Escenario Mágico

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Entrevista con Tim Buendia por María Montoya R.

Por: María Montoya R.  http://www.elcassetteblog.com

*septiembre 2012

La admiración que nos produce Gabriel García Márquez a todos es indiscutible. El Nobel es uno de nuestros mayores orgullos colombianos, pero… ¿Hasta qué punto puede llegar nuestra admiración por el escritor y su obra?

Para Tim no tuvo límites. Un buen día, Tim se convirtió en un Buendía y se fue a vivir a Macondo. Literalmente.

Tim Aan’t Goor es un neerlandés que conoció a Gabo en Iquitos, en la selva amazónica, y se enamoró intensamente de sus letras a través de la obra «Cien años de soledad».

Como la realidad puede parecer tan insulsa al lado de las historias de Gabo, Tim decidió vivir su propio realismo mágico y se fue a vivir a Cataquita, un barrio de Aracataca, pueblo natal de García Márquez, del que muy poco sabemos pese a su importancia.

Fundó allí un hostal (The Gypsy Residence), por donde han pasado Aurelianos, Úrsulas, José Arcadios, Amarantas y Remedios. Un hostal donde revolotean mariposas amarillas por doquier y siempre está lleno de gitanos excéntricos. Tim, que ha estado allí en ‘Cataca’ más de un año con su hostal, sus historias, sus trabajos culturales, ahora es papá y con un blog en el periódico El Espectador, cada vez es más reconocido por varias agencias turísticas como uno de los emprendedores más importantes del más puro turismo colombiano.

Luego de sus aventuras alrededor del mundo (en Australia recogiendo uvas en granjas, en Tailandia enseñando inglés a monjes budistas, en las Islas Canarias animando espectáculos en hoteles…), Tim se quedó en Colombia para impulsar una de las culturas más especiales del país: la cultura Caribe.

LA ENTREVISTA


«Aunque Macondo tiene muchos significados, seguro se encuentra a Macondo en el corazón de Aracataca.»

 

Tim, ¿cuál es tu nombre “real” y por qué escogiste ‘Tim Buendía’ como sobrenombre?

(Risas) Mi nombre es Tim Aan’t Goor. La verdad, me aburrí de repetir mi apellido original tantas veces y pensaba que era tiempo de cambiar a algo más típico.

En aquella época, hace unos 4 años, estaba explorando los límites entre la realidad y la ficción y, ya sumergido y perdido en el realismo mágico, entendí que la imaginación es infinita. Un día, cuando leí que García Márquez dijo que era hora para nuevos personajes en Macondo, nació Tim Buendía. Fue un nacimiento inesperado y repentino.

 

¿Cuándo leíste el primer libro de Gabriel García Márquez?

Hace unos 5 años. Yo trabajaba en un hogar donde cuidan a niños de familias de escasos recursos en Iquitos, Perú. Una amiga neerlandesa con quien trabajaba allá me recomendó “Cien años de soledad”. Comencé a leer y me parecía algo raro. Yo no solía leer ficción; por el contrario, leía mucha filosofía, historia y antropología, entonces el realismo mágico me parecía muy… soñador. No entendía todavía que aquella novela, que es mejor que un estudio sociocultural que docenas de estudios universitarios, iba a cambiar mi vida por completo. Yo siempre quería ver el mundo de una manera muy racional, con la lógica como brújula, pero desde Gabriel García Márquez veo el mundo de una manera mucho más dinámica y se me hace que la lógica es más complicada de lo que a veces parece.

Pero allá en Perú, esta novela, que ahora es una de mis favoritas y que me ha llevado hacia a las raíces del sentimiento, no me atraía en un principio. Quería dejar de leerla después de conocer las primeras ocho páginas. Sin embargo, mi amiga Marrielle Pepels me convenció de seguir leyendo.

Luego, leyendo la novela, comencé a preguntar dónde estaba esa población tan indescifrable que era Macondo, pero todo el mundo me confirmó que era un pueblo imaginario, que con la realidad no tenía nada que ver. ¡Quién sabía en ese instante de qué manera eso me iba a impactar unos años después!

¿Siempre sentiste curiosidad por Colombia o fue después de conocer a Gabo?

