El ojo de Aetos

Publicado el elcides olaznog

Uribe, el gran colombiano: ¡más es la bulla!

Tanta joda por un pinche premio que ni quita ni pone…

Ya lleva más de dos semanas la polvareda que levantó la elección de Álvaro Uribe Vélez como el Gran Colombiano y no cesa el interés ni los comentarios en las redes sociales ni en los periódicos. Tres años después de dejar el poder, el amo de “El Ubérrimo” sigue en la cima de la popularidad, juagado de la risa porque eso es lo que necesita: que hablen de él.

Cecilia Orozco, connotada columnista de El Espectador y directora de un conocido noticiero de TV escribió un contundente comentario acerca del origen de dicho premio. Allí explica, con lujo de detalles, por qué el expresidente de marras fue el ganador aunque, según otros medios afectos a Uribe, la elección fue producto de la “voluntad popular”.

¿Manipulación de los resultados? Puede ser. Pero eso no es ningún descubrimiento porque todos los actos políticos y de políticos en nuestro país son manipulados. Sin embargo, lo cierto es que un premio de esos resulta cuando menos absurdo porque se mezclan personajes de diversas épocas y de diferentes orígenes. No se puede comparar a un Rafael Núñez con un, digamos, Alfonso López Pumarejo porque son otras épocas, es un entorno diferente. Otra cosa sería elegir al mejor presidente o al peor en, supongamos, los últimos 50 años. O el deportista que más gloria le ha dado a su nación, por ejemplo.

Álvaro Uribe puede tener cierto mérito (no lo digo yo, sino las dichosas encuestas) pero nunca para ser el mejor hombre de la historia de Colombia. Como tampoco lo fueron Bolívar ni Santander; ni siquiera los inmolados líderes Jorge Eliécer Gaitán y Luis Carlos Galán. Recordemos que la historia la escriben seres humanos que sienten y que no se pueden despojar de afectos ni de malquerencias. No es sino leer a un historiador santanderista para entender el Bolívar malo, y viceversa: leer a un bolivarista para entender el lado oscuro de Santander. Gaitán y Galán tampoco fueron, ni mucho menos, inmaculados.

Desde mi punto de vista estos premios ni quitan ni ponen. Pero si se trata de debatir, ningún político, en ninguna época, puede merecer una distinción tan alta. En Colombia hay hombres que le han dado gloria a su nación desde las bellas letras como Gabriel García Márquez, en las artes plásticas como Fernando Botero. O desde la ciencia como Rodolfo Llinás y Manuel Elkin Patarroyo. En el deporte como el gran Martín Emilio “Cochise” Rodríguez que empezó a ganar premios verdaderamente importantes en el ciclismo europeo cuando se pensaba, según crónicas de la época, que Colombia era una aldea en la que los habitantes viajaban en lianas (como Tarzán y su sospechosa amiga Chita) y comían plátanos, subidos a árboles.

Hay otros deportistas igualmente dignos de un premio de esta índole como Lucho Herrera y sus formidables gestas en carreteras de Europa. Inexplicables ganadores de medallas olímpicas como María Isabel Urrutia, Mariana Pajón o Catherine Ibargüen. El mismo Pambelé con todo y sus problemas. Ellos sí tienen méritos para ser destacados como “el gran colombiano”. Incluso, como diría una reinita en Cartagena, seres humanos anónimos como mi papá y mi mamá que a pesar de la cruel realidad que nos ofrece la Colombia política, es decir, quienes la regentan, lograron “sacar adelante” con poco más de un salario mínimo a seis hijos, es decir, a seis pendejos electores – contribuyentes. Personajes como estos papás son los que verdaderamente hacen patria.

Otros nombrarán a Shakira, a Falcao, a Juanes, al Pibe Valderrama, a Juan Pablo Montoya y a muchos más. Incluso hablarán de la hoy celebérrima Madre Laura. Hay para todos los gustos. Cada quien tiene su ídolo y su candidato y hay firmas y medios como el Canal History Channel que satisfacen esa especie de morbo social. Pero, insisto, eso ni quita ni pone y quienes verdaderamente se benefician – sin pagar un solo peso – son personajes como AUV que necesitan tener su imagen viva en la mente de los electores de cara a las elecciones que son más pronto de lo que se cree. La gente es ingenua y desconoce que hablar mal de Uribe es otra manera efectiva de catapultarlo a la cima de las encuestas. Y él, que no tiene un pelo de bobo, lo sabe y lo aprovecha.

Los colombianos somos víctimas del poder de los medios y nos agarramos por pendejadas. En las redes sociales la información es demasiado ligera, y el debate profundo y serio brilla por su ausencia. Es muy fácil publicar un comentario descalificador o enaltecedor sin ponerse en el trabajo de analizar aunque sea por unos minutos la realidad que se comenta. Somos tan ligth que genera más opinión la talla de brassier de Britney Spears o los millones de Messi que el problema social del Catatumbo o el tan publicitado como falso proceso de paz del presidente Santos.

Por eso Uribe Vélez es el gran colombiano. No por méritos propios, que los tiene – aunque me califiquen de uribista – sino por la ligereza de la opinión pública. No hay conciencia social ni política ni económica. El colombiano promedio es un meimportaunculista al que le interesa es la rumba, el reinado, el reality, es decir, todo lo que lo narcotice frente a su cruel realidad. Pero no se inmuta cuando los medios denuncian las fraudulentas pensiones millonarias de los magistrados, los torcidos de los congresistas o de los concejales y, en general, de casi todos los «servidores públicos». Pero está de primero cuando se trata de dar una opinión a favor o en contra de tal o cual reinita de Cartagena o del reinado de la panela o de la burra o de la chicha… Causa más impacto Óscar, la loca de un famoso reality, que el avance de una cura para el cáncer o el sida.

Como se dijo al principio de esta nota: ¡más es la bulla!

Colofón: un colombiano entra en pánico cuando Bavaria sube los precios de la cerveza o cuando se queda el celular en la casa. O cuando se le bloquea el Facebook. Pero no se inmuta cuando los enemigos como los políticos, la guerrilla o los paramilitares hacen de las suyas sin dios ni ley. ¡Sírvame las otras y póngame otra vez el de Diomedes! ¡Ay hombe!

 

 

 

 

 

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