Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Moral, pero para favorecer al propio grupo

En su columna del 31 de diciembre, Diego Aristizábal se preguntaba ¿Cómo explicar los ángeles y los demonios que llevamos dentro? a pesar de que todos parecemos tener buenas intenciones, buena voluntad, ¿qué buena intención podría tener un asesino, un corrupto, un violador?

Fruta extraña.

La sicolología evolucionista ha dado buenas respuestas a estas preguntas, pero hay un aspecto de la moral, puntual e interesante, que a menudo se pasa por alto.

Sin duda, portamos genes para juzgar los comportamientos con un instinto moral. Poseemos un sentido natural de lo que es justo, y los animales que viven en grupos sociales también lo tienen1, a otra escala. Nadie niega que la cultura hace parte de la moral, que define y señala aspectos de lo que es aceptado o rechazado por el grupo. Se nos olvida, con frecuencia, que muchos rasgos humanos son producto de la selección que ejerció y ejerce el nicho humano —social y cultural— sobre la especie. Cultura y naturaleza humana coevolucionan simultáneamente. Porque los seres humanos viven en grupos deben entender los comportamientos de los demás individuos, ser capaces de predecirlos, deben saber cuáles son sus roles y jerarquías, y deben respetar las leyes, para lo cual necesitan controlar sus instintos.

La cultura es producto de la naturaleza, pues no es más que otra estrategia biológica, muy poderosa. Muchos de los rasgos humanos evolucionaron para vivir una específica vida social que no es idéntica a la que vivimos hoy: multiétnica y superpoblada, pero parecida. Desarrollamos un instinto moral que se ajusta a la cultura y a la ética del grupo. Su razón de existir es permitirnos convivir, disminuir el conflicto de intereses, y no matarnos entre los individuos del mismo grupo. Se incrementa la supervivencia del individuo con el apoyo del colectivo. La moral se basa en los juicios que hacemos sobre lo que es justo, y las acciones que tomamos para que haya justicia; se basa también en la capacidad de cooperar, de confiar, de compartir supuestos (e ideologías). Así que el individuo moral es capaz de vencer sus impulsos egoístas por el bien común, que en últimas repercutirá sobre él y sus parientes: “hoy por ti, mañana por mí”.

El punto crucial es que la moral natural evolucionó para funcionar bien en un grupo de 150 personas, se ha calculado (que era el tamaño de las tribus nómadas que habitaban el Planeta), y no para las megasociedades de hoy. Además, entre miembros de un grupo que se conocían entre ellos y compartían lazos afectivos y sanguíneos. Y esto que suena tan sencillo y plano tiene implicaciones enormes y consecuencias terribles. Esto de que la moral evolucionó para ser “buenos” con los miembros de la propia tribu y no con quienes están por fuera explica el por qué vemos tanta maldad y corrupción entre “los que se ven a sí mismos como buenos”. Este detalle puntual explica la inmoralidad de las religiones, que se precian precisamente de enseñar y adoctrinar a la gente con sus propios códigos morales. En la historia de las religiones no hay más que crueldad, sadismo, violencia, y la intención de exterminar a todos los que sean “infieles” con el Dios de ellos, claro.

Sabemos que los sicópatas no sienten empatía y cometen actos de maldad aberrantes, pero muchas personas comenten actos similares, o peores, en nombre del bien, y no están enfermos. La gente normal se puede portar muy mal. De hecho, esclavizan, roban, someten salvajemente a otros grupos, cometen genocidios, torturan y olvidan todos sus códigos morales en nombre de la “natural xenofobia”, del odio, del miedo y de una categorización irracional que hacen que el otro no sea visto como un igual. ¿Por qué lo hacen, si no son malos? Porque basta sacar al “otro” de la propia tribu para deshumanizarlo, para dejarlo de ver correctamente: como uno más del grupo, con derecho a la misma justicia, a esa que exigimos para nuestros hijos y hermanos. Y si somos sádicos y cueles y desalmados con los animales es por la misma razón.

