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Acerca del perdón en la infidelidad

Flickr, JD Hancock
Flickr, JD Hancock

Rubén Darío Guevara Corral (*)

Consideraciones Generales

Quiero en este corto escrito, poner a consideración algunas ideas resultados de mi reflexión acerca de un fenómeno por demás “muy de moda” en nuestra sociedad como es el de la infidelidad y para la cual se exige “el perdón”,  no obstante que aún no  existen recetas ni para erradicarla, restringirla o abolirla ni menos para aceptarla o perdonarla, y se busca alguna que la permita o la tolere.

La infidelidad es considerada como ese quiebre del pacto o compromiso establecido por una pareja que se va a vivir junta y de una manera formal. Se dice que es el resultado de la crisis de una pareja y que hay motivos diversos que la ocasionan: monotonía, sexo deficiente, poder,  etc. Y que golpea a mi modo de ver en igual forma tanto a hombres como a mujeres, aunque se manifiesta que son más los hombres infieles por su necesidad de dar rienda suelta a sus apetitos sexuales, como porque la sociedad ha construido unas reglas de poder que los han favorecido, además, porque cada sociedad culturalmente atribuye ciertas características, ciertas normas y comportamientos a lo masculino y lo femenino y les establecen unos comportamientos. Pero coincido con el escritor Andrés Caicedo cuando escribe: “el hombre solamente es infiel consigo mismo: allí es cuando se da pie para las despertadas horribles del arrepentimiento”.

Las condiciones histórico-sociales por las cuales está pasando el ser humano facilitan el compartimiento de lechos que llevan a traumatizar las relaciones de pareja cuando estos son conocidos. Estudios sociológicos para Colombia muestran que un 38.4% de los hombres casados han sido infieles, frente a un 24% de mujeres casadas. Superar el trauma que produce la infidelidad requiere del perdón de la pareja, pero siendo este un hecho difícil de perdonar por ser complejo, entonces, nos  obliga a hacer un ejercicio al respecto, por lo menos que resulte reflexivo y por demás, interesante.

Yo tengo un punto de vista que quisiera presentar y trabajar para lo que es llamado “el perdón”, especialmente para los infieles y me atrevo entonces a plantearlo aprovechando que lo he sufrido y me trajo muchas horas de insomnios e intensas preocupaciones  circunstanciales.

Parto de la premisa: en este mundo y en este siglo, la infidelidad aparece como un hecho que está a la vista como natural, estudios antropológicos demuestran que la infidelidad es tan antigua como que se cree que hace parte de la naturaleza humana y superarla no siempre obligó a pedir  “el perdón” en las medida que se considera que cuando se da, se trasgreden ciertos límites permitidos por la sociedad en la perspectiva de que no está bien vista, ni está  mal

La infidelidad

Empecemos por el significado que le dan tanto la cultura popular como el que le dan las comunidades indígenas y afrodescendientes en Colombia a la infidelidad. Ellos  la consideran como un hecho normal y natural, no siendo así para las otras, las  tecnificadas e industrializadas, para las cuales es una manifestación horrible. Es que esas sociedades ancestrales son holísticas, todo lo consideran en una relación, las manifestaciones son genéricas, ellas hablan de la vida misma como una totalidad en continuo movimiento en donde se insertan la salud, la educación, la sexualidad, la reproducción, el aprendizaje, etc, como un conjunto conexo, y por eso, no se pueden entender ni explicarse por separado.

No quiero justificar ni mucho menos aprobar el hecho de una infidelidad. Quiero decir que cuando esta ocurre, no es solo por satisfacer necesidades biológicas (sexuales), lo que hay  que preguntarse es si en el fondo existe algo más que hace que se dé, o que la hace necesaria y allí es donde hay que trabajar para discernir y dar cuenