El ojo de Aetos

Publicado el elcides olaznog

Otra vez Petro, y olé…

Fallé. Pido perdón. Había prometido no volver a referirme al alcalde de Bogotá, por una sencilla consideración humana: el muchacho está malo de la cabecita. Y me había hecho el propósito de no volver a decirle Noel, por respeto; por respeto a Noel Petro, aquel olvidado cantante, famoso en su momento no por sus canciones sino por la traga demencial que sentía por Claudia de Colombia.

 La motola de don Noel nos preocupa, sin importar que su mal deba ser tratado por el neurocirujano o por el siquiatra, lo cual indica que, más que asesor de imagen, lo que necesita Petro es un asesor familiar que lo persuada de abandonar un cargo que le viene como cinco tallas grande. Nos conviene a todos: a él, a su familia y, por supuesto, a los ocho millones largos de bogotanos que nos habíamos ilusionado con un gobierno distrital no tan malo.

 Porque, no nos digamos mentiras: nadie esperaba de Petro un gobierno bueno, porque el hombre de administración, nada; pero al menos esperábamos que no fuera pésimo. Y lo que es peor, si no se consigue el asesor familiar, todavía lo tendremos cuarenta largos meses dando palos de ciego en el Palacio Liévano.

 Si la gestión del asesor familiar es efectiva, es decir, si convence a Petro de renunciar a un oficio que desconoce y que, de seguir así, lo va a mandar a veranear a Sibaté, mucha gente lo va a agradecer. Empezando por los torturad…, perdón, por los toreros.

 Y si Petro renuncia, como debería, le aconsejo que cuando recupere su salud plenamente haga un cursito intensivo de administración pública, así sea por correspondencia para que no tenga que soportar la tortura de montar en TransAnimalenio.  Porque en esos armatrostes diabólicos lo van a manosear más que la prensa bogotana. Ya con un diplomita en administración podría volver a presentarse como candidato, esta vez en su pueblo natal, Ciénaga de Oro, Córdoba. Los cienagaorenses se lo merecen.

 La salud del burgomaestre nos preocupa doblemente porque cada vez que se le ocurre una de sus brillantes ideas, currutuplum, ahí está la ambulancia para llevárselo. Y los pobres contribuyentes nos quedamos una o dos semanas sin luz, (no me refiero a la de Codensa) y sin norte, más desamparados que el senador Corzo y sus camionetas. Así ocurrió cuando prohibió el ejercicio del toreo con lo cual dejaba sin trabajo a un puñado de novilleros aficionados y a sus cuadrillas que no tienen, pobrecitos, nada más que hacer que entrenar durante semanas para darles certeras puñaladas a unos animalitos en apariencia bravos y que sólo son unos toritos de bella estampa que, mientras no los jodan, a nadie le hacen mal. Buena por Petro y olé…

 La última recaída (esperamos que sea la última) fue cuando propuso crear un inmenso baretódromo para proveer bareta a los viciosos de Bogotá y municipios circunvecinos. La tía Empera que, como ya se sabe, es una vieja bruta y deslenguada pero certera, me llamó para decirme que si al flamante alcalde no se le habría ocurrido una idea más genial para pagar los favores de la campaña política. El caso fue que don Noel tuvo que recluirse nuevamente en la Clínica Santafé. Petro visita con tanta frecuencia ese centro asistencial que ya hasta le fían, me dijo un amigo busetero.

 Por el correo de las brujas, que no son propiamente las cuñadas de uno, pero de fuente confiable, se dice que el problema de la cabeza de Petro consiste en que no soporta que sus subalternos no cumplan sus órdenes al pie de la letra. Además, dizque la feroz prensa bogotana lo tiene a toda hora con las pestañas pegadas al techo. Y que en  esas circunstancias en lugar de montar en TransAnimalenio monta en cólera y estrella el pocillo del tinto, el vaso del agua. El escritorio ya no aguanta un golpe más, dicen. Lo único que no estrella es la espada de Bolívar pero porque ya la pusieron lejos de su alcance.

 Rumoran, además, que cuando sus subordinados ven que el alcalde se convierte en un irracional basilisco no lo soportan e inmediatamente le estrellan en la jeta la carta de renuncia. Ya en el corto tiempo de su mandato tiene en su mochila de campaña como cinco renuncias importantes, empezando por la del compadre Antonio. Y si le renunció el compadre Antonio a la Secretaría de Gobierno, pues algo de cierto debe haber en lo que la gente habla.

 “Tiene uno que estar muy vaciao para aceptarle un cargo a Petro”, dicen por ahí, con más de un gramo de ironía. ¿Verdad, mentira? Averígualo Vargas, pero si es eso cierto, se necesita alguien que le administre dosis severas de valeriana a Tavo (porque él no sabe administrar nada) y le haga ver que una de las principales ciudades de América Latina debe ser gobernada por un gerente y no por un capataz, así este sea de Córdoba, o de Boyacá o de donde sea. Lo importante es que encuentre la diferencia entre una finca uribesca y una inmensa urbe con ocho millones de ciudadanos.

 Noel Petro dice que hay muchos ricachones interesados en tumbarlo. Pero no es así. Él solito se está tumbando porque está empeñado en ser el Joseph Stalin chibcha: “el que no está conmigo está contra mí”. Y lo fusilo. Bueno, en este caso, lo obligo a renunciar. O lo califico de oligarca.

 Pero Petro lo que no comprende es un detalle así de chiquititico: la gente – tanto la de arriba como la de abajo, incluida la del Polo – no le entiende porque los bogotanos más inteligentes tenemos, sin embargo, un promedio de inteligencia muy inferior al suyo. Ni la protointeligencia de Tavito ni su megatalento dan para gobernar guaches infradotados mentales. Por esa cruel circunstancia de estar Petrico tan arriba de los brutos bogotanos y tan abajo en las encuestas, los colombianos nos vamos a perder el honor de ser gobernados por un presidente como él. Y el mundo tendrá que decir que los colombianos, por bestias, perdimos la oportunidad histórica de convertir este malhadado país en un paraíso terrenal…

 Colofón: los bogotanos de camándula y escapulario, rogamos a la Virgen de Bojacá por la salud de nuestro alcalde Petro. Que baje sus ojos misericordiosos hacia él y que no tenga en cuenta que Tavo está estudiando para ganarse el antihonor de ser el gobernante capitalino más malo de toda nuestra historia. Superando – lo cual ya de por sí es dramático – a Luchito y al dúo de oro Samuel & Clarita. Que la Virgen le restablezca la salud mental para que tenga el valor ciudadano de aceptar que Bogotá le quedó grande y que lo devuelva a la oposición, ámbito en el que nuestro inefable Gustavo es un verdadero experto. Que así sea.

Comentarios