El ojo de Aetos

Publicado el elcides olaznog

Colombia, mi Patria querida, cómo nos dueles…

  «Diputada de Antioquia procesada por estafa hace parte de la Comisión de Ética de la Asamblea». «Por decreto presidencial salarios de congresistas volvieron a subir». «Instituto Nacional de Salud reporta muerte de niños por hambre». «Estos son los veintiún excongresistas que no quieren renunciar a sus megapensiones».

Estos cuatro titulares de prensa, elegidos al azar entre MUCHOS SIMILARES, sintetizan en gran medida la situación de nuestro país.

 Lo digo y no me canso de decirlo. Tanto que ya la tía de marras me anunció que no vuelve a leerme. Y con razón, digo yo, porque me volví repetitivo. Pero el viejo Anselmo saltó en mi defensa y dijo que el repetitivo es el cáncer que corroe a nuestra sociedad. Gracias, tío.

Esto es lo real, lo verdadero. Por esas y otras razones es muy difícil darle a la situación de Colombia una mirada medianamente optimista. Veamos estas perlas:

El tal proceso de paz, uno de los más costosos y rimbombantes de la historia violenta del país, no tiene sino sombras y ni una lucecita. Claro, los optimistas titulares de prensa de ciertos medios afectos al gobierno dicen lo contrario, pero la verdad está ahí, sin discusión; en más de dos años y medio, no hay un hecho contundente que sugiera la más mínima esperanza.

¿Por qué? Muy sencillo. Las FARC llevan décadas con un solo norte y con un solo propósito. En eso, sin duda, son coherentes. Ellos no cambian de directores ni de política mientras que el Estado cambia cada cuatro años de gobernantes. Bueno, de gobernantes no tanto porque en cada debate “elegimos” a las mismas lacras de siempre y la renovación es mínima. Lo que cambian son los intereses de esos representantes de la democracia, como presidente, congresistas, diputados, concejales, alcaldes. Si no me creen, revisen en youtube el discurso de Juan Manuel Santos hace seis años cuando estaba en campaña, o revisen las babosadas, perdón, las declaraciones de dos de los más conspicuos representantes de nuestra democracia, don Armandito Benedetti y su carnal Roycito Barreras, primero cuando eran uribistas y luego en su condición de santistas. Todo depende la mermelada con que se vea.

Otro ejemplo. Déjenme referirme a un caso de inequidad tremenda: en enero del año pasado, 2014, todos los medios, especialmente los que sabemos, difundieron imágenes a todo color del presidente Santos visitando al magnífico “Tigre” Falcao en su lecho de convaleciente en una conocida ciudad europea. Pero cuando Edward Ávila, un humilde cabo del Ejército perdió sus dos piernas por una mina antipersonal, no se supo que el primer mandatario haya ido a visitarlo. Debió ser porque una visita a un mísero soldado no genera alza en las encuestas de favorabilidad. O porque los medios consideran que visitar a un sujeto anónimo, a un pobre desgraciado, no es noticia.

Así se manejan las “cosas” en Locombia. Y después critican al escritor Fernando Vallejo porque les canta la verdad en la cara.

Si en el país llueve, en Bogotá no escampa. Los violentos se tomaron la capital en el transporte público, en las calles, en los colegios, en los parques. Y no hay quién defienda a los ciudadanos que contribuyen con elevados impuestos, tan elevados que un extranjero desprevenido podría suponer que estamos en una ciudad tan civilizada y segura como Viena, Berna, Vancouver o Copenhague. En Bogotá los agentes de policía solo se ven en las horas en que hay pico y placa, pues pareciera que su función principal no es la protección de los ciudadanos sino “pillar” conductores infringiendo la impopular e inequitativa medida.

En fin; son muchos los comprobados casos que servirían para demostrar por qué Colombia es un caos sin una mínima luz al final del túnel. Pero ya se vienen las elecciones de alcaldes, gobernadores, concejales, diputados. Y ya los partidos tradicionales y los no tradicionales están mostrando los dientes. Están en trance de hacer lo que sea para acaparar poder en las corporaciones públicas. Se vienen las alianzas, las repartijas de ponqué y mermelada. Pero el elector común, limpio, honesto y, por tanto, alérgico a la mermelada, mira para lado y lado y no encuentra UN SOLO candidato capaz de regalar una miserable esperanza de cambio.

Ni el hambre ni el delito tienen color político, eso se sabe. Pero a las ambiciones sí las pintan con el verde de Peñaloza, con el amarillo de Clarita, el rojo de Rafaelito, el arco iris de Pachito… Y el miserable 30 o 35 por ciento de electores, como siempre, van a elegir a uno de ellos, para desgracia de Bogotá. Ya hasta cansan las campañas de moralización con el voto en blanco como estandarte. Porque los cacaos de la política le hacen mala prensa a esa manifestación auténtica y democrática. Y la gente repite como muñeco de ventrílocuo que el voto en blanco no sirve porque esos votos se los suman al ganador de las elecciones. Y mientras los potenciales electores sigan pensando así, los gamonales de siempre tienen  el terreno abonado para seguir haciendo de las suyas. ¡Viva Locombia, viva la Capital de la Repú…blica!

Colofón: en todas mis conversaciones en tiendas de barrio, supermercados, campos de tejo, reuniones de intelectuales, en el transporte público, en los aeropuertos, no he visto un solo colombiano del común que hable bien del gobierno de Juan Manuel Santos. Por ahí encuentra uno un par de gatos defensores del populismo trasnochado de Petro, pero no más. Por desgracia, esa parte del electorado que no come entero es la que no vota. Entonces la única esperanza del pueblo oprimido, oh vergüenza, es que la Selección de Pekerman y del Tigre Falcao gane la Copa América de Chile. ¡Ay, hombe, güepa je!

 

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