Catrecillo

Publicado el Ana Cristina Vélez

Placer en el arte

Si se dice de la obra de un artista que produce placer o es bella (lo cual también genera placer) no suena a elogio, incluso el artista puede horrorizarse. Dos características que en la actualidad no tienen prestigio y más parecen quitar que agregar valor a la obra de arte. No, los artistas no quieren hacer obras bellas, quieren hacer reflexionar, hacer cambiar de opinión, involucrar socialmente, políticamente, tener peso sicológico en los individuos.
En su historia, no ha sido extraño que el arte haya estado rodeado de un halo de superioridad: llámese alta moral, alto espíritu, misterio, importancia política. Pensemos en Hegel, para quien el arte era una especie de cumbre del espíritu humano, y lo bello artístico se encontraba por encima de lo bello natural pues reflejaba el espíritu y la libertad, que eran, según él, lo único verdadero. En cambio, pensadores de este siglo consideran que el arte es tecnología dirigida a producir placer, como la pornografía o el alcohol.
En general, es verdad que el arte debe proporcionar placer, pues si consistentemente no lo hiciera no tendríamos motivo alguno para buscarlo y en cambio lo evitaríamos, pero no es solo eso. La condición de artístico, ese ente que llamamos arte, se posa sobre ciertas manifestaciones humanas durante unas épocas y períodos históricos, pero así como se asienta y detiene, más tarde puede emprender el vuelo y hasta desaparecer. Un objeto que era artístico durante el Romanticismo puede no serlo en el Modernismo; una obra de arte mayor puede convertirse en una obra de arte menor, y unas pocas resisten el paso del tiempo (recordemos que en la época de Bach, las obras musicales de sus hijos eran consideradas de mucha mayor calidad que las del gran músico).
Nos parece artístico un acto o un objeto cuando sus características alcanzan, dentro del contexto de nuestra cultura, imaginación, conocimiento y expectativa, un nivel por encima de todos nuestros referentes. Ese reconocimiento que otorgamos, ya sea al objeto visual, auditivo, material, conceptual o de comportamiento nos produce un gran placer. Sobrepasar los límites conocidos, rebasar el paradigma produce un nuevo aprendizaje y a lo mejor es adaptativo, beneficioso en términos biológicos, buscar este tipo de recompensa. El placer está allí para hacernos repetir lo que nos es conveniente. Al mejorar, al perfeccionar las acciones y los objetos, conseguimos “algo” y con ello obtenemos placer, y algunas veces llamamos a esos logros “arte”.
Vale agregar que el placer puede esconderse en oscuros rincones: alto costo- estatus, extravagancia- visibilidad y hasta en el dolor.

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