El Magazín

Publicado el elmagazin

Nacimiento y caída de la prensa roja (Cuarta entrega)

Stanislaus Bhor emprende un viaje tras las huellas de un extraño periodista (Jaime Ramírez), y pasa revista al periodismo revolucionario de los años 70s, a las fracturas ideológicas de la izquierda, a las sombras proyectadas de Camilo Torres (cura sublevado) y de Rojas Pinilla (dictador demócrata), a García Márquez y Orlando Fals Borda enfrentados al interior de una revista, y al fracaso de aquellos que tampoco hicieron la revolución. Serie en diez entregas, especial para El Magazín on-line.

 Revista Alternativa

Dos revistas enfrentadas

La prosa partidista del siglo XIX fue suplantada por la prensa roja (revolucionaria) del silgo XX, que predicaba el arribo de la revolución y atacaba a todas las florecillas que se interpusieran a su paso. Al orientarse la línea política de El Trópico en favor de la ANAPO, predicando anticipadamente el arribo de la revolución con la candidatura presidencial del dictador demócrata, quedó roto el pacto de poner al periódico por encima del partidismo. Los colaboradores y fundadores que trabajaban en bancos y cooperativas y oficinas fueron amenazados de despido si seguían vinculados con nombre propio. Por tal motivo se vieron obligados a retirar sus firmas de los staff, pero siguieron enviado los textos. Un año después, cuando vieron el viraje abierto en favor de la ANAPO,  lo tomaron como una patraña electorera y renunciaron a enviar más colaboraciones. Apenas natural, si se tiene en cuenta que el mismo debate se daba por aquellos años al interior de un órgano de ruptura y línea crítica: la revista Alternativa, el principal medio de izquierda en Colombia, fundada por García Márquez y Orlando Fals Borda (futuro premio Nobel y cabeza de la sociología colombiana).
En el caso de Alternativa, fue Fals Borda el acusado de medias tintas, de filisteísmo intelectual, de pertenecer a una iglesia presbiteriana de Estados Unidos y de tener entre sus colaboradores a una “rosca” en busca de contratos y desinformación en la izquierda. En consecuencia, Fals Borda fundó revista paralela, de mayor formato y tiraje masivo y con el mismo nombre acompañado por subtítulo: Alternativa del pueblo. Y un lema: “Atreverse a luchar es empezar a pensar”, que planteaba una diferencia sutil pero abismal del lema de su contraria: “Atreverse a pensar es empezar a luchar”. Esa dicotomía contenía precisamente el muro invisible que separaba a la izquierda: teoría reaccionaria versus praxis revolucionaria. Y al separarse radicalmente la plana mayor de Alternativa, lograron plantearle al obrero-lector un dilema ideológico y ético enfrentándolo a dos medios simultáneos, de contenidos ideológicos parecidos, pero con enfoques divergentes.

Alternativa a secas (de García Márquez) reviró, dijo que era competencia desleal fundar una revista con el mismo nombre: treta vil para desinformar al obrero. Toda la prensa roja, que se decía periodismo revolucionario para educar al pueblo, se atomizó en esos años con las mismas líneas y matices con que se dividían las izquierdas del mundo: los maoístas pro chinos de los guevaristas pro Cuba, los comunistas pro rusos de los revisionistas pro Trotski. El resultado casi siempre arrojaba revistas para facultades de sociología, pero no para repartir en las calles y “educar al pueblo”. Ni siquiera entonces, cuando en el país campeaba un hálito de inconformismo en todos los sectores populares y doce grupos guerrilleros nacían en todo el territorio, pudo la izquierda ponerse de acuerdo.

