El ojo de Aetos

Publicado el elcides olaznog

Proceso de paz, farsándula y los colombianos…

Como dice Alerta: increíble, espeluznante, huyyy. Hablé en estos días con un amigo de mi familia, ciudadano extranjero de las europas, que me soltó este comentario: según los medios de comunicación del mundo, su país siempre ha estado en conflicto. Pero llegué hace ya más de dos meses a Bogotá y veo que la gente vive como si estuviera en Suiza.

 A qué se refiere, le pregunté. El amigo, con su español machacado me dijo: las páginas de los más importantes medios del mundo, personajes de la política, las principales ONG, hablan acerca del tema del proceso de paz del presidente Santos y las Farc. Pero en Colombia uno ve los periódicos, las revistas y las redes sociales y se nota que son muy pocos los colombianos interesados en ese trascendental tema. Me documenté – los extranjeros siempre se documentan – y puedo asegurar que no son cinco décadas de violencia, como sostienen algunos, sino más de seis, casi siete, que los colombianos llevan dándose plomo. Y ustedes, como si nada, dijo. Pero lo que más sorprende es la brutal sintonía de los programas de televisión como los realitys, bla bla bla…

 El hombre me dio una radiografía de Colombia que yo no le pedí. Pero es verdad. Colombia es una nación de contradicciones crueles, de contrastes peligrosos. Para el colombiano común es normal que todos los días haya plomo, muertos, destrucción; robos al erario, desfalcos, sueldos y pensiones multimillonarias, rateros, atracadores, violadores, curas pederastas. Pero esas noticias no inquietan a nadie. Son muy aburridoras. Lo verdaderamente llamativo es la lucha por la subsistencia en “protagonistas de nuestra tele”, por ejemplo. Y así uno no quiera, abre Facebook, Yahoo, Hotmail, una revista, un periódico, y aparece inmediatamente la figura de ese esperpento que es el tal Óscar, un tipo casi tan famoso en Colombia como Radamel Falcao García, lo cual ya es mucho decir.

 Otro de los temas que más han mojan prensa «nacional e internacional» es el embarazo de Shakira. Pero, uno se pregunta, ¿qué le quita o qué le pone si esta señora está embarazada o no y si el hijo es de Piqué, o de Antoñito? ¿Por qué tanto alboroto por un embarazo?

 El tal Óscar es, de verdad, un sujeto tan simple, tan patético y tan ordinario que ni siquiera ha sido capaz de administrar su homosexualidad. Uno que no es tan inteligente pero tampoco tan bruto se pregunta de dónde sale toda esa popularidad que tiene en ascuas a los colombianos, y por qué un personajillo ridículo y grotesco como ese es más nombrado que Santos y Timoshenko. De dónde sale ese fenómeno social que hace que los extranjeros sospechen de la inteligencia de los colombianos…

 Lo de Shakira es un poco más comprensible, pues a la larga es una artista de talla mundial que con su trabajo le ha mostrado al mundo una cara de Colombia un poco más digna que la que muestran políticos, narcotraficantes y criminales; (juemadre casi se me olvida poner la coma después de políticos). Pero más allá de eso, ni fu ni fa, entre otras razones porque ni vive en Colombia, ni se desvive por sus compatriotas. Hace unos meses hablaba argentino pero ahora habla español zezeado. Tan solo viene al país a cantar el Himno Nacional, presidente norteamericano de por medio, con la condición de que le permitan hacerle los arreglos a la composición de Oreste Sindice y Rafa Núñez.

 Problema de cultura, de pedagogía, de meimportaunculismo, qué se yo. Pero lo cierto es, como dice mi amigo extranjero, a los colombianos les interesa mucho la farsándula pero no les importa un comino la suerte de su país. Un país en el que se vota y se elige a personajes como Merlano, Roy Barreras, Juan Manuel Corzo, Armandito Benedetti, los Name, los Guerra Tulena, Lucho “Beodín” Garzón, Samuel el Bobito, Noel Petro, Clara López, etc., es un país sin remedio, sin dirección, completamente perdido. Duele saber que la gente ignora cuánto le cuesta mantener la avidez de poder económico y político de nuestra clase dirigente. Para la muestra, unos cuantos botones:

 La ministra María Ángela Holguín a instancias de su jefe Juanma se tira en Cartagena un cerro de millones en una cumbre improductiva, estéril e inservible, pero nadie dice nada. Los directores de los hospitales públicos, sin autorización oficial incluyen en la dieta de sus moribundos pacientes fino caviar, quesos suizos de elevada alcurnia, costosos y rancios vinos franceses, pero tampoco pasa nada; cuando los declaran culpables los sentencian a… casa por cárcel. Unos angelitos de apellido Nule en complicidad con los cándidos nietos de un ilustre general de cuatro soles se roban descaradamente otro cerro de millones del erario distrital, pero tampoco pasa nada. Y ahora, que Juanma se metió en la vacaloca de la reelección vía proceso de paz con las Farc, tampoco pasa nada.

 No sé si es por pereza mental, pero mis amados compatriotas nunca analizan la situación política, económica, ni social de Locombia. Por eso los gobernantes hacen lo que les da la real gana, sin que pase nada. Se dejan gobernar ocho años por un capataz mayor y después eligen a un gentleman que sabrá de todo menos de equidad, de justicia social, de pobreza marginal. Por eso llegan al poder personajes expertos en encuestas, en pasarela, en maquillaje. Pero de aquellito nada.

 Pase lo que pase en el tire y afloje entre Gobierno y guerrilla, mientras palabra vaya y palabra venga, ofensa vaya y ofensa venga, atentado vaya y falso positivo venga, Colombia ya no tiene redención. Estamos convencidos de que la paz no se logra con guerra, pero tampoco con diálogos en los cuales no están todos los que son. Porque también se ve que no todos los que están son.

 En fin; es muy poco lo que podemos esperar de un país en el que a sus habitantes, a sus dolientes, les importa más un pinche reality que su propia situación. Una nación narcotizada con telenovelas, series de narcotraficantes – que no son más que la apología del delito –  fútbol, y realitys, misas, cultos, etc., no puede ser una nación viable. Mija: apagá y vámonos. Esto no lo arregla ni el divino p… 

 Colofón: si la ministra Holguín en su inservible cumbre de Cartagena a mediados de año dilapidó en tres días algo así como tres balotos de los actuales, ¿cuánto nos costará el proceso de paz de Santos, que se sabe cuándo comienza pero no cuándo acaba? Queremos la paz, eso no se discute. Pero, ¿quién nos la garantiza? ¿Quién pagará las montañas de dólares que costará el dichoso proceso? A propósito, ¿alguien ha oído hablar de reformas tributarias?

Comentarios