El ojo de Aetos

Publicado el elcides olaznog

Santos, Piedad y los liberados…

Pasó ya una semana desde la liberación de los diez secuestrados por la Farc y aparecen en los medios diversas interpretaciones y detalles que vale la pena comentar.

 Lo que parece obvio es el merecido júbilo de las familias que tuvieron que padecer tanto tiempo la ausencia de sus seres queridos injustamente retenidos. Digo que parece obvio pero no lo es porque quien no haya padecido esta crudelísima tortura no tiene la menor idea de la dimensión real del dolor por el secuestro; como tampoco puede dimensionar la alegría por el regreso luego de la espera eterna.

 A uno en la facultad de periodismo le decían que se es mejor comunicador si se logra desarrollar la sensibilidad social que permite llorar con la alegría de la gente pero también con el dolor ajeno. Pues bien, las escenas de los noticieros en ocasiones arrancan llanto. En estos casos, en los hogares de la gente corriente es muy común la lágrima viva y sincera. De modo que, amigos renacidos, bienvenidos a sus hogares, a sus trabajos, a sus funciones, bienvenidos a la vida y que ojalá no tengan que repetir esos cruentos episodios propios más de una sociedad enferma que parece medieval y no de pleno siglo 21. Sargento Arcia: que disfrute una pericada de unos diez huevos con jamón, que le den mucha ensalada y, fundamentalmente, que desaparezcan de su vida y de las de sus amigos y familiares, las dantas, los güíos, las cadenas, los rayos, los micos nocturnos…

 También hay opiniones. Me llama la atención la de Daniel Samper – Pizano – el viejo, para no confundirlo con su inteligente hijo – que llora a moco tendido porque el presidente Santos no felicitó a Piedad Córdoba por su trabajo en la liberación de los torturados. Llama la atención porque un plutócrata como Samper Pizano de un tiempo para acá parece como si formara parte de la mal llamada izquierda colombiana. Es decir, se le está desarrollando tardíamente la sensibilidad social. Pero es una posición que parece coincidencial porque su hermano, el expresidente gordito, desde hace varios meses anda de mucho cogí pipido con la exsenadora de marras. ¿Qué podrá importarles a ellos, de tan noble cuna, de tan abundante alacena, de tan rancia alcurnia el dolor de los colombianos secuestrados, hambrientos, desprotegidos? ¿Se traerán entre manos alguna candidatura?

 Desde luego la señora Córdoba es protagonista de primer orden en la liberación de los secuestrados por su cercanía con la guerrilla. Quizás sin su concurso no se darían las liberaciones. Pero los presidentes Ubérrimo y Santos Planeta – hoy Sarmiento Angulo – han padecido como pocos el discurso bélico y chavista de la señora y los colombianos hemos padecido su marcado e indisimulado anticolombianismo. Pero eso no es óbice para que se le dediquen unas palabras de reconocimiento; para ellos, tan de doble moral y con la hipocresía a flor de labios es muy fácil pronunciar mensajes hipócritas y de doble moral. No olvides, apreciado presidente, que la mejor manera de darle importancia a una persona es precisamente no dándosela. Hombre, Juanma, qué te costaba decir que esta felicidad que te embarga y que “compartes con todos tus compatriotas” no habría sido posible sin la desinteresada colaboración de la doctora Piedad… Seguro que estas originales palabras unidas a tu eterna sonrisa socarrona y en ocasiones impúdica hace maravillas en las encuestas. Por Dios, Juanma, ¿crees que la reelección se da por obra y gracia del Espíritu Santo? ¿Qué va a pasar al fin con mi nombramiento?

 Claro que también es de muy mala educación cuando, por ejemplo, en una de las liberaciones del gobierno Ubérrimo los liberados que se dirigieron a los colombianos por los medios masivos omitieron darle gracias al presidente y a sus Fuerzas Armadas y se derramaron en prosa en favor de Hugo Chávez y de la señora Córdoba, cuando todos sabemos que si el gobierno de turno no presta el aparato oficial esas liberaciones no se dan. ¿Y si a un presidente no se le da la real gana colaborar, ¿quién pierde? No serán Linita, ni Clemencia, ni Tomasín, ni Jero, ni Mariatoña, ni Martincillo ni Estebitan. No, señor, ellos están fuera de todo mal y peligro, pues tienen el inmenso e invencible poder oficial a su servicio.

