Escenario Mágico

Publicado el

Corrupción, corrupción…

Este es un tema que me quita el sueño con bastante frecuencia, ya que a diferencia de mucha gente yo lo veo como algo realmente generalizado en nuestra sociedad, más como la regla que la excepción. Y aunque estoy seguro de que muchos dirán que hay países en peor situación, las comparaciones no me interesan, pues a mí, el único que me importa es mi país. Y como vamos, vamos mal.

La corrupción, como digo, es generalizada, o así sucede para mí, y voy a tratar de hacer la radiografía o foto que veo de ella en este corto artículo.

POR LUCAS ECHEVERRI

Respetar lo ajeno, ser honesto, hacer las cosas simplemente porque está bien, porque es lo correcto, ya no está de moda. Entonces, en nuestra sociedad necesitamos controles sobre los controles para evitar que el ‘vivo’ nos robe o abuse en todo nivel.

Empecemos: cuando uno es, finalmente, víctima de un robo, abuso, arbitrariedad, la que sea, debe acudir a la Policía; pero esta es negociable, comprable, y –no nos llamemos a engaños– todos sabemos que interactuar con la Policía generalmente implica sobornos y chantajes. Desde lo más sencillo, como cuando lo detienen en la carretera para pedir ‘papeles’, hasta en los casos de homicidio, como el del grafitero en Bogotá o el de Guatarilla, en Nariño. Todo siempre es confuso y turbio. Esto no quiere decir que no haya muchos policías honestos.

Si seguimos con nuestro problema, llegamos al sistema judicial, y este también es ‘torcido’. Los jueces y fiscales, por desidia o para ‘no meterse en problemas’, no aplican justicia, dilatan ‘hasta decir no más’ las decisiones, para que cinco, diez o treinta años después se dé un fallo que a nadie le importa, y menos al tonto que demandó o al pobre ciudadano que fue a dar a la cárcel. Solo imagínense lo que nos puede pasar a mi o a usted, si a Sigifredo López –un político– la Fiscalía le montó, sin pruebas, semejante caso. ¿Cuántos Sigifredos hay enredados por la Fiscalía, la Policía o los jueces en Colombia? Ese pensamiento me da miedo. Y lo anterior no quiere decir que no haya gente excelente en los organismos judiciales.

Y seguimos hacia arriba en nuestra escala y llegamos a los políticos, los que, en teoría, nos representan y, se supone, hacen un trabajo ‘desinteresado’ por el bien de la sociedad, para que Colombia sea cada vez un mejor país, donde la justicia social y el bienestar lleguen a una mayor porción de la población; y aquí sí es dónde peor nos va.

A todos, o al menos con muy pocas excepciones, se les olvida lo probos que deben ser. Comencemos por las campañas, ya sean las presidenciales, en las que llega lo más graneado de nuestra sociedad, o las del Concejo del pueblo más remoto, donde compran votos. Sí, por Dios, compran los votos, y eso es normal. El que no compra, no gana. Y, entonces, ¿qué se puede esperar? Pues que de ahí en adelante todo sea negociado.

Por lo tanto, pienso yo, ¿qué oportunidad tiene nuestro país de avanzar si los honestos prefieren hacerse a un lado y le dejan el país a los que no tienen escrúpulos para dirigirlo?

Como los alcohólicos, lo primero, reconocer el problema, y avanzar desde ahí.

Lucas Echeverri R.

Consultor

[email protected]

Comentarios