El ojo de Aetos

Publicado el elcides olaznog

Petro, y la politiquería

Dos cositas, como dice la señora Flor, mi vecina, cuando va a hablar de varios temas en una sola parrafada. Sí, dos cositas; una el fenómeno Petro y la otra, una mirada a la jornada electoral del último domingo.

No voté, sobra decirlo, por Noel Petro. Pero su contundente triunfo me inspiró una reflexión que quiero compartir. No es ni será de mis afectos políticos pero el nuevo alcalde de Bogotá algo debe tener, pensé para mí. En efecto, don Petro lleva varios años blandiendo su dedo acusador hacia muchos colombianos de renombre, del presidente Uribe para abajo. Incluso fue el principal artífice del destape que tiene tras las rejas a los angelitos Nule y a los querubines Moreno Rojas.

Si nuestro hombre de marras ha denunciado abiertamente y en muchos frentes la corrupción oficial, y en su contra como retaliación ni siquiera Uribe ha podido inculparlo de algo, pues sencillamente Petro no tendría nada de qué avergonzarse, salvo su tenebroso pasado en las filas del M – 19, hecho que legalmente está perdonado. De modo, pues, que Petro – quién lo creyera – podría estar emergiendo como un personaje honrado con méritos para izar en nombre propio las banderas de la anticorrupción administrativa, al menos en la capital de la República.

La derrota nos ciega a veces. Yo no tenía candidato pero el que menos quería que ganara era Petro. Pero ello no es óbice para reconocer una eventual equivocación. Entonces, lo menos que uno puede hacer es desearle suerte de la buena en la administración de una Bogotá cundida de una fauna silvestre y voraz que sólo espera el momento propicio para mandarle el zarpazo al presupuesto distrital. En las manos de Petro está reiniciar la construcción de una capital digna y próspera en la que hay mucho dinero para satisfacer necesidades primarias de 8 millones de bogotanos que, sin embargo, administraciones anteriores, en especial las dos últimas, los han privado de esos beneficios por la infame voracidad de contratistas y contratantes en todos los frentes de la administración distrital. Ojo, no solo en las obras públicas. Sólo basta mirar lo que está pasando con el ICBF, y con los almuerzos para los pobres, con la educación. Y no lo digo yo, lo dice la prensa nacional.

Bueno, pero, por otra parte, muchos colombianos – bogotanos nos sentimos orgullosos por la victoria lograda en Bello, Antioquia, donde triunfó el voto en blanco. También para el Concejo de Bogotá se reveló una cifra histórica: 15, 3 por ciento de la población votó por el “partido blanco”, cifra superior a la que logró el primer concejal elegido. Lo que uno ignora es por qué la prensa no ha destacado esta maravilla de noticia pero da la impresión de que se quisiera encubrir el hecho de que 15, 3 por ciento de los bogotanos que acudieron a las urnas RECHAZARON de plano a todos los candidatos a ocupar una silla en la ubérrima (en recursos económicos, no en ideas) corporación capitalina.

Para los dirigentes, de viejo Juanma para abajo, la jornada fue un éxito; y en un arranque de originalidad, algunos funcionarios de pacotilla, ávidos de mojar prensa dijeron: “fue un triunfo de la democracia”. ¡Bárbara originalidad; yo nunca había oído esa expresión! Sin embargo, para los ciudadanos de a pie fue más de lo mismo. La gente (eso NO lo entiendo) volvió a elegir a 11 de los 17 concejales investigados por el carrusel de la contratación. Lo dicho: en Colombia no hay conciencia política ni hay una verdadera noción de justicia. La gente sigue votando por los mismos politiqueros de siempre. La tan cacareada renovación no se dio ni se va a dar.

Aunque, si lo pensamos bien, sí hubo renovación. Aparecieron en el acuario político delfincillos que saben más de maternidad de gallinas que de política. Claro, no saben de política porque en Colombia no hay política. Por eso tienen que conformarse apenas con aprender politiquería que es lo que ven en sus casas. La política es un arte y una ciencia. Pero los “pelaos” en casa de los Turbay o de los Gaviria o de los Serpa o de los Name, o de los López, o de los Samper, aprenden lo que ven, lo que oyen. Por eso se vuelven politiqueros, como sus padres. Los chinos no son bobos y aprenden pronto. Para la muestra un botón: esta semana, con motivo del nombramiento como Ministro de Trabajo del liberal Rafael Pardo, enemigo acérrimo del candidato Santos hace unos cuantos meses, el delfincillo Simonete Gaviria salió a los medios a escurrir esta babosada: “los liberales vamos a respaldar a Santos”. ¿Por qué, pregunto, los defectos, los delitos, las faltas a la ética y demás pecados que se enrostran en plena campaña desaparecen como por arte de magia meses después? ¿En este caso, papá Cesítar le enseñó a Simonete política o politiquería? No, señores; la política es para gente inteligente, no astuta. Y los dirigentes criollos son eso, astutos, como la zorra, y que me perdone la zorra.

La renovación, entonces, se dio con el hijo de Horacio Serpa y con el nieto de Julio César Turbay, quienes se unen a los Galán, a Simonete Gaviria, a los hijos y nietos de los Name, en fin. Y en el Gobierno beben las mieles de la burocracia, entre otros, Carolina Hoyos Turbay, Cristina Plazas Michelsen, Miguel Samper Strauss, Aurelio Iragorri, José Miguel de la Calle. ¿Hace falta mentar a sus mentores? Estos delfincillos no se arriesgan a medirle el pulso al “fervor popular” en unas elecciones pero esperan sentaditos en sus cómodas poltronas que sus papacitos o sus abuelitos los instalen a desempeñar puestos de alto rango, en la mayoría de los casos sin más mérito que ser descendientes de tan abnegados servidores de la Patria.

Los únicos que brillan por su ausencia son los delfines de los Nule, aunque ellos de por sí son delfines del recordado ministro Guido Nule Amín. Bueno, será esperar otros años a ver si se animan a seguir trabajando denodadamente al servicio de la patria, como siempre, sin más retribución que el agradecimiento sincero de sus beneficiados. Le propongo a viejo Juanma que les otorgue la Cruz de Boyacá en el más alto grado a estos desinteresados y abnegados ciudadanos, para paliar un poco los sufrimientos de una sufrida e inmerecida reclusión.

Colofón: A los amigos politiqueros que hoy están en cuidados intensivos en el pabellón de quemados del 30 de octubre, les digo que no se preocupen que no demora en llegarles el premio de consolación. Algún puestecito de mando y buenos milloncejos les habrá de corresponder. Sólo tienen que reconocer la derrota y aplaudir a los vencedores. Ya lo verán. ¿Quieren un ejemplo significativo? En 1994 Orlando Vásquez Velásquez aspiró al Senado de la República pero el pobre se quemó. Sin embargo, semanas después, el Gobierno de Samper lo incluyó en la terna, con guiño y todo, para la Procuraduría General de la Nación. ¡Vaya premio de consolación! Lo triste del caso es que tras dos años de procurador, tuvo que ir al reclusorio (juemadre, no vuelvo a ver novelas mexicanas) por cuenta del archifamoso proceso 8 mil. ¡Ah!, si la gente tuviera memoria histórica…

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