Ella es la Historia

Publicado el Milanas Baena

Cecilia Böhl de Faber “Fernán Caballero” (1796-1877)

Nació en un pueblo suizo, al momento de que su padre oficiaba como embajador, pero pronto regresarían a España y sería en el país ibérico donde Cecilia recibiría su crianza. De sangre irlandesa, burguesa, de alta alcurnia, de familia acaudalada, adinerados comerciantes, Cecilia no tuvo mayores problemas para desenvolverse en este mundo sin las dificultades y los obstáculos que le son comunes a la mujer común, y de allí que pudiera convertirse en la que sería tal vez la primera mujer que logró vivir del oficio de escribir. Fue educada en un entorno que defendía los intereses de la monarquía, las buenas costumbres y las tradiciones del catolicismo. Su padre la alentaría a conocer las lecturas del teatro español del Siglo de Oro y del Romancero Castellano, así como la literatura romántica de autores como Friedrich Schlegel; y por su parte la madre aportaría a la formación intelectual de su hija, haciéndola partícipe de las tertulias “serviles”, un espacio de encuentro organizado por ella, y en donde se discutían temas políticos y sociales. A los 10 años Cecilia es enviada a una pensión en Hamburgo, donde recibirá una instrucción católica y académica, y pasados siete años volverá a reunirse de nuevo con su familia en la ciudad de Cádiz. En 1816 contrae nupcias con un capitán de infantería, el cual recién casados es destinado para un trabajo en Puerto Rico, por lo que la pareja se traslada ese mismo año a la isla caribeña. Dos años más tarde, tras la muerte de su esposo, regresa a España, pero pronto se mudará a Hamburgo, para luego volver a su país, esta vez a El Puerto de Santa María, y en donde conocería a un marqués que se convertirá en su segundo marido. En 1822, apostada en Sevilla, Cecilia es nuevamente una mujer casada, ahora con un hombre que compartía sus intereses intelectuales y que auspiciaba un encuentro de eruditos y artistas en su castillo, en donde era común encontrar a figuras notables de la época, como es el caso de Washington Irving. En 1835 enviudará nuevamente, y un año después se verá envuelta en un amorío furtivo con un aristócrata inglés, luego de realizar un viaje a Londres en compañía de su hermana. Pero será al regresar a España cuando conocerá al que fue su tercer esposo, un hombre 18 años menor que ella, y por lo que su relación tendría un impacto negativo en la sociedad costumbrista a la que pertenecía, y que por demás defendía o exaltaba a través de sus escritos. Es para este momento que Cecilia se decide a compartir lo que durante años escribió y que estuvo represando sin darlo a conocer. Al parecer el dinero y el reconocimiento no estarían acordes con el tipo de mujer más bien sumisa que promovía a través de sus escritos. Cecilia no había prestado mayor interés a sus historias, considerándolas simples ejercicios literarios, infravalorando su contenido e insistiendo para no publicar sus relatos. Fiel al modelo de mujer de hogar, desistió de la fama, y aun cuando se hubiera consagrado como destacada escritora. Así lo manifestó cuando Bélgica incluyó su obra Relaciones populares como texto escolar, otorgándole la Cruz de Leopoldo, que se negó a aceptar justificando que ella “es una señora y no un hombre”, y que “escribir es cosa de hombres.” Sin embargo algunas revistas se interesaron por sus historias breves, y en 1849 decide presentar al periódico Heraldo su primera novela, La gaviota, que sería traducida del francés al castellano y publicada en fascículos, dándole un reconocimiento casi inmediato. La novela quiere distanciarse de la figura femenina presentada a partir del romanticismo, la mujer liberal, autónoma, apasionada, contraponiendo una figura condescendiente, y resaltando esos valores tradicionalistas que merecían mantenerse, los que representaban a la mujer esposa y madre. La historia presenta las dos caras de una sociedad dividida por la condición económica. De un lado tenemos la vida rural, los aldeanos, quienes se expresarán a través del refrán, el dicho popular, la copla y el cuento coloquial; y del otro lado, el lenguaje diferenciador de los burgueses, una sociedad sevillana pero afrancesada, los aristócratas que hablan a través de extranjerismos y neologismos de moda. Influenciada por la novela Carmen, de Mérimée, su personaje principal, Marisalada, representa a la mujer libertina, llevada de sus placeres, encarnando actitudes que no están acordes con la propuesta de una esposa sumisa y una madre abnegada, y por lo que Marisalada​ acabará teniendo un final ruin y lamentable. Al comienzo firmaba como “Corina”, pero cuando se dio a publicar, lo haría bajo el seudónimo de “Fernán Caballero”. Sería por su sonoridad, o porque sacó el nombre de algún periódico que narraba la noticia de un pobre desventurado, lo cierto es que la obra de una mujer no podría haber tenido el impacto que tuvo si se hubiera publicado con el nombre de la autora. “Gustóme ese nombre por su sabor antiguo y caballeresco, y sin titubear un momento lo envié a Madrid; trocando para el público modestas faldas de Cecilia por los castizos calzones de Fernán Caballero”, explicaba la autora de esta y otra novelas que vendrían después, como La hija del sol, Cuadros de costumbres populares andaluzas y Lucas García, novelas publicadas a través de entregas periódicas. Por esta época algunas mujeres empezaban a incursionar en el campo literario, pero rápidamente se vieron