Femmes Fatales

Publicado el Claudia Plazas

Para los caricaturistas de Charlie Hebdo, para los 43 muchachos de México y para todos los que murieron por ejercer sus derechos

Los sucesos de Paris que han tocado las fibras de miles de personas en el mundo, los detalles de la masacre, y el hecho de haber crecido en un país donde el miedo constante término exiliando a varios periodistas hacen que uno no pueda ser indiferente ante esta tragedia.

Muchos han tratado de explicar las razones detrás de la masacre citando las caricaturas contra el profeta Mahoma, pero la verdad sea dicha, nada justifica que dos extremistas asesinen a nadie por su trabajo. Si la ofensa justificara hechos violentos o represalias, más de uno podría sentirse ofendido ante la menor crítica y usaría esto como excusa para atacar al autor de las críticas. Las críticas, la oposición, y la sátira son medios sanos de expresión dentro de las democracias, restringir el acceso a tales medios es fatal e ilegitimo. Esto precisamente fue lo que terminó sucediendo en México cuando 43 jóvenes decidieron ejercer su derecho a la libre expresión y por no contar con las garantías necesarias para hacerlo es que hoy el mundo llora su vil desaparición y asesinato.  Sin embargo, estos 43 muchachos no han sido las únicas víctimas del terror sembrado en países donde la libertad de expresión dejo de ser un derecho y se convirtió en un privilegio.

Según la Sociedad Interamericana de Prensa, en el 2014 fueron asesinados cinco periodistas en México y dos en Colombia. Luis Carlos Cervantes, director de la radio comunitaria Morena FM, del municipio de Tarazá en Antioquia fue asesinado el 12 de agosto del año pasado; una muerte que dejo dudas sobre la protección que se le debió haber estado prestando a Cervantes debido a amenazas que había recibido en meses pasados. Yonni Steven Caicedo, camarógrafo de los canales TV noticias y Más Noticias fue asesinado el 19 de febrero de 2014.

Estos son obviamente los casos conocidos, pero hay muchas desapariciones que quedan a la sombra, que nunca son resueltas, dejando así muchas voces calladas; voces que de una u otra manera clamaban por ese derecho tan fundamental que es la libertad de expresión y la libertad de ejercer una profesión como el periodismo.

Tanto el humor como el periodismo tienden a incomodar a la gente de varias maneras, pero ceder ante tales molestias solo sería doblegarse ante quienes quieren callar a los demás o esconder sus fechorías. Si el humor o cualquier otra forma de libertad de expresión fuera cien por ciento correcta política o religiosamente, las páginas de los periódicos y las pantallas de los noticieros quedarían vacías. Si los periodistas, los reporteros, los escritores, los caricaturistas, los artistas tuvieran como objetivo complacer a todo el mundo con su trabajo y evitar incomodar entonces ningún libro, ninguna película, ningún reportaje se haría. Dentro de esa misma lógica creo que es válido escudriñar, criticar y sacar a la luz eso que a algunos les puede molestar, es un reto sano a la autoridad y la uniformidad del pensamiento. Soy de aquellas personas que cree firmemente que el periodismo también se hizo para enfrentar a las instituciones, tanto políticas y religiosas, porque es necesario mantenerlas bajo la lupa para evitar abusos de autoridad; cualquier impedimento para el libre desarrollo de tal labor es una violación contra la libertad de expresión no solo de los periodistas, sino de todas las personas porque, al fin de cuentas, los periodistas no contamos con derechos especiales por el solo hecho de habernos graduado y ejercido esta profesión.

El periodismo como el humor cada vez más se han vuelto profesiones de alto riesgo, en Colombia ha llevado a cierres de publicaciones como Cambio y se prestó para que entidades como el DAS llevaran a cabo interceptaciones ilegales a periodistas durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez.

Durante algunos de los años más oscuros de los 80, periodistas como Daniel Samper Pizano y Antonio Caballero terminaron exiliados. Otros contaron con un destino aún más trágico, como Guillermo Cano, quien fue asesinado por “atreverse” a escribir sobre el innombrable Pablo Escobar.

Obviamente cada derecho viene con su responsabilidad y sus límites pero debe ser evidente que justificar una masacre con una ofensa nunca hará parte de esa línea tan delicada de la libertad de expresión.

Quizás la razón por la que la masacre en Charlie Hebdo me ha llegado al corazón es porque una vez más vuelvo a recordar que el periodismo es de aquellas profesiones que lo pueden llevar a uno a la tumba. La masacre se encargó de recordarme que en Francia, en Colombia, en México, donde sea, la libertad de expresión se puede pagar caro.

Comentarios