Todos queremos ser juzgados con piedad. Queremos que nuestros hijos sean juzgados con misericordia y justicia. Pero si se trata de juzgar al de otra tribu, ese deseo se esfuma, y muchos hablan incluso de dar lecciones ejemplarizantes. Lecciones que en absoluto quisiéramos que se dieran utilizando a nuestros hijos de prueba. Esas son las mismas personas que apoyan la pena de muerte, y, lo más increíble, es que lo hacen porque se sienten morales2.

La propaganda y la desinformación son peligrosas pues convencen a un grupo humano de que el otro grupo, el vecino, es su enemigo. Hoy vivimos en el mundo entero un fenómeno de polarización en el que la propaganda divide las poblaciones en dos bandos. Esto se consigue sin esfuerzo, pues existe la predisposición natural a formar bandos, y a ver al otro como enemigo3.

Ser civilizado y moral es evitar la polarización, es buscar el compromiso y la cooperación aun en contra de nuestros deseos naturales, es ser incluyentes no excluyentes. Ser civilizados y morales es ser capaces de sacrificar los intereses personales en función de un bien común. Es solo que en un mundo en el que estamos rodeados de desconocidos, implica hacer un esfuerzo mayor, que no surge naturalmente. Es necesario hacer un avance moral de grandes dimensiones (con mucha educación y ejercicio del pensamiento crítico).  Tenemos que encontrar las maneras de ajustar la relación entre el egoísmo y el altruismo, cobijando cada vez más personas distantes. No más conocer la propuesta de que a los venezolanos no se les vacune, permite medir el egoísmo puro en acción.

Moralidad es respetar y acatar un conjunto de reglas que mejoren la convivencia, que permitan que individuos, con distintas ideologías, convivan en paz, para que la cultura avance y para que el bienestar humano aumente, pero cobijando a todos, no solo a los míos, a los íntimos, a los nuestros.

1 Frans de Waal: Comportamiento moral en los animales https://www.youtube.com/watch?v=GcJxRqTs5nk

2 Pena de muerte según amnistía internacional:

Amnistía Internacional sostiene que la pena de muerte constituye una violación de derechos humanos y, en particular, del derecho a la vida y del derecho a no sufrir tortura ni tratos o penas crueles, inhumanos y degradantes. Estos dos derechos están consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada en 1948 por las Naciones Unidas.

https://www.amnesty.org/es/what-we-do/death-penalty/

3 De Paul Bloom. “Hay estudios ahora con niños en edad preescolar, niños mayores y adolescentes que muestran que es bastante fácil lograr que categoricen a favor de su propio grupo sobre otros, incluso cuando el grupo se establece en las circunstancias más mínimas y arbitrarias. Todo esto se basa en el trabajo de Taijfel sobre «grupos mínimos». Por ejemplo, en los experimentos de Bigler y otros, toman a un grupo de niños a los que se les dice: bien, niños, tengo algunas camisetas rojas y camisetas azules, solo se las voy a dar a unos. Consigues que los niños se pongan las camisetas, de modo que ahora tienes un grupo con camisetas rojas y un grupo con camisetas azules. Ahora, te acercas a un niño del grupo de camisetas rojas y le dices: Tengo algunos dulces para repartir, te pregunto cómo los vas a repartir entre los que hay aquí. ¿A quiénes se los quieres regalar? ¿Quieres dárselo a todos por igual, o quieres darle más a los de camiseta roja o más a los de camiseta azul? Resulta que los niños están predispuestos a dar más a su propio grupo, incluso cuando no se benefician personalmente de la donación. Y cuando se les pregunta sobre las propiedades de su grupo – ¿quién es agradable, ¿quién es malo, ¿quién es inteligente, ¿quién es estúpido?  – el niño que se acaba de poner una camiseta roja tenderá a favorecer a los que tienen puesta la camiseta roja sobre el grupo de camisetas azules. – aunque está perfectamente claro que los grupos se dividieron de forma arbitraria. {…} La tendencia dominante de la humanidad ha sido ver a los extraños con odio, miedo y disgusto —no a los familiares, pero sí a aquellos de otras tribus— .

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