desplazadas por el naciente movimiento realista, y al que se le consideraba de una “superioridad” intelectual. Pese a esto, Cecilia se mantuvo férrea a su estilo costumbrista, expresándose a través del chiste y de las creencias populares, y desinteresada por los movimientos literarios, la crítica o el éxito comercial. Ella no quería ser encasillada en ninguna filosofía específica. Tenía claro lo que defendía, y consideraba que la novela “debía ser útil y, después, agradable.” Sus novelas, distintas a lo común hasta el momento, no se concentraban en las historias de los personajes, sino que daba prioridad al detallar y describir el ambiente y entorno, dejando en segundo lugar los acontecimientos y la trama de los protagonistas. Por medio del folklor la autora pretendía aleccionar, quizás adoctrinar, dejando moralejas claras respecto a la conveniencia de seguir sus propias creencias, pero haciendo una referencia más extensiva al detallar la vida de una época, tanto a la sencilla y campestre como a la suntuosa aristocracia citadina, y por lo que sus personajes solían ser figuras prototípicas que describen un momento histórico en la España de mediados del siglo XIX. Será en 1852 cuando saca a la luz su novela más prometedora, Clemencia, presentada en un solo volumen, y que tendrá por protagonista a la mujer servil, modesta, respetuosa de las tradiciones y capaz de contener sus pasiones e instintos, una dama a la que ninguna tentación puede corromper, la buena madre, la buena esposa, un escrito que a través del cuento parecería develar un manual de conducta y de buenas costumbres. Quizás Cecilia entendía que la línea entre la libertad y el libertinaje es sutil, y que lo mejor era seguirse encomendando a los modelos de antaño. La novela surge como una excusa para aleccionar en moral, así como en creencias religiosas e ideológicas, por lo que sus escritos serían cuestionados, y más tratándose de una mujer tres veces casada, y ahora mismo con un hombre mucho menor que ella. Menéndez y Pelayo atribuye a Fernán Caballero el ser la pionera de la novela costumbrista española, criticándole que a veces recurrirá a cuentos inoportunos y a largos sermones que pretenden educar en los principios que la autora defendía. Para ese mismo año el mundo se entera de la identidad oculta tras el nombre de Fernán Caballero, pero aún así conservará su seudónimo, y para 1853 publicará Lágrimas y La estrella de Vandalia. Su marido viaja a Sydney para un trabajo como cónsul, y al regresar tendrá que afrontar una fractura a nivel sentimental, la enfermedad de la tisis que ya venía acosándolo, y así como la bancarrota en sus negocios, y ante la presión resuelve sumarle una tercera viudez a Cecilia. Luego de que su marido se suicidara, Fernán Caballero dará a conocer su última obra, La familia de Alvareda, la cual no gozó de la simpatía del público, y por lo que la autora se desanimó a seguir publicando. Para 1859 Cecilia estaría sumida en la pobreza, y durante un tiempo sería acogida por la mismísima reina Isabel II, quien le brindaría un refugio temporal en una propiedad suya, pero que pasados unos años acabaría cambiando de dueño. En 1874 apoya la restauración de la monarquía, oponiéndose sin embargo a la tolerancia de credos religiosos, en un intento por consolidar el catolicismo como religión única de España. Cecilia escribió en francés, alemán y español, y a lo largo de su vida mantuvo una considerable correspondencia -una de las más abundantes junto al epistolario de Juan Valera- con figuras notables, entre las que se destaca su amistad epistolar con la también célebre escritora, Rosalía de Castro. A los 81 años, víctima de la disentería, una de las primeras figuras de la narrativa femenina en lengua española, se despedía de este mundo dejándonos un legado periodístico y literario, y una descripción fiel y muy detallada de la cultura y las costumbres cotidianas de una época. A los ojos de hoy, Cecilia representa una mujer que poco encarna las posturas emancipadoras del feminismo; pero, visto de otra forma, fue la primera mujer en ganarse la vida como escritora, mostrando así una contundente e innegable independencia. En su momento, ella sería un modelo de feminidad, sabiendo corresponder a los valores del catolicismo y a las costumbres imperantes del momento. De cierta forma ella daría un paso más allá, al desprenderse de la figura absolutamente recluida de la mujer convencional, para proponer una mujer más activa, responsable, consciente y comprometida con sus labores de crianza y con el cuidado del hogar. Así mismo su ideología política, defensora del Antiguo Régimen, presentaba un modelo más parecido a una democracia participativa, en la que el ciudadano estará formado para la crítica, y donde el enfoque de gobierno aspire a la justicia social y a la distribución del poder entre el pueblo. Otro tema que abordaría en varios de sus escritos sería la tradición de la tauromaquia, a la cual mostraba un firme rechazo, porque aunque se tratara de una costumbre española estaba claro el evidente maltrato animal. Ceciclia Böhl de Faber o Fernán Caballero fue una mujer que quiso postular un nuevo modelo, ceñido sin embargo a unas tradiciones que mantuvo desde su crianza, y a pesar de que su ejemplo de vida, contradictorio en sí mismo, nos revelara el alma de una mujer independiente y realizada en su vocación y oficio.

CECILIA BÖHL DE FABER FERNÁN CABALLERO

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