El Trópico, medio periférico, ni siquiera contaba en estos debates de alcance nacional, pero en sus páginas puede hallarse ecos de aquella polarización trasportada a la provincia. Como periódico, El Trópico adolece de los mismos males de toda prensa roja: no contiene ningún aporte al desarrollo de la técnica del periodismo narrativo en el siglo XX: no hay reportajes, no hay crónicas; los perfiles son pequeñas semblanzas de personajes locales. Con algunos se podría reconstruir la historia fundacional del pueblo, pero incluso para hacerlo hay que inmiscuir excesos de ficción porque las pocas entrevistas que hay para ello son registros someros de parlamentos, sin ambiente, sin enfoque, como discusiones de cafetería. La línea editorial revienta de hiel ideología mientras la ANAPO se juega todo en las elecciones del 70, y pierde. Pero a diferencia de Alternativa y Alternativa del pueblo, no se trata aquí de una ideología interiorizada, estudiada y coherente, sino precaria. Tal vez se deba a que en los staffs fundacionales de El Trópico había un solo profesional de periodismo (Delia García, licenciada en ciencias de la información por la Universidad de Antioquia) y ningún politólogo.

Los modelos que tuvo Jaime Ramírez explican en parte el sesgo y el desatino periodístico: la revista Sputnik (equivalente de Selecciones pero dirigida a la sociedad soviética) los Boletines de Radio Habana que venían a vuelta de correo por los periódicos que mandaba a Cuba; El vector, órgano de la Federación Universitaria Nacional, editado en la Universidad Industrial de Santander por Jaime Arenas Reyes (guerrillero) y Bisturí, publicación de estudiantes de la Escuela de Medicina, Universidad Nacional, dirigido por Julio César Cortés (guerrillero). Los ejemplares de estas dos últimas publicaciones de tinta roja habían llegado al pueblo por intermedio de Heliodoro Ochoa, quien pertenecía a las redes urbanas del Ejército de Liberación Nacional en Barrancabermeja y Bucaramanga y quien rendía cuentas al Estado Mayor del ELN (que por entonces operaba en las montañas de San Vicente). El periódico estaba siempre mal armado, con artículos farragosos que se cortaban a la mitad y pasaban a la última página. Desiertos de letras sin abrevaderos de imagen.

A mediados de 1975, en la batalla de las dos revistas enfrentadas (Alternativa & Alternativa del pueblo), vencerá la línea García Márquez & co,  y con un equipo que poco a poco mejorará las plumas (Arturo Alape, Antonio Caballero, Enrique Santos Calderón, diagramación de Manuel Vargas); con reportajes y crónicas y reproducciones de medios internacionales se convertirá en el modelo a seguir por El Trópico en su última etapa, pero ya es demasiado tarde: Ramírez lleva dos años muerto y el periódico tiene sus días contados.

 Alternativa del pueblo

Del periodismo de izquierda al periodismo revolucionario

La frontera que separa al periodismo de izquierda del periodismo revolucionario es sutil, por tanto confusa: una evolución constante hacia el sectarismo en medio del cual se depuran las ideologías o se radicalizan. Supongo que el periodismo de izquierda es un estado previo a una fase mayor: periodismo revolucionario (de acción). Pero las características de ambas líneas se confunden con los problemas de linderos que se dan al interior de la izquierda. Para dilucidar a fondo ambas fases (con riesgo de salir aun más confundido que antes) podrían reseñarse un par de artículos y dos cruces editoriales aparecidos en Alternativa (García Márquez) y ALTERNATIVA DEL PUEBLO (Fals Borda).

«Alternativa se depura» apareció en la página 8-9-10 de la revista Alternativa #19, en 1974. En la contraportada, Alternativa anuncia que ha mudado de colaboradores y de sede, que nadie done plata a la antigua dirección, que por ahí circula otra alternativa que es una fals-a publicación para confundir al pueblo. En las páginas internas viene el artículo acompañado con las portadas de todos los números de la Alternativa real, y en ese artículo adelantan algunas ideas sobre periodismo de izquierda, mientras se describe fielmente la división entre bandos en el corazón de la revista:

«Alternativa se ha depurado, luego del proceso de contradicciones políticas que se han operado en su seno a lo largo de nueve meses. Es indispensable enfrentarlo, porque la clarificación de dicha función depende el futuro de ALTERNATIVA. El desarrollo de una prensa al servicio de la revolución colombiana es reciente y sus alcances han sido limitados. Claro que a lo largo del siglo ha habido valiosos esfuerzos por sostener e impulsar este tipo de publicaciones, como es el caso de VOZ PROLETARIA. También es cierto que en los últimos 15 años han circulado ocasionalmente revistas y periódicos que se han planteado como oposición al sistema. Unas veces levantando en su seno una mezcla heterogénea de posiciones políticas apoyadas por una organización –caso MRL y de ANAPO- que terminan en simple populismo; otras –Caso Frente Unido- tendiendo a organizar un partido de izquierda sin contar con la indispensable organización popular.»

