El ojo de Aetos

Publicado el elcides olaznog

James: bien, pero no te juntes con esa gente

Hablo, para variar, de James David Rodríguez Rubio, el gran crack cucuteño que brillará en la lujosa nómina del Real Madrid y que dirigió en el campo de juego la orquesta (casi) sinfónica que nos dio a los colombianos la mayor satisfacción deportiva de toda la historia.

 El pelao James desbordó sus propios sueños. Y demolió con seis soberbios macetazos toda la historia de Colombia en competiciones internacionales. Se recuerda con especial deleite aquel gol de Willington Ortiz (Deportivo Cali, Copa Libertadores 1981) a los encopetados y recientes campeones del mundo (Argentina 78) del River Plate con Ubaldo Matildo Fillol en el arco. O la gesta del Caimán Sánchez, subcampeón Copa América 1975, con el propio Willington, Ernesto Díaz, Pedro Zape, Eduardo Retat, “Boricua” Zárate, Arturo Segovia, Jairo Arboleda, etc. Pero nada se compara con la actuación del Diez colombiano en el reciente mundial.

 Las jornadas brillantes del fútbol colombiano – antes de Brasil 14 – incluyen cuatro participaciones mundialistas que, visto con cierta objetividad, dieron más satisfacciones en la etapa de eliminatorias que en el propio mundial. Se recuerda con mucha más satisfacción el 0 – 5 en Argentina en 1993 que el mismo mundial USA 94, que no solo fue un fiasco como fútbol en sí, sino que además sufrimos el drama de la muerte violenta del gran Andrés Escobar, excepcional como jugador y mejor como persona.

 La camada de jugadores comandados por el Pibe Valderrama, Faustino Asprilla, Tren Valencia, Iván Valenciano y los arquerazos Higuita, Córdoba y Calero, entre otros, brillaron en el mundo, no cabe duda. Esos genios guiados por un técnico como Pekerman habrían sido campeones del mundo. Pero fracasaron en los mundiales por una razón sencilla: no tuvieron dirigentes capaces ni entrenadores idóneos, con visión universal. Bolillo Gómez y Maturana, bien hechas las cuentas, es más lo que le deben al futbol colombiano que lo que este les debe a ellos.

 También permanece vivo en la memoria el período de Faustino Asprilla en el Parma italiano. Su juego pícaro, de finta demoledora, rápido y alegre, sus goles de antología, “internacionalizaron” el fútbol europeo en Colombia. Todos los domingos a las 8 de la mañana ya teníamos el televisor prendido para ver a Faustino. El negro, más allá de su carácter desordenado, sus francachelas con güisqui y bala, mujeres exuberantes y caballos de paso inclusos, es uno de los más grandes que ha dado el fútbol colombiano.

 Merecen mencionarse como grandes triunfos la dos Copas Libertadores de América ganadas por Nacional en 1989 y Once Caldas en el 2004. Ah, y los tres subcampeonatos del América en la Libertadores, para no contrariar a los amigos de la Mechita que viven de esos recuerdos mientras se confunden cada vez más en un torneo de categoría inferior.

 Alguien me dirá que olvidé la Copa América ganada en el 2001, en Colombia. Pues bien. Recordemos que la Copa tuvo que ser suspendida por el terrorismo que imperaba en Colombia por esos días del gobierno de Andrés Pastrana Arango. Y fue el propio presidente quien, personalmente, dirigió la gestión para cumplirle el contrato a la multinacional de gaseosas, patrocinadora del evento y, lo más importante, lavar la imagen de un gobierno que pasaba por el peor momento de sus infaustos cuatro años. ¡Y vaya que lo logró!

 Baste recordar, dicho por el propio Julio Grondona, QDEP, que Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil habían formalizado un pacto de no intervenir en dicho torneo. Pero al final el único que cumplió el pacto fue Argentina que no envió equipo. Los otros tres enviaron equipitos de medio pelo para no arriesgar a sus figuras y entonces hubo que machetear invitando a Honduras y a Costa Rica…

 Pregunto: si hubieran venido esos países en plan de competir por la Copa América, ¿habría sido Colombia campeón? Por eso, objetivamente, ese triunfo es más burla que realidad. Y lo demás se pierde en el confín de la memoria.

 Todo esto para resaltar que talento siempre ha habido. Los nuestros tienen la calidad física y técnica para ser figuras de primer orden en las exigentes y competitivas ligas europeas. Lo que falta (faltaba) es trabajo y disciplina, que es lo que tienen de sobra técnicos como José Néstor Pekerman, Jorge Luis Pinto y Juan Carlos Osorio.

 Al profesor Pekerman le debemos, no el talento de James, por ejemplo, sino su determinación de incluirlo desde el principio en el andamiaje de la Selección. Francisco Maturana, en declaraciones para la prensa nacional, dijo a principios de la eliminatoria pasada, que James era “un buen prospecto” y que “había que ir dándole minutos” en la Selección mayor. Por Dios, se me hiela la sangre de solo pensar en lo que hubiera sucedido si él o Hernán Darío Gómez hubieran estado en el banco técnico de Colombia.

 James, Falcao, David Ospina, Juan Guillermo Cuadrado, Guarín, Quinterito y el etcétera que completa la nómina de Brasil 14 son embajadores de la Colombia bonita que queremos ver. Por eso el titular de esta nota: James, bien, pero no te juntes con esa gente. Ustedes no deben permitir que les tomen fotos con embajadores oportunistas ni con políticos aprovechados de su imagen de colombianos auténticos. Y cuanto más lejos estén de sus dirigentes, mejor. Lo de ustedes es romperla en el estadio. Y qué bien lo hacen…

 Colofón: “Era gol de Yepes”. Qué figurón, qué futbolista es Mario Alberto Yepes. Y cuán equivocados estábamos quienes no creíamos que tuviera arrestos para defender a Colombia en el mundial. Errare humanum est. A propósito del gol de Mario Alberto: si el españolete no se hubiera robado el gol de Yepes, los brasileños se habrían ahorrado la vergüenza del 7 – 1 con Alemania. ¿Qué opinan?

 

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