En el año 2000 conocí un hombre que era guía turístico en Colombia. En aquella época yo no había viajado todavía. Me asombré porque no tenía ni idea que Colombia tenía tan diversos valores turísticos. Sabía lo mismo que todo el mundo de esta tierra: drogas y violencia, y este hombre me contó que Colombia no era peligrosa siempre y cuando “anduviera por las partes seguras”. (Risas)
Me me enseñó que Colombia era un país hermosísimo con grandes contrastes, con gente pura y amable, entonces dejé abierta la posibilidad de visitarla, desconociendo los planes que tenía el universo para traerme hasta aquí.
Años después, cuando ya estaba viajando por Latinoamérica (desde la Patagonia hasta Alaska), me encontré con muchos viajeros que me contaron que Colombia era el país favorito de ellos por la cultura, la gente, etc., y me generaron gran curiosidad y expectativa por este país.

¿Cómo era tu vida en Holanda? ¿Estudiaste?

Hasta que tuve 18 años siempre viví en Neerlanda (Holanda como país no existe ya que es una provincia de Neerlanda/Países Bajos). Estudié un semestre de trabajo social y dejé mis estudios porque quería aprender cosas distintas en muchos otros terrenos. ¡Definitivamente necesitaba un sistema diferente de educación!

 

Mi viaje a Australia me cambió la visión del mundo, me abrió nuevos horizontes y descubrí lo que quería aprender en mi vida: idiomas y culturas.
Desde el año que dejé de estudiar, a comienzos del 2001, la gran mayoría de mi tiempo he estado trabajando en otras partes del mundo como Tailandia, España, Australia, Perú y Colombia. Siempre me he desempeñado en diferentes trabajos como enseñar inglés, trabajar en fincas, animación en hoteles, atender en bares y fui trabajador social en un hogar para niños de muy bajos recursos, como lo mencioné ahora.

¿Cuándo y por qué se produjo esa decisión de venir a Colombia y radicarse acá?

Pues, justo antes de venir aquí, vivía en Iquitos, Amazonas, la ciudad más grande del mundo donde no se puede llegar en carro.
Yo quería vivir en una parte del mundo donde la gente fuera chévere, abierta, donde hubiera mucho por hacer. Buscaba un lugar donde un soñador como yo pudiera trabajar haciendo realidad sus ideas. Quería “aterrizarme”. Había escuchado muchas cosas buenas de Colombia y por eso vine a Santa Marta, donde viví un año.

Ya estaba harto de llegar a diferentes partes del mundo, tener que buscar un trabajo, trabajar por un año o seis meses y después dejar todo a lo que le había dedicado mi esfuerzo y comenzar de nuevo. Quería invertir mi tiempo en un proyecto largo, algo espectacular, algo diferente, ¡algo que nadie más hiciera! Cuando llegué a Colombia estaba buscando los ingredientes para iniciar un proyecto de vida ¡y mira! Los encontré. (Sonrisa)

¿Y qué dijo tu familia cuando les contaste que vendrías a vivir a Colombia?

Allá la gente siempre tiene miedo por el tema de la violencia y las drogas. Mi mamá me preguntó: “¿por qué no vas a vivir a un país seguro?”

Un año después, cuando ellos llegaron a Aracataca, ni conocían a García Márquez y me dijeron: “¿qué hay en este pueblo? ¡Aquí no hay nada! ¿Qué vas a hacer? ¿Por qué no te vas a vivir a Villa de Leyva o a Cartagena, o a un país más desarrollado?”

Claro, Tim, muy extrañados debían estar… ¿Y tú extrañas algo de tu tierra?

Mi familia, mis amigos del alma, la comida, el clima y las temporadas, las ciudades, los paseos, viajar…

Neerlanda es chévere. Tengo toda mi familia allá y no es tan difícil encontrar alguna clase de trabajo y tener ingresos fijos. Eso especialmente lo extraño: tener horarios predeterminados y un salario mensual.

Aquí, al contrario, la vida ha sido mucho mas difícil. Mi trabajo es un desafío muy grande. Estoy haciendo algo que no existe para lo que no hay mucho espacio: poner a Aracataca en el mapa turístico del mundo. Hay que comenzar de ceros.

 

Extraño una seguridad de trabajo más que todo. Aquí, debo decirlo claramente, lo que es más difícil es la incertidumbre de cómo seguir porque mis deudas siguen creciendo y lamentablemente nadie está invirtiendo en la cultura ni en el turismo. Pero yo tengo mucha fe en mi proyecto, María.

