Hypomnémata

Publicado el Jorge Eliécer Pacheco

Un libro lleno de libros

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Escribo esto con una cerveza helada al lado. No para alcoholizarme, ni porque crea que sea buena para la salud. Simplemente, porque su sabor y su temperatura, para mí, representan un trofeo. Un premio por las casi cincuenta horas de trabajo de esta semana (y de cada semana) que se van en preparar clases, calificar evaluaciones, corregir escritos de tres páginas, cuatro, quince, etc. Y me retrasan las lecturas y relecturas que llevo pendientes desde hace tiempo.

Bolaño me guiña el ojo mientras afilo el lápiz rojo: “Léeme”, parece decirme. Pero resisto. Vallejo (César), se resbala de repente del estante de la biblioteca. Me levanto, lo recojo y leo:

Quiere y no quiere su color mi pecho,
Por cuyas bruscas vías voy, lloro con palo,
Trato de ser feliz, lloro en mi mano
Recuerdo, escribo
Y remacho una lágrima en mi pómulo.

Su olor me recuerda el día en que lo compré, pero no el precio que me costó. Es normal.

Vuelvo a sentarme, pongo el libro cerca y los exámenes se caen. Debo recogerlos urgentemente. El tiempo sigue pasando, avanzando. Uno por uno, los vuelvo a poner en el escritorio. Los cuento muchas veces, frenéticamente, y hacen falta dos. Entonces, me agacho y miro debajo de los estantes. Diviso uno, me acerco. A su lado encuentro Fahrenheit 451. Al tomarlo me da la impresión de que está ardiendo. Vuelvo al escritorio con el examen y el libro. Cuento nuevamente y sigue faltando uno. No está en el suelo. Me levanto. Miro en todas las direcciones y lo encuentro atorado entre dos libros de la estantería, Coetzee y Saramago. Lo rescato y suspiro. Ya es tarde y me queda todo por calificar.

Siempre me pasa. Me atacan libros que quieren ser leídos y releídos. Los pobres no esperaban como dueño un lector ocupado, ausente.

Debo idear un plan. Cargar un libro, dos libros, seis libros en el maletín. Tirar los aparatos electrónicos. Hacerme cirugía en la retina para poder leer en movimiento. Ubicar la biblioteca en el baño. Estar constipado. Leer entre las escenas malas de las películas. No charlar a la hora del almuerzo. Tener siempre la boca llena y el ojo abierto. Renunciar, como el Papa. Divorciarme, como Neruda. Encarcelarme, como Pound. No estar aquí. Estar en otro lado. Metido en un libro lleno de libros.

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