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Locura

Pablo Enrique Triana Ballesteros

amor

Ya Clara no llores más por ese cerdo, no vale la pena.
—No era un cerdo…—Sollozos– tenía sus errores, pero no era un cerdo.
—Bueno, pero algo habrá hecho para que lo sacaras en medio de la madrugada de la cama a la calle…
—…
—¿Te puso los cachos?
—No.
—¿Te pegó?
—No, nada de eso, ¿cómo se te ocurre?
—¿Te insulto?
—¡No! En realidad me trataba muy bien… Incluso hasta era tierno.
—Bueno amiga, para de llorar y dime qué pasó, porque la verdad no entiendo entonces porque me hiciste salir de mi casa a esta hora ni mucho menos por qué echaste a Luis de esa manera— Sofía le pasa un kleenex a Clara, quien permanece inundada en llanto y acurrucada en el sucio piso de su baño.
—Es que muchas veces tenía la sensación de estar anulándome.
—Ah… Era de esos patanes machistas que siempre terminaba imponiéndote su voluntad… Un dominador pasivo.
—La verdad él era muy amoroso y comprensivo.
—Entonces, sigo sin entender… ¿Te hacía miserable?
—No, de hecho nunca he sido tan feliz en mi vida.
—¿Te costaba vivir lo que vivían?
—No, de hecho nunca he amado tanto a alguien. Simplemente esta noche no podía dormir y me di cuenta de que era porque me atormentaba la idea de estar anulándome, dejándome de lado por esta relación…
—Pero… Dicen que en eso consiste un matrimonio, ¿no? Además se supone que el verdadero amor no busca que las cosas se hagan a su manera…
Clara al fin deja de llorar y clava su mirada en Sofía. Desde el piso la mira con un enojo que Sofía nunca había visto en su amiga. Entonces comienza a incorporarse sin dejar de apuñalar los ojos de Sofía con los suyos.
—¡Qué estupidez! Por mentalidades tan obtusas y retrógradas es que estamos como estamos. ¿Cómo se te ocurre que el amor puede ser negarse a una misma por otro y así ser feliz?
¡Qué locura!

 

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