 

Yo sé que muchas más personas están por llegar y por fin mi negocio dejará de ser el “peor” del pueblo, como lo consideran tantos. Aquí en el momento nadie puede vivir del turismo excepto los trabajadores de la casa museo.
Que el mundo piense que Aracataca es un pueblo imaginario, que García Márquez no existe, es muy triste. Los colombianos creen que aquí no hay nada que hacer, que Aracataca es un pueblo aburrido, y eso lo han pensado por muchos años. Los extranjeros que vienen aquí están mucho más encantados y siempre están añorando más tiempo para quedarse.

 

Todos los meses tengo que ver de dónde consigo dinero para pagar el arriendo, tengo que pedirle a mis familiares un poquito más de lo que les debo ya. Me dicen: “Tim, no estás manejando las cosas bien, ya deberías estar ganando con tu hostel”, y ya no les puedo pedir nada más a ellos… Si no consigo algo por alguna parte, tengo miedo de tener que salir de aquí y dejar mis trabajos tirados de nuevo.
A veces siento que no se valora mi trabajo porque si la gente o las autoridades realmente lo hicieran, no tendría que vivir de créditos preocupándome con qué milagro me encuentro este mes. No. Viviría de sueldos o ganancias.
Otras veces pienso que estoy haciendo muchas cosas, que estoy poniendo a Aracataca en el mapa turístico, pero ningún ministerio, ni la gobernación, ni la alcaldía, dicen que este proyecto tiene futuro y eso me entristece un poco.

 

Hace dos años trabajé con el anterior Alcalde, Fossy Marco, e hicimos unas cosas muy valiosas: enseñamos a los jóvenes cultura e historia. Esta tierra es especial ¡y de qué manera deberíamos aprovechar eso!
Podríamos sensibilizar a la población pero eso requiere más atención de la administración para que los estudiantes, los jóvenes, se sienten más involucrados en el futuro de su pueblo.

 

¿Qué es lo que más admiras de esta tierra colombiana?

Mucha gente valora lo que es verdaderamente importante: la familia. Admiro la alegría, el deseo de mejorar la situación del país. Admiro que la gente no está preocupada por lo que vendrá mañana. Así pienso yo: no debemos preocuparnos tanto.

Por otro lado, también creo que la gente en la costa es muy conformista. Para cambiar algo es esencial juntarse pues un grupo de tres es mucho más capaz que tres individuales pero aquí, en Aracataca por ejemplo, los servicios públicos, el agua y la electricidad, ¡son pésimos! Yo estoy desarrollando una aversión en contra de ellos, porque la falta de agua y luz no deja trabajar. ¿Cómo voy yo a hospedar a la gente si no tengo agua para que se pueda bañar? Es terrible. A veces siento que todo aquí es muy ilógico, ¿cómo es posible atender a turistas en este ambiente? Tengo un tanque elevado en la casa de mil litros pero si no está llegando agua por 5 días, no sirve para nada. (nota Tim Buendia; ya mudamos el hostal en diciembre 2012 y el servicio de agua es mucho mejor.)
¡El calor es legendario!, por eso es tan esencial que la empresa de electricidad en el Caribe mejore su servicio y deje de quitarnos la luz a la 1 de la madrugada. ¿Cómo vamos a vivir aquí sin ventilador? Hace falta bañarse varias veces al día y por eso es terrible no tener agua (corriente). No sé si es por la historia de corrupción en el departamento que nunca han arreglado eso…
Es difícil por ejemplo, realizar trabajos en el computador cuando te quitan la luz porque hay una empresa mediocre que no está manejando las cosas bien. Yo no sé nada de eso, pero me imagino que los dueños están ganando mucho dinero… ¡Más que nosotros con seguridad!
Ahora admiro la oportunidad que tiene Colombia frente al mundo. Mucha gente ha sufrido demasiado por la violencia e inseguridad en el pasado pero ahora, con las charlas de paz, llega un momento crucial para el país, Latinoamérica y la humanidad.
Los colombianos pueden demostrarle al mundo que esto es un acto de compasión y de justicia. Es el inicio de un proceso largo pero una buena oportunidad para que el bien prevalezca sobre el mal y que lo que algún día ha sido malo, tenga la capacidad de convertirse en algo bueno y bello. Los culpables de las cosas más terribles en la historia negra del país necesitan espacio para contar sus motivos y para manifestar sus arrepentimientos. Todo el mundo tiene que hablar sin sentir miedo. Hay que juzgar las acciones pero nadie puede juzgar a las personas, y quien juzga debe prepararse, pues está en el escenario de Dios. Este es un tema bien sensible, pero inevitable.