 Malo también es culpar al presidente y la Fuerza Pública de los secuestros. Claro, ellos tienen su porción de responsabilidad pero quienes secuestran no son ellos. El secuestro es un flagelo y, como ya  se dijo, es el resultado de una sociedad enferma, de un Estado corrompido y ladrón pero no de las últimas administraciones. Reto a los colombianos a que me digan cuándo nuestro país ha tenido una época de paz verdadera. Hagan memoria desde los tiempos de la llegada de “Cristóbal Colón”, es decir, desde la violenta invasión del hombre europeo a estas hermosas y fértiles tierras y verán que lo único que hemos tenido, sin pedirlo ni merecerlo, es violencia pura. Verán, sin duda, que lo que hemos hecho es cambiar de verdugo. En un tiempo fueron los españoles, ahora los gringos. Podría incluso afirmarse que cuando estábamos bajo el mandato virtual y a distancia de Su Majestad Fernando VII gozábamos de más libertad y orden que cuando nuestros mandatarios se inventaron la Independencia con Libertad y Orden en el Escudo. Oh, gloria inmarcesible, oh, júbilo inmortal.

 Ahora, con el mandato per saecula saeculorum de los gringos estamos peor, pues nuestros mandatarios son súbditos ya no de don Fercho siete sino de los Obama, Clinton Lewinsky, Bush, Carter y ese largo etcétera de mechimonos abusivos e indolentes. A ellos se suman las fuerzas no oficiales como la guerrilla que delinque dizque a favor del pueblo pero lo hace su víctima; los paras, que defienden al pueblo de la guerrilla, pero también lo torturan. Y los empresarios negreros, dueños del poder económico que se embolsillan el fruto del trabajo de millones de colombianos quienes para paliar sus desgracias en sus escasos ratos de ocio se narcotizan frente al televisor con las enseñanzas profundas de Amparo Grisales y de Alejandra Azcárate.

 Todas estas circunstancias son el caldo de cultivo para cocinar la sociedad en que vivimos. Por eso se dice que tenemos lo que merecemos. Joderrrr, qué le hacemos…

 De todos modos, las liberaciones son muy bien recibidas. Quisiera Dios en su inmensa sabiduría que este horrible azote del secuestro termine de una vez por todas. Y felicitaciones a todos los colombianos de bien que aportan para este fin, independientemente de que sean amigos o enemigos de Chávez o de Timochenko. Que odien o amen a Juanma y a Ubérrimo. Incluso no importa que sean amigos de Andresito Pastrana y su genial Camilo Gómez, sufridos y frustrados candidatos al Premio Rigoberta Minchú de la Paz. Lo importante es no pescar en río revuelto, es decir, que no se aprovechen del dolor ajeno para lavar la imagen ni para subir en las encuestas. ¿Me entendió, señora Piedad?

 Colofón: Cumbre de las Américas, la reunión de grandes como EE UU y Canadá y chiquitos como Colombia, Perú o Bolivia en trance de ser oídos, podría ser el escenario donde se debata con altura y sin servilismo el futuro de la región. Lástima que nuestra mirada real (aunque la tilden de pesimista) nos diga que no va a pasar nada como no sea la inmensa parafernalia mediática de mucho tilín tilín y nada de paletas. Porque en lo que más se demoran los representantes de esas cumbres es en el “comunicado oficial” que van a entregar a los medios. Lástima los millones y millones de dolaretes que se desperdician en la seguridad de tanto mandamás intocable. Cuántos acueductos, cuántas escuelas, cuántos puestos de salud se podría construir. Dios mío, el hambre de muchos niños…

Comentarios