Luego el articulista describe dos clases del periodismo de izquierda que son fases previas antes de alcanzar una categoría mayor llamada prensa para la revolución, o prensa revolucionaria:

«Las publicaciones de izquierda, generalmente revistas intelectuales o más o menos agitacionales, imbuidas de marxismo. Estas, por su nivel teórico, su presentación abstracta, su poco contenido periodístico y, en general, su escasa aplicación a la situación colombiana, no han logrado desarrollar una tarea de envergadura. Y los órganos de grupos políticos, sea cual fuere su nivel de lucha, que por estar básicamente destinados a “trazar la línea” y salvaguardiar (sic) la homogeneidad de la organización, o por otras razones, son generalmente de reducida circulación (…) Hacemos la salvedad de que no hablamos de prensa revolucionaria por considerar presuntuoso hablar de algo inexistente. Porque este tipo de prensa sólo puede darse sobre la base del partido de la revolución o cuando se esté a las puertas del poder, lo que no es el caso en nuestro país. Recordemos el negro panorama del último año- la represión institucionalizada en los campos, la universidad destruida, el acallamiento permanente de todo órgano de denuncia o de lucha popular. Y en contraposición a esa situación, la necesidad siempre vigente de romper barreras. En torno a estas necesidades mínimas confluyen varios proyectos simultáneos y grupos heterogéneos –periodistas, investigadores, militantes de izquierda e incluso simples demócratas para dar nacimiento a Alternativa a finales del año pasado.»

En seguida viene origen detallado de esa división que una de las dos Alternativas tomó como transición del periodismo de izquierda al periodismo revolucionario, y la otra Alternativa como simple perfidia contra-revolucionaria:

«En 1970 el sociólogo O.F.B terminó un contrato con la oficina de las Naciones Unidas en Ginebra para desarrollar una serie de trabajos sobre cooperativismo. Se planteó por entonces una especie de rompimiento entre Fals y algunos funcionarios del organismo mundial, que Fals trató de capitalizar para reconstruir una menguada imagen dentro de la izquierda colombiana como resultado de lo que habían sido sus actividades universitarias y políticas en la época que precedió a su vinculación con las Naciones Unidas. En ese mismo año COEMAR, una comisión financiera de la Iglesia Presbiteriana gringa (a la que adhería Fals Borda después de estudiar en EE.UU) otorgó la primera subvención a un grupo de miembros de esa iglesia que desarrollarían actividades “para ayudar a la gente pobre de Colombia”. Algunos fondos adicionales provinieron de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo) y el Consejo Mundial de Iglesias, un organismo protestante con sede en ginebra. El grupo se autodenomina desde entonces: Rosca de investigación social.»

¿Chisme? ¿Chiste? La ruptura entre periodismo revolucionario y periodismo de izquierda se dio así en el principal órgano de la izquierda colombiana en los años 70s: Fals Borda fundará con su equipo “Rosca” ALTERNATIVA DEL PUEBLO, en formato tabloide, con los mismo colores y diseño de la anterior Alternativa, y García Márquez replicará con un cable a los proletarios para que, uníos, no se dejen timar por tal argucia:

«CONSTITUYE MANIOBRA PERVERSA PARA CONFUNDIR IZQUIERDAS LATINOAMERICANAS, PROPORCIONANDO ARGUMENTOS DICTADURAS FASCISTAS CONTRA LAS CUALES TRABAJO. ESTE PROPÓSITO SE HIZO EVIDENTE CUANDO EL GRUPO “ROSCA” CUYA SUCULENTA FINANCIACIÓN ME PARECE SOSPECHOSA, INTENTABA MANIOBRAS INTERNAS PARA IMPONER EN “ALTERNATIVA” UNA DIRECCIÓN ENCAMINADA A FOMENTAR DIVISIONES IZQUIERDAS DESORIENTAN A LA CLASE TRABAJADORA, POR LO CUAL MAYORÍA DE SOCIOS DECIDIMOS SU RETIRO. AHORA “ROSCA” SE DISPONE PUBLICAR OTRA “ALTERNATIVA” DIVISIONISTA UTILIZANDO MI NOMBRE, QUE ME APRESURO A DESAUTORIZAR CONVENCIDO DE LA NECESARIA UNIDAD DE LAS IZQUIERDAS COLOMBIANAS»

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ. CARTA AL LECTOR. Alternativa, número 20, noviembre de 1974.

Revista Alternativa

Sin embargo, ALTERNATIVA del pueblo, en su corto periodo de vida, se plantea por primera vez al interior del “periodismo revolucionario” colombiano las aspiraciones que le reprobaba como falencia la otra revista: reportajes históricos (Quintin Lame), crónicas (operación Anorí, Caída de Allende) y entrevistas a fondo con obreros de todo el país durante seis meses, tras lo cual anuncia inminente retiro de circulación:

«El equipo editorial de la revista Alternativa del pueblo ha creído necesario hacer una pausa en la publicación. Varias son las razones que nos han llevado a tomar la decisión mencionada. En primer lugar hay suficientes razones económicas para ello. La circulación de la revista rebajó considerablemente. Una razón objetiva para ello fue el efecto de una campaña de desprestigio instaurada contra nosotros valiéndose de oscuros argumentos que ponían en duda nuestro carácter comprometido y revolucionario de la publicación. A esa campaña se sumó luego el sabotaje sutil, pero eficaz, de diversas autoridades y sus agentes que impidieron la expedita circulación de la revista, llevando incluso al decomiso, pérdidas de equipo, amenazas y encarcelamiento de algunos de nuestros colaboradores. La Revista, tal como lo reconocen cada vez más representantes de la clase obrera y campesina, más que un puro órgano informativo tendía a convertirse en un medio orientador, educador. Esta fue la parte esencial de nuestra política editorial: una vocación irrenunciable a educar políticamente a los trabajadores, tal como lo estábamos haciendo con la serie de artículos sobre la vida de la clase obrera. Otro aporte significativo lo constituyó la serie sobre las organizaciones revolucionarias colombianas. El impulso consecuente hacia la militancia se abre camino solo en base al conocimiento y estudio de las tesis y programas de las organizaciones de izquierda. La serie sobre Cuba ilustró sobre los avances de la primera revolución socialista de América Latina. La experiencia chilena sobre el periodo de la Unidad Popular no es ajena a nuestras realidades políticas y el inicio de su reflexión crítica fue otro aporte de nuestra revista. En el transcurso del tiempo en el cual no circulará la revista haremos algunas publicaciones en forma de cuadernos. El primer número hará una exposición crítica sobre el problema del “periodismo revolucionario”, analizando las características de la prensa de izquierda.»