 

¿Cómo llegaste a Aracataca?

Viviendo en Santa Marta fui con mi amigo, el respetable Carlos Eduardo Manrique de Aracataca, y otro amigo del interior, a visitar el pueblo el día del idioma en 2008.

¿Y fue ‘amor a primera vista’ con Aracataca?

En Santa Marta estaba algo aburrido. Santa Marta es demasiado grande para un aventurero como yo. Allá es más difícil conocer personas e inventar algo que no existe. Mi amigo Carlos nos llevó a un colegio para asistir actividades culturales, muy chévere, me recordó mi tiempo en Tailandia.

Esa tarde de visita a ‘Cataca’, unos profesores nos mostraron lugares de interés y el pueblo en general me pareció muy bonito, muy tranquilo y alegre. Me sentí bienvenido enseguida.

¿Cómo describes la vida en el Magdalena?

En Aracataca la gente es muy amable, curiosa. Hay muchos árboles frutales por todo el pueblo, ¡me encanta! El río, el ambiente, la vida es muy alegre. Además, la costa tiene una historia muy larga que nos enseña mucho de lo que en Europa desconocemos. Allá la gente no conoce a Simón Bolívar, no saben del imperialismo de la United Fruit Companypor ejemplo. Los europeos no saben en qué estado han dejado este continente después de robarse todo el oro de la tierra. Aracataca es una muestra.

Lo que lamento es que no hay inversiones en la recreación sana en pueblos como Aracataca. Aquí no hay deportes ni cine. La única cosa que la gente puede hacer es tomar ron ¡y en Aracataca la gente toma más que en Boyacá! El alcoholismo fomenta la violencia y el adulterio y esto rompe familias y corazones.

¿Crees que el Gobierno nacional podría poner más atención en Aracataca?

Creo que es una falta de respeto a la cultura colombiana y a la literatura mundial en general, la actitud de los gobiernos a todos los niveles hacia el legado de este gran pueblo.

Me parece extraño que ni empresas ni gobiernos valoren la historia y la cultura de Aracataca. García Márquez es el escritor vivo más valorado y respetado del mundo y Aracataca es la materia prima de su obra, significando que ésta es una de las tierras literarias más importantes del mundo. Este pueblo, como símbolo de los pueblos de Latinoamérica, debe estar lleno de obras representativas de la región, como una Meca en la costa. Cuando van los cachacos a la costa, antes de llegar al mar pasan por Aracataca ¡pero ni paran!, la entrada es invisible, nada que le da la bienvenida.
Sería una oportunidad excelente para hacer un museo a la flora, fauna y cultura indígena de la Sierra Nevada.
¿Quiénes nos pueden apoyar en eso? ¿Quién se atreve a revivir Macondo por la grandeza de Latinoamérica? ¿Tú crees que Ricardo Arjona va a trabajar por la niñez en Aracataca? ¿Crees que Fernando Botero va a elaborar una estatua de Leo Matiz? ¿El mismo presidente Santos se atrevería a ordenar una construcción de una estatua de Gabriel García Márquez? ¿Tal vez Shakira estaría interesada a pensar de qué manera podríamos mejorar la educación en este pueblo? ¡No! Sólo el gobierno nacional puede cambiar esta realidad: Aracataca está olvidado por Colombia y el mundo entero.
Hace unos años la Gobernación invirtió en la estación de tren pero después no ha pasado nada con eso. Es un elefante blanco.
Ahora dicen que van a poner la estación del tren como atracción turística y el gran museo de Leo Matiz, pero no es la primera vez que dicen eso… La gente habla pero no hay nada de transparencia, ¿y qué es lo que verdaderamente está pasando? Que el progreso no está llegando al alma del pueblo.

 

A veces la gente me dice: “No hables tanto. ¡Es peligroso!”. Desde que fundaron Macondo, hablar de democracia es peligroso.
Pero no podemos ser más conformistas. Hay que luchar, ¡porque ahora es nuestra segunda oportunidad sobre la tierra!

¿Y cómo nació la idea de Hostel Gypsy Residence?

Aunque nunca he tenido mucho dinero siempre he pensado en montar un hostel. En el pasado viajaba mucho y me parecía muy interesante conocer personas de todo el mundo en mi propia casa. Me di cuenta que Aracataca necesitaba una casa de huéspedes, un lugar abierto para las personas que llegan donde encuentren consejos sobre qué hacer en el pueblo y en dónde se hable realismo mágico. Igual, no tenía dinero pero encontré unas personas que querían aportar su granito de arena y me prestaron toda su ayuda para realizar lo que nadie creía posible.

¿Y en el Hostel Gypsy Residence hay mariposas amarillas?

Yes, ¡bastantes!

¿Qué planes turísticos ofreces tú?

En mi página web, www.thegypsyresidence.com , se puede leer todo sobre los tours.

Entiendo que tienes un tour llamado “Feel the magic of the real Macondo”. ¿Tú cree que Macondo es Aracataca llevada a la literatura?

Aunque Macondo tiene muchos significados, seguro se encuentra a Macondo en el corazón de Aracataca.

¿Cómo es la acogida de quienes realizan este tour?

La gente se va muy contenta. Generalmente todas las personas han leído al menos una de las obras de García Márquezentonces les gusta mucho conocer la realidad de su pueblo tantos años después, ver los lugares que visitó y donde vivió. Siempre trato de hacer sentir a los visitantes como personajes de una novela ganadora del premio nobel.

 

¿Por qué crees que son más los extranjeros que visitan Aracataca que los mismos colombianos?

No es que estén llegando más extranjeros al pueblo sino que están llegando más extranjeros a mi hostel. Para el extranjero esta tierra es muy típica colombiana y por eso le gusta más estar aquí que en Bogotá, por ejemplo. Para los propios colombianos es un poquito más común.
También sucede que los colombianos han escuchado por décadas que aquí no hay nada que hacer, que este es un pueblo como todos los demás y que, además, Gabriel García Márquez no hizo nada por esta tierra.
Los extranjeros ven a ‘Cataca’ como ese lugar mítico de libro con sus personajes únicos. Aracataca es un símbolo de los pueblos de Latinoamérica y eso es lo que quieren ver los extranjeros: la verdadera vida Colombiana.

¿Qué más lugares de Colombia conoces? ¿Cuál es el que más te ha gustado?

Conozco más que todo la costa. Lo que más me gusta, fuera de Aracataca, es El palomino y Mompox.
Hace unos años viajé por varios departamentos como La Guajira, Magdalena, Cesar y Atlántico, vendiendo mis poesías. Conocí muchos pueblos y muchas personas… ¡Muy chévere! También me encanta Villa de Leyva. Bogotá es interesante.

¡La naturaleza aquí es muy diversa y abundante! En realidad no conozco tanto, mi trabajo no me permite viajar mucho, pero estoy seguro que un poquito más adelante voy a aprovechar más de las hermosuras de este país.

¿Cómo crees que aportas tú al crecimiento de esta sociedad?

Estoy abriendo espacios. Trato de despertar ese pueblo imaginario que está en el corazón de ‘Cataca’ y me encanta desafiar los sentidos de la realidad. Mi intención es inspirar a la gente de aquí para que participen, para que inviertan en el desarrollo del país. Quiero que los extranjeros que lleguen a Aracataca por mí, ayuden, aunque sea un poquito, a la economía. La gente puede montar sus microempresas vendiendo artesanías, camisetas, montando restaurantes y más hoteles. Yo trato de hacerlos sentir en su casa. Los extranjeros están encantados con el pueblo y al pueblo también le gusta conocer nuevas personas tan diversas, hay que fomentar la interacción cultural para que crezca la formación intelectual. Para mí es un placer provocar eso. Por ejemplo, el año pasado construimos un puente literario entre dos tierras nobel: Salinas, California (la tierra de John Steinbeck) y Aracataca, Magdalena. Organicé una actividad en la cual nos comunicamos con la gente de allá y hablamos sobre literatura. Los dos Alcaldes declararon la hermandad entre las ciudades, ¡algo único!

Entiendo que tienes una habilidad para escribir, incluso leí que pasaste los primeros en Colombia meses viviendo de tus poemas. ¿Aún escribes?

Escribo poesía por temporadas y escribo muchas otras cosas por mi trabajo, cartas a diferentes partes del mundo para buscar participación en Aracataca atrayendo la atención de la gente. Explico por qué esta tierra tiene un buen presente y un gran futuro.

Hace unos meses le escribí varios poemas al amor de mi vida, Cynthia. Me inspira mucho pero no siempre le escribo, a veces simplemente le cuento lo que ella está provocando en el fondo de mis sentimientos.

¿Qué te inspira para escribir?

La humanidad, el universo, la naturaleza, son mis principales fuentes de inspiración. La filosofía también.
Tengo fe en muchas cosas buenas mientras en este mundo la mayoría de la gente ya perdió la confianza en la existencia. Quiero volver a la esencia de vivir, a las cosas simples, hablar de verdades y sentimientos, pues aquí la mayoría de la gente no cree en el propósito para la existencia ¡y en Europa mucho menos! A veces estamos perdidos entre visiones oscuras implementadas por el capitalismo y la ‘necesidad’ de consumir.
La felicidad tiene una fórmula matemática más simple: cuando los deseos sean reducidos a ceros, la satisfacción se expande al infinito.

 

Ahora un movimiento universal, ‘Los poetas del mundo’, recién estaban visitando ‘Cataca’ y me bautizaron como su embajador en Macondo. Me invitaron a Cuba para participar en sus eventos divulgando mensajes de paz, armonía y amor. Me encantaría ir pero creo que todavía no es hora. Es muy difícil encontrar apoyo para viajes promocionando la cultura…

 

¿Te has enamorado de alguna colombiana?

El amor se encuentra en muchos aspectos de la vida. Yo puedo sentir un amor profundo cuando estoy caminando por la naturaleza. Estar tranquilo es la condición principal para amar.

Mi corazón sí ha latido más rápido por una colombiana, tengo que admitirlo. Son muy chéveres, inteligentes, con buenos ideales y bonitas. ¡Cuánto respeto y admiro a las colombianas!, pero ha sido una chicana quien me robó mi corazón.
‘Ik hou van je Cynthia!’.

¿Piensas quedarte para siempre en Aracataca o tu espíritu de gitano te invita a recorrer más partes del mundo?

Pienso siempre estar volviendo a Aracataca. Este escenario mágico tiene algo que ningún otro lugar tiene, María, ¡créeme! Veo que pronto van a estar pasando cosas muy interesantes para la cultura y que Aracataca representará al Caribe colombiano. También sé que los gobernantes tienen miedo de esto porque no creen que el pueblo esté preparado, ¡pero hay que demostrarles lo contrario!
Yo sé que esta tierra va a sobresalir y los malos gobernantes no nos podrán detener. ¡El tiempo es ahora!
No voy a quedarme para vivir siempre en Aracataca… Hay demasiado calor y todavía soy muy joven. Quiero viajar mucho más, quiero vivir en las montañas, quiero conocer más de Asia, aprender más idiomas y pueblos. Quiero caminar por puentes entre las culturas. Soy un nómada por naturaleza.

 

¿Y has hablado alguna vez con Gabo?

No he hablado con él y me parecería espectacular conocerlo. Sí conozco varias personas cercanas a él pero es muy difícil encontrarlo dado que no sale casi de México y yo carezco de fondos para viajar y visitarlo…
El año pasado hablé varias veces con su hermano, Jaime García Márquez, cuando estábamos preparando la construcción de la tumba de Melquíades. Lo invité a ‘Cataca’ para que apoyara con su valiosa visión este monumento a la gran obra de su hermano, pero nunca me mandó sus respuestas y no nos pudo apoyar. Otro familiar de él me propuso conocerlo cuando volviera a Cartagena y ahora que se dio efectivamente su regreso espero que esto se haga realidad. Hay que tener esperanzas.

Quizás Gabriel García Márquez no pueda volver a escribir por su salud… ¿Qué crees que le faltó escribir?

Quiero aprovechar esta pregunta para parafrasear ‘El coronel no tiene quien le escriba’: “Ni mierda”.

 

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