Hypomnémata

Publicado el Jorge Eliécer Pacheco

Culpen a Shakespeare

Isak Dinesen

 

1

Son las cuatro de la tarde del 12 de noviembre de 2013 y, mientras leo las palabras finales de Tempestades, en Bucaramanga cae la lluvia.

Tempestades, que hace parte del libro Anécdotas del destino, es un cuento sin pretensiones ni vanidades. Nada en él sobra, nada en él falta. Un cuento que hace lo que los cuentistas modernos han olvidado: contar. Su estructura es esférica (lo que tanto predicó Cortázar). Está compuesto por múltiples circunferencias que se van entrelazando hasta encontrar el desenlace final. Cual piedrecilla lanzada en un estanque.

Dinesen presenta un director de teatro llamado Herr Soerensen quien pretende representar La Tempestad de William Shakespeare. Tiene todo lo necesario; pero le hace falta Ariel, el espíritu del viento. ¿Quién podría interpretar este papel tan importante?, pensaba Herr Soerensen mientras “se mesaba los cabellos con desesperación”.

Entonces, decide que Ariel será representado por una jovenzuela que no lleva mucho tiempo en la compañía teatral: demasiado alta, demasiado flaca: Malli.

Si es cierto que la mujer es al hombre lo que la poesía a la prosa,—piensa Soerensen— entonces las mujeres con las que nos tropezamos de cuando en cuando son poemas leídos en voz alta. Leídos con gusto unas veces y entonces nos deleitan el oído; y mal otras, y entonces chirrían y desentonan. Pero esta muchacha mía de ojos grises es una canción.

La historia de la producción teatral se detiene y la narradora nos lleva al pasado. Presenta a los jóvenes padres de Malli. Su madre, Madame Ross, era sombrera; su padre, Alexader Ross, capitán de barco. Eran felices. Hasta que nadie volvió a ver al capitán Ross. Malli creció pensando en su padre perdido, y aunque llegaban rumores de que el capitán las había abandonado a propósito, nunca dudó de su valentía y su conducta.

Malli creció, aprendió inglés y sucedió lo inevitable:

Un día leyó también a Shakespeare.

Y Malli idealizó a su padre como un héroe shakesperiano.

Malli vio una presentación de la compañia de Herr Soerensen y al ver retratada la ausencia de su padre, decide unirse. Soerensen la contrata y Madaem Ross, afligida y temerosa, la deja ir.

Dineksen acaba de cerrar el primer círculo de la historia. No hay cabos sueltos. Malli está destinada a ser actriz, a actuar en una obra de Shakespeare, a ser Ariel. ¿Quíen lo duda?

2

Malli se aprende el guión de memoria y Herr Soerensen, orgulloso, le enseña todo lo que sabe. La convierte en Ariel.

Todo está dispuesto. Ya tienen la obra, ya tienen a Ariel ¿Qué podría pasar ahora?

—Una tempestad.

La compañía teatral va navegando hacia Christianssand y quedan atrapados en un violento temporal. Malli logra, en una muestra de valentía impresionante, salvar el barco y se convierte, así, en una heroína. Cuando llega a tierra firme, la levantan en brazos y celebran su hazaña.

Como vemos, con Dinesen ninguna historia es sencilla, plana, monótona. Quiere sorprendernos. El relato se trasforma y recorre caminos inimaginables.

3

Ahora, la narradora nos cuenta la historia del dueño del barco salvado, Jochum,y de su hijo, Arndt, quien se enamorará de Malli. Y mientras que estas historias se desarrollan, Dinesen muestra, de forma velada, cómo Malli se integra, poco a poco, a la familia Hosenwinckel, dueña del barco que ha salvado. Le dan una habitación, le dan vestidos, la adornan con detalles y se convierte en otra persona, ya no es Malli, ya no es Ariel. Y mientras el director de su compañía, Soerensen, se encuentra enfermo y casi sin habla, ella entra en la parsimonia de la rutina y del amor.

Las historias van y vienen, los círculos se abren y se cierran: las historias de los amores juveniles de Arndt se conectan con el enamoramiento entre él y Malli. Incluso Jochum tiene oportunidad de contar la historia de cómo, de generación en generación, la biblia de su abuelo se ha usado como cábala para tomar decisiones.

Tiene la particularidad de que si alguien de la casa, en una situación en la que no sabe qué hacer, acude a ella en busca de consejo y la abre al azar, encuentra en sus páginas la respuesta a lo que pregunta.

Y aunque algún lector cansado crea que estos saltos, estas circunferencias, son innecesarias, sucede todo lo contrario: son imprescindibles para la historia.

4

Malli cree haber engañado a Arndt porque no puede evitar lamentar profundamente la muerte de otro hombre, Ferdinand. Uno de los marineros que la acompañó y fue testigo de su valentía al salvar el barco de la familia Hosenwinckel. Ante esta situación, Malli no sabe qué hacer y busca consejo en la antigua biblia de Jochum.

Cuando Malli la abre, la golpea el destino: debe marcharse.

En el capítulo 29 del libro de Isaías, lee:

¡Ay, Ariel, Ariel!… ¡Estarás tan abatida que hablarás desde la tierra… y tu voz saldrá, como la del espectro, del suelo y tus palabras brotarán del polvo como un susurro!

Sucederá, pues, como cuando el hambriento sueña estar comiendo; pero despierta, y siente vacío el estómago; o como cuando sueña el sediento que está bebiendo, pero despierta, y he aquí que se siente desfallecido y con la garganta sedienta.

Por la mañana temprano visita a su maestro, a Herr Soerensen, con quien mantiene un dialogo memorable. A veces no se sabe si son ellos quienes hablan o son Próspero y Ariel, personajes de La Tempestad de Shakespeare. Sus vidas se confunden. La ficción parece consumirlos; pero pronto nos damos cuenta de que Soerensen es consiente de ello; pero Malli-Ariel, no.

Malli no desiste de su idea de marcharse, de abandonar a Ardnt; Herr Soerensen, fatigado, le dice:

Ariel, mi polluelo, vuelve a los elementos, ¡sé libre, y adiós!

Malli se queja. No entiende por qué las cosas deben salir así. Como si su destino no dependiera de sí misma. Como si le estuvieran jugando una mala pasada. No comprende la broma del destino y cómo éste se estaba tejiendo desde aquel día en que leyó a Shakespeare y quiso ser actriz.

Le deja una carta a su enamorado.

5

En Bucaramanga empieza a llover. Son las cuatro de la tarde y leo que Ardnt recibe la carta que le ha dejado Malli antes de marcharse. En ella le cuenta que lo abandona y le confiesa que aquella noche cuando salvó el barco de su padre, no era ella quien actuaba, era Ariel, el espíritu del viento. Era Ariel quien no sentía miedo de morir.

Al leer la carta revivimos su incomprensible angustia, su irracional decisión y comprendemos lo misterioso e inexplicable que es el amor.

Así que adiós. Adiós, Ardnt.

Y es así cómo una historia, en apariencia sencilla, de una niña que quiere ser actriz e ingresa a una compañía de teatro para serlo, se ve transformada de forma inesperada en algo más grande. En algo más abstracto. En una lucha contra el destino. En lo inesperado de la existencia.

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