Ambos tenían razón y se equivocaron los dos: no hubo acuerdo. Ni en el periodismo de izquierda, ni en la izquierda colombiana. A Fals Borda y “Alternativa Rosca” se le pedía una definición política clara. Se le exigía mostrar los resultados de las investigaciones y convertirlas en planteamientos programáticos y delineamientos ideológicos. Fals Borda pertenecía a la escuela de sociología norteamericana que pretendía la objetividad de la ciencia social sin que el sociólogo se inmiscuyera en las acciones populares. Describir, no provocar. Alternativa (García Márquez& co), aun aturdidos, dando bandazos como todas las izquierdas del mundo, se preguntaban si la única prensa que podía mostrarse a favor de las clases populares era la prensa estrictamente partidista, se preguntaban si en el periodismo de izquierda cabía la profesionalización, si un periodismo revolucionario solo podía concebirse realizándolo a través de activistas políticos y gremiales que estuvieran inmersos en las luchas populares y, finalmente, si al hacer un periodismo popular, proletario y de masas, podía y debía la prensa de izquierda evadir técnicas, circuitos de distribución comerciales y minucias de administración financiera. A continuación se respondían que no importaba si la prensa de izquierda era partidista o no, pero debía hacerse una práctica periodística concreta con investigaciones, pero a la vez planteamientos políticos básicos, y no una revista de meros planteamientos teóricos amparada en un seudo-periodismo que pretendía ser de “bases para las bases” y a todos desinformaba. Se respondían que el debate debía ir a profundidad, que había que definir el papel de la prensa, su responsabilidad y compromiso adquirido para enfrentar los monopolios de medios de comunicación de masa. Se respondían que la calidad editorial, los canales de distribución y las técnicas administrativas no eran monopolios exclusivos de la burguesía.

«En conclusión (#20 del 74) ALTERNATIVA reafirmó al depurarse su voluntad de no constituirse en un grupo político, de rechazar la fraseología seudo-revolucionaria desvinculada de la realidad, y de librar una lucha ideológica íntimamente ligada a las luchas políticas y gremiales. Contra-informar, producir informes sobre la realidad nacional, sacar a la luz pública la vocería de las bases populares y recoger las expresiones más significativas de la izquierda revolucionaria en su presente proceso de consolidación, no es un problema de ética calvinista. Es una tarea de eficiencia política y es en ese terreno donde debe situarse este debate.»

 Revista Alternativa del pueblo

A los seis meses acabó el debate: Fals Borda se puso a la sombra de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, ANUC, para reflexionar sobre el problema de la tierra en Colombia, sobre la invasión de baldíos y barbechos de engorde que el Frente Nacional dio como limosna para que los pobres hicieran su reforma agraria, dejando los latifundios fértiles en manos de los abolengos terratenientes. García Márquez siguió prestando su nombre para el comité editorial de Alternativa hasta que muchos de sus miembros fueron amenazados de muerte y tuvieron que salir del país o se morían. El M-19 sorprendió al país con tomas audaces durante una década, hasta que su Estado Mayor fue exterminado, vino la toma del palacio de justicia y una rendición disfrazada de proceso de paz que los reinsertó a la vida civil en 1990. El comando central del ELN fue pulverizado en Anorí en 1973.  Las FARC soportaron con planteamientos ideológicos leninistas hasta los años ochentas, entonces fundaron un brazo político para enfrentarse al gobierno en las urnas pero cinco mil de sus miembros fueron exterminados; en el monte siguieron peleando y fortaleciéndose con una nueva riqueza que les dio el narcotráfico hasta convertirse en el ejército regular que casi arrodilló al ejército nacional a finales de los noventa, y el resto de la historia ya la sabemos. El EPL, disidencia maoísta de una guerrilla leninista se transformó en una pandilla de bandoleros. La CRS en una banda de asaltantes y secuestradores. El Quintín Lame fusilado en un 80% en purgas internas. El Ejército Revolucionario del Pueblo sofocado por la selva chocoana. Los restantes grupos guerrilleros cambiaron de bando o se dedicaron al mercenarismo porque la guerra se convirtió en una de las formas más pujantes de la economía nacional. La academia prefirió estudiarnos con tipos ideales de sociedad que nunca encajaron con el nuestro, los izquierdistas se transformaron en mamertos cuando el revolucionario que había en su corazoncitos empezó a expresarse en arengas y teorías incompatibles con la realidad, y los revolucionarios burgueses de diploma y cargo burocrático se fueron marginando de una eventual revolución (que de llegar a subir lo primero que haría sería quitarles el diploma y el sueldo), mientras que el destino de un periodismo revolucionario sin revolución se convertiría  en un chiste que haría reír si no tuviera en medio tantas ilusiones malogradas y tantos muertos: proletarios del mundo, desuníos.

Comentarios