Femmes Fatales

Publicado el Claudia Plazas

¡Ni “paraco”, ni “fariano”!

Antes de escribir el punto central de este post y de llegar a recibir acusaciones de ser “uribista” o “antiuribista”, me gustaría aclarar que no me defino en términos de Álvaro Uribe Vélez. Eso sí, en varias oportunidades he criticado severamente las acciones de Uribe y seguidores suyos como María Fernanda Cabal y José Obdulio Gaviria.

Dejando eso aclarado, me gustaría referirme a los ataques de los cuales muchas personas, desde políticos hasta gente anónima, han sido objeto debido a su voto para las próximas elecciones presidenciales.

Uno de los argumentos más recurrentes es “Juan Manuel Santos es el camino a la paz”. Algo que el Presidente-Candidato Santos ha venido usando de manera inescrupulosa, aprovechándose así de las esperanzas de muchos colombianos por alcanzar la paz. A esto le tenemos que agregar que muchos seguidores de Santos han impuesto la moda de tildar de “criminal”, “paramilitar” y “uribista” a todo aquel que no piensa votar como ellos.

Una muestra de esto es un trino de María Antonia García de la Torre, quien de una manera equivocada, catalogó de manera cruel e inhumana a quienes prefieren darle su voto al candidato del uribismo, Oscar Iván Zuluaga.

Caida de la Torre

Antes de referirme a este desagradable trino quiero calificar como deplorable cualquier amenaza contra la vida y la integridad de una persona, algo de lo cual García de la Torre ha sido víctima. No obstante, también quiero calificar como detestable este tipo de publicaciones en redes sociales, y más cuando se hacen en nombre de la “paz”, ya que proyectan una definición equivocada de lo que realmente significa esa palabra, y solo sirven para crear generalizaciones incorrectas y mal fundadas que solo destilan odio. Lamento profundamente que atacaran a García de la Torre, pero también lamento inmensamente que se haga campaña con el dolor y el miedo de los colombianos. Evidentemente este es un error en el que ha caído García de la Torre, los candidatos y muchísima gente, pero se debe tener mucho cuidado con lo que se publica en sitios como Twitter y la manera en la que se publican. Un trino de tales características no puede ser considerado como el “sarcasmo más negro”, ya que las atrocidades de la guerra no pueden ser tomadas a modo de burla e ironía bajo ninguna circunstancia y mucho menos bajo una descripción tan gráfica y grotesca, pues lo único que logra es ofender y maltratar de manera contundente a quien han sufrido el flagelo de estas décadas de conflicto armado.

Infortunadamente, es triste que García de la Torre diga que el tema del proceso de paz “ni me quita ni me pone” por el simple hecho de no vivir en Colombia. Es una posición desoladora y egoísta, ya que como colombiana que también vive en el exterior, la paz para mí es algo importante a nivel personal y social. Aunque no vivo el día a día de la guerra, sí puedo dimensionar sus efectos y lo trágico que puede ser para esos 42 millones de colombianos con quienes no puedo ser indiferente.

En lo corrido de los últimos meses, muchos han caído en la equivocación de calificar como Santistas puros a quienes votan por Juan Manuel y de uribistas a quienes votan por Oscar Iván Zuluaga. Sin embargo, esto no es un problema de extremos definido el color blanco y el negro en el cual no existen matices. En muchos casos, hay quienes prefieren votar por Santos, no porque confíen en sus propuestas o porque lo respalden completamente, sino porque ven su acción como un voto en contra de Uribe. Algo que es completamente respetable, pero del mismo modo cabe señalar que quienes votan por Zuluaga no siempre son urbistas de pura sangre, sino gente que quizás no está de acuerdo con el gobierno de Santos o la forma en la que se está negociando la paz en La Habana. Dentro de ese espectro también caben las personas que prefieren votar en blanco porque no están de acuerdo con las propuestas y la guerra sucia que existe entre los candidatos, así como con el respaldo que han recibido de otros políticos. Tampoco podemos olvidar a quienes se abstienen de votar porque se sienten desmotivados para ejercer su derecho o porque desaprueban el actual sistema electoral y sus candidatos.

Todas las posiciones son totalmente válidas y merecen el respeto de los demás ciudadanos, ya que bajo estas circunstancias nadie es propietario de la verdad absoluta ni del poder para infringir en el derecho al voto y a la expresión de otros colombianos.

El patrón que se repite en toda Colombia es la visita de los candidatos a corregimientos y veredas que han estado bajo el abandono del estado, sin posibilidades de educación o acceso a la información de los medios. Obviamente, cualquier habitante de estas áreas puede aferrarse a las propuestas que le brinda un candidato, porque al fin y al cabo es la única esperanza que tiene de salir adelante en un futuro. ¿Quién soy yo, o usted, para venir a juzgar el voto de una persona y su esperanza por una vida mejor?

Claramente, es un abuso que los candidatos se aprovechen de las ilusiones que crean en cada uno de los colombianos, pero eso no le da derecho a nadie de venir a cuestionar y tildar de manera atroz a quien no vota como uno.

Ante todo esto, a uno solo le cabe preguntarse en qué momento Juan Manuel Santos se volvió símbolo y sinónimo de paz. Recordemos que estamos hablando del mismo Ministro de Defensa del gobierno de Álvaro Uribe que se vio salpicado por el escándalo de los mal llamados “falsos positivos” (el nombre correcto es homicidio en persona protegida, en concurso con desaparición forzada). ¿Cómo es posible que Santos, quien tiene 25 investigaciones en la Comisión de Acusaciones del Congreso ahora sea el representante de la paz?

Quizás muchos señalaran que Uribe tiene 276 investigaciones en la misma Comisión. Pero si el voto se rigiera por el número de investigaciones y procesos de los candidatos, nos tocaría votar en masa por Oscar Iván Zuluaga ya que tiene menos investigaciones que Santos.

Por lo tanto, aquellas personas que pretenden hacer ver a Juan Manuel Santos como imagen de paz y a quienes no votan por él como criminales, deberían reconsiderar la generalización tan equivocada en la cual están cayendo. Adicionalmente, esos señalamientos violentos y abusivos en contra de quienes no le quieren dar su voto a Santos solo sirven para perpetuar el ambiente de polarización que existe en el país, algo que en nada contribuye a esa “paz” que tanto pregonan.

Tal vez muchas personas usaran el argumento del “mal menor” para justificar su continuo acoso a quienes van a votar por Zuluaga, en blanco o se van a abstener; caso en el cual solo cabe agregar que el “mal menor” es solo una matización de las faltas cometidas por los dos candidatos de esta segunda vuelta.

De un lado del ring tenemos a Juan Manuel Santos, quien como Ministro de Defensa fue cómplice de muchas faltas en contra de la población civil durante la presidencia de Uribe. Puede que situaciones como la de los “falsos positivos” hayan mejorado durante su gobierno, pero eso no lo libra de la complicidad y culpabilidad de sus acciones como Ministro de Defensa y de aceptar el respaldo incondicional de Uribe en las elecciones del 2010.  A esto le tenemos que sumar el escándalo de JJ Rendón desmantelado por Daniel Coronell.

En el otro extremo del cuadrilátero está Oscar Iván Zuluaga, quien está apoyado e impulsado por Uribe durante estas elecciones y quien también, como Ministro de hacienda y Crédito Público de Uribe, tomo decisiones que han perjudicado a muchos colombianos. La campaña de Zuluaga también se ha visto manchada por el uso de interceptaciones ilegales al gobierno, que quizás algún día serán investigadas.

Por lo tanto, “el mal menor” es solo una frase acuñada para restarle importancia a las faltas de Juan Manuel Santos y perfilarlo como el héroe que no es. Obviamente en esta campaña, estos dos hombres son potencialmente peligrosos para la democracia del país.

Mi objetivo no es hacerle propaganda a un candidato o al otro, yo solo espero que esta entrada les sirva para reflexionar sobre el derecho a la libertad de expresión y de voto que tiene cada colombiano. No pretendo promover la campaña de ningún candidato, ya que creo firmemente en el criterio de cada persona para elegir y asumir el voto de la manera que mejor considere. Todo esto lo escribo con el ánimo de dar a entender que el primer paso para la paz es el respeto de las libertades porque, al final del día, eso es lo que realmente significa la paz y la democracia con la que tanto soñamos.

Ojalá algún día estemos a la altura de las palabras de ese hombre que colmó nuestros corazones de orgullo y nuestros ojos con lágrimas de alegría: “»Colombia no es guerra, Colombia es paz, Colombia es amor«, Nairo Quintana.

Y por último, no sobraría recordar esta frase.

“No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”, Voltaire.

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