«Estoy haciendo fusión desde el día en que, por mi cuenta, quiero interpretar la marimba». Ahí, dice el músico bogotano Juan David Castaño, aparace la fusión: «porque tengo un acento distinto».
El apartado es de la publicación Cantos de Desarraigo, un pequeño y entrañable libro, dedicado a investigar las travesías musicales del desplazamiento forzado en el departamento del Chocó. Su tesis es sencilla, pero poderosa: «Comunidades que podrían haber desaparecido, están hoy vivas y persisten en el canto. El pueblo gitano, que ha sufrido una exclusión y persecución mundial, hoy en día es una raza reconocida por su cante y por su baile…. es así como esta raza ha sabido subsistir».
Lo mismo le ha pasado a la chirimía y el currulao, viajeros incesantes, sobrevivientes de la guerra en tantos y diversos formatos, de la selva a la ciudad y de la barriadas a las veredas, consignados con todos sus matices en el disco que acompaña la publicación (descargable acá).
Ayer llegó el libro a mis manos, un viaje maravilloso por la memoria musical del pacífico. Y esta mañana me levanto con la sorpresa de un nuevo trabajo de Ray Cooder, el mismo que hace diez años se fue para La Habana a rescatar a los viejos del club Buena Vista, y que ahora se lanzó a producir San Patricio, un trabajo de fusión transatlántica que lanza en pocos días y que, como en el caso de los encuentros entre músicos bogotanos y ritmos chocoanos, lleva a quien los escucha a un espacio igualmente intrigante generado por los sonidos del folclor mexicano y la ejecución del grupo irlandés The Chiefteins.
Vale la pena aprovechar que NPR cuelga el disco por unos pocos días antes del lanzamiento y pararle a oreja a este experimento de primera calidad.