción es confiar en la probidad y la capacidad de quienes tienen nuestra seguridad en sus manos. Asumimos que quienes trabajaron en los productos que vamos a consumir, sea cual sea, hubo profesionalismo y buena fe. No lo podemos probar siempre. A casi la mayoría los debemos aceptar con un voto de fe o convicción.

Todo cambia cuando vamos a elegir un candidato a un puesto de trabajo en nuestra empresa.

En ese momento no nos basta lo que diga el aspirante. Nuestro papel en esa instancia es no confiar. Pedimos los documentos e incluso solicitamos la validación de los mismos por la entidad que lo emitió. Llamamos a pedir referencias, solicitamos certificados. Incluso sometemos a prueba las capacidades del candidato. Todo se resume en que de partida no le creemos nada y debemos verificar y comprobar todo durante el proceso de selección.

Incluso, para garantizar su competencia, le hacemos un seguimiento especial en sus primeras semanas. Es lo que llamamos “periodo de prueba”.

Eso está muy bien. Para poder confiar en los demás, nosotros debemos asegurar que en nuestra empresa, en nuestro proceso, estamos certificando que quienes prestan un servicio lo hacen con suficiencia técnica y con motivación para hacerlo bien. Ahora bien, para que la cadena de confianza no se rompa, todos debemos hacer bien el trabajo, incluyendo el trabajo de selección.

Bajo esta premisa de que estamos tan comprometidos con la confianza de nuestros procesos de selección para elegir personas idóneas, nosotros debemos cumplir nuestra parte en la empresa en la que trabajamos. Para todo lo demás, lo único que nos queda es… ¡confiar! Confianza en que los demás hicieron tan bien su trabajo como nosotros hicimos el nuestro.

Yo confío en el panadero, confío en el cocinero, en el guarda de la portería, en el médico, en el piloto del avión, en el productor de las frutas. Confío en el fabricante de mi auto la seguridad de mi familia y confío mi dinero en el banco.

Estamos llenos de confianzas. Realmente el mundo se basa en la confianza entre unos y otros, en que cada uno haga bien su trabajo.

¿Se ha preguntado cuál es su nivel de confianza que usted les ofrece a los demás?

La calidad de mi propio trabajo es la llave reciproca para poder confiar y exigir a otros.

Debemos, como un acto personal, cumplir la palabra en el trabajo.

Tener una preocupación genuina por hacer las cosas bien.

Evitar los errores eliminando las causas más frecuentes.

No solo es un asunto de correspondencia entre confianzas. Es un problema de supervivencia.

Hacer las cosas bien entonces no es responsabilidad de calidad. No es para cumplir las normas ISO. Ni siquiera es asunto solamente de formación.

Como sociedad, como seres humanos, necesitamos los unos de los otros. Sólo basta que cada uno haga bien su papel.

Confiemos en que así sea.

Mas reflexiones AQUÍ.

Ramon Chaux

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