El Cuento

Publicado el ricardogonduq

La cátedra Peñalosa

A veces llegan cartas. Una tarde de febrero llegó una al colegio Fernando Soto Aparicio de Kennedy, en la que pedían no hablar mal del alcalde de turno. Una rectora quedó asustada. Unos profesores, furiosos. Y un tal anónimo nunca apareció. El desafortunado remitente era la Secretaría de Educación que parecía dejar el verbo intimidar sobre enseñar, como moraleja.

CARTA RECTORA

Por: Ricardo González Duque

En Twitter: @RicardoGonDuq

Tan inverosímil como la promesa de no más impuestos, que nos hicieron por allá en 2010. Tan falsa como la sonrisa de nuestra Miss Universo que no fue en diciembre pasado. Tan ‘mamagallista’ como una nota de Actualidad Panamericana. Así parecía la carta en la que desde la Secretaría de Educación de Bogotá, le pedían a unos profesores de Kennedy que no hablaran mal del alcalde Peñalosa. Pero no, era tan real como el riesgo de apagón de energía que hoy tenemos encima.

La página comenzaba con el antipático asunto “Queja de un anónimo porque los profesores están hablando mal del Alcalde elegido” dirigida por una funcionaria seccional de la secretaría a la rectora del colegio Fernando Soto Aparicio, Gladys Esther Castro. Y enseguida explicaba las motivaciones de la correspondencia que al llegar al colegio se tornaban infantiles, o para ser más precisos, inmaduras.

Según me contó la rectora, aunque ella no está segura, ese anónimo pudo ser un padre de familia, pero ella no tiene pruebas de que algún profesor estuviera hablando mal del alcalde Peñalosa. Y si así fuera ¿acaso no podía? Sin embargo, precavida para no dejar en riesgo su trabajo, me dijo que después de recibir la carta les comunicó a los profesores que venía una investigación para establecer esos responsables. Responsables, insisto, de decir lo que pensaban del alcalde de Bogotá.

Le tocaba hacerlo, pensé esta mañana que hablé con ella, pero realmente no tenía el más mínimo interés de esculcarle la libertad de expresión a sus colegas. Dijeran lo que dijeran.

Muy seguramente la molestia que entre algunos docentes causó la carta, terminó con su filtración. El lunes en Facebook y Twitter empezamos a saber de ella y de nuevo, la rectora Castro atemorizada apuntaba a decir “No sé de dónde la habrán sacado. Con esa carta terminó todo el mundo en la institución, pero yo no la publiqué”.

Lo cierto es que la hoja de la molestia de la Alcaldía llegó a otros colegios de Kennedy. El texto dirigido originalmente a doña Gladys, se volvió palabra de Dios para comunicarles a los rectores de la localidad, que por lo menos la señora Blanca Inés Cabra, quien firmaba la carta, no estaba tolerando que se cuestionara la autoridad del alcalde.

A pesar de que pocos medios quisieron hablar de la antipática carta, desde la Secretaría de Educación aclararon el episodio en un comunicado de cinco puntos en el que admitían el error. Dijeron desde esa oficina que el trámite de la queja –la del supuesto anónimo que denunciaba las malas palabras contra Peñalosa– “ignora el principio constitucional fundamental a la libre expresión de todo ciudadano”. En este caso el de los profesores.

Una corrección acertada que vino desde la secretaria María Victoria Ángulo, quien en medio del inicio de la polémica me contestó que probablemente todo ocurrió porque quien firmó la carta, no tenía claro lo que es “realmente la garantía del derecho a la educación”. Que, concluye ella, debe resaltar que “la libre expresión no puede ser cuestionada por nadie”.

Pero lo hicieron, dejaron en el aire la idea de que como en otras ocasiones el alcalde Peñalosa no es tolerante a las críticas. Y aún más, dejaron abiertas muchas preguntas: ¿Qué habría pasado si la carta no se publicaba, hubieran defendido así la libertad del profesor a pensar lo que quiera del alcalde? ¿Se han enviado otras comunicaciones similares a los colegios? ¿Cuál es la utilidad de pedirle a un profesor que en sus clases no hable mal Peñalosa?

¿Será que de fondo la idea va a ser crear una “cátedra Peñalosa” en los colegios distritales, para enseñarles a los estudiantes a respetar la autoridad y el orden; a construir a lo Maquiavelo con el fin por encima de todos los medios y a aprender a amar Transmilenio?

Suena exagerado, por supuesto. Pero como estamos jugando a eso. Porque de verdad que me costó creer en la verosimilitud de esa carta. Y aún me lo sigo preguntando: ¿Cómo así que el Distrito pidiéndoles a unos profesores no hablar mal del alcalde o sino se tomaban medidas? Las ínfulas de tirano, al fin y al cabo, no resultaron siendo solo del anterior huésped de Liévano.

Un punto de giro: Pato al agua, el procurador Ordóñez a la Presidencia en 2018. Lanzó su cuenta de Twitter y empezó su “correría” con los “líderes regionales” de su departamento. Lenguaje de campaña para un radical que podría volverse candidato serio. ¿El Trump colombiano?

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