Memorín

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Al final, la vida sigue igual

Ha vuelto a estar (y lo seguirá por otros tres meses más, cuando menos) la esquizofrenia de los discursos sobre las cosas últimas, las que corresponden, como se dice por ahí, a la etapa final del mundo, si por mundo entendemos esta patria, con sus banderas y con sus creencias veleidosas.
Es, como no, manifestación de la recurrente doctrina escatológica que nos acompaña desde hace 9 años cuando están cerca decisiones, referendos o elecciones.
La costumbre es vieja como la humanidad misma y tiene su origen más remoto en el país de Zoroastro, en la Persia de hace más de 2.600 años. Un país que era (Qué coincidencia) montañoso y sus habitantes vivían de la cría del ganado, que se consideraba sagrado (Qué curioso). A través de su doctrina, Zoroastro quiso unir los rebaños para dificultar las actividades de los merodeadores, así como de los practicantes de ciertos cultos del sacrificio. (Qué casualidad).
Su principal herencia consistió en la creación de un dualismo ético que sería exacerbado por los maestros posteriores. Y en el que los buenos eran ellos y los malos los demás. (Qué vaina). La doctrina finalmente dejó claro que sólo Ahura Mazda era digno de culto. (Qué convergencia). Esos credos renacieron y florecieron en diversas épocas y por distintas razones, hasta nuestros días en los que se anuncia el advenimiento del fin del mundo si la Corte Constitucional no aprueba una nueva reelección.
Los profetas de las postrimerías ya han comenzado a hacer ver un país fallido, como si no les bastará el presente ensangrentado.
Nuestro final está cerca, dicen a voz en cuello y a pluma enhiesta, entre la llama y el hielo, si el politeísmo político contamina la decisión de los magistrados.
Los heraldos del tiempo final que ponen a los magistrados como los jinetes de los sellos apocalípticos incurren en una aberración histórica en medio de un acto de ilusionismo cruel.
Quizás tenga que pasar este mayo, o la primavera de 2013 o aún los días floridos de 2017, para entender que las cosas pasan, las personas se van y sólo quedan los días repetidos como estribillos. Ya lo dijo el profeta Maturana en mala hora metido a técnico de fútbol: “mañana sale el sol”

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