Femmes Fatales

Publicado el Claudia Plazas

Ni prepago, ni póstpago

La “vida fácil” se volvió el camino elegido para muchas colombianas que no cuentan con los recursos para salir adelante, en muchos casos más que recursos, es cuestión de ganas para trabajar por un mejor futuro. Claro que este fenómeno de la prostitución y la “vida fácil” se volvió también el camino más fácil de ganar rating en un país doble moralista donde el aborto y el matrimonio entre parejas del mismo sexo generan polémica y las series de niñas prepago generan ratings muy altos.

Si es verdad el dicho de que “todo entra por los ojos”, las productoras colombianas están haciendo un muy mal trabajo en forjar un camino más prospero para la población femenina y en cultivar esos valores de los que tanto se jactan los sectores más conservadores del país.

Claro que el camino “fácil” no es en realidad tan fácil. Las mujeres que por una razón u otra terminan envueltas en este mundo de las prepago deben enfrentar ese conflicto moral, el miedo de ser juzgadas, difíciles horarios de trabajo y en muchos casos, aguantar condiciones físicas denigrantes. Por si fuera poco, se han conocido casos donde la prostitución y la vida de mujeres que se involucran con hombres a cambio de dinero, ha tenido como consecuencia la muerte de muchas de ellas que ejercen este tipo de trabajos. Basta con recordar el caso de Liliana Andrea Lozano, quien fue encontrada muerta al lado de  Fabio Vargas en Pradera, Valle del Cauca. ¿Es acaso este el destino que queremos promover entre las jóvenes y niñas colombianas?

Resulta muy difícil no cuestionar cual es el propósito de los productores con este tipo se series. ¿Demostrar que el negocio de las prepagos es rentable? ¿Darle ideas a jovencitas que se rehúsan a estudiar y optan por un camino física y psicológicamente extenuante que deja plata?

En Colombia, el facilismo se volvió la opción principal para muchas jóvenes. Lastimosamente, hoy en día es común escuchar a niñas pidiendo cirugías como regalo o eligiendo la prostitución de “alta categoría” para solucionar sus inseguridades físicas y sus problemas económicos. ¿Acaso es muy difícil promover una cultura donde la educación tenga más visibilidad e importancia que la prostitución?

Ser prepago o póstpago, o lo que sea,  va más allá de una cuestión moralista. Cada cual es libre de juzgar lo que está bien o mal, pero en un país donde muchas niñas y jóvenes han sido abusadas y asesinadas por estar involucradas en este mundo tan turbio de dinero y poder, se debería juzgar con mayor cautela el impacto social que pueden generar series que tratan temas que han dejado cicatrices en nuestra sociedad.

Eso sí, sigo extrañada con el silencio perpetuo de Roberto Gerlein y Alejandro Ordóñez sobre estas series. ¿Será que las ven sagradamente?

Comentarios