En contra

Publicado el Daniel Ferreira

Fernando Linero y los boleros

Fernando Linero. Encuentro Luis Vidales.
Fernando Linero Encuentro Luis Vidales

Las ciudades tienen temperamento. A su manera, tienen un temperamento para la protesta social, para la luz fotográfica, para oír la poesía. En Medellín, dice Fernando Linero, hay un mejor temperamento que en Bogotá para la poesía. Por eso el festival de Medellín siempre está lleno y al de Bogotá no va nadie. Lo dice tras haber sido el poeta homenajeado del más reciente Festival realizado en Bogotá. Ahora está en Armenia, antes de partir a Caracas, para hablar sobre boleros y para cantarlos. El bolero es el crisol del sentimiento y su metafísica es pasar del odio al supremo amor, dice. Aprendió a tocar piano en los seis años que pasó como estudiante de dirección de orquesta en la facultad de música de la Universidad Nacional. Perteneció a la orquesta de Lucho Bermúdez y tocó con los Tupamaros, y en una verbena popular en Nariño asistió a la escena más conmovedora de su vida: un tour por el restaurante donde preparaban al día doscientos cuis fritos, esos roedores indefensos que ningún mal le han hecho al ser humano. Una de las obsesiones de Linero ha sido el universo de los insectos. Los observa y aprende de sus modos de actuar. Yo he padecido como un sufrimiento insondable la agonía de una abeja, dice. Todas las vidas de todos los seres son tan importantes como la nuestra, dice. Vive en Bogotá con su esposa, quien lucha contra el cáncer desde hace cinco años. La cuida y canta boleros, la cuida y escribe poemas. Dice que uno de los más hermosos es Te dejo la ciudad sin mi de Mario Baña. Canta para los asistentes del Encuentro de escritores Luis Vidales (Cincuentenario del Quindío) el bolero Era un juego nada más. Dice que los ojos de las mujeres son parientes de los luceros y de toda la carta de los astros. Canta Amnesia y luego asegura que en la costa los músicos son más ritmo y en Nariño más afinación, y que tal vez lo primero se debe al calor y a los pueblos del mestizaje, y lo segundo a los vientos andinos y a las huellas de la lengua quechua. Canta y explica que el nacimiento del bolero en el Caribe puede tener explicaciones sociológicas y políticas que definen la identidad de los pueblos reunidos por cinco siglos, pero que la respuesta simple es que es un sentimiento triste que se baila. En la calle, frente al Teatro Azul de Armenia le pregunto qué se siente al haber sido homenajeado por Raúl Gómez Jattin. Cuenta entonces que el poema dedicado por su amigo nació de la promesa hecha de llevarlo al Sinú. Jattin quería llevarlo para compartirle el prodigio de vivir donde se junta el río y el mar. Pero Linero nunca fue a visitarlo. Conoció a Jattin en casa de Beatriz, la cantautora que musicalizó los poemas del poeta fallecido. Vivieron una amistad espléndida cuando las crisis mentales de Jattin se evaporaban y pasaba las primaveras de su lucidez. “Uno es un invento de sus amigos”, dice. Luego se pone taciturno y agrega que uno no debería elegir ser poeta. La poesía es un encuentro con la realidad. Y esa lucidez es terrible. La poesía es el resplandor más cercano al sol, y aquí parafrasea a René Char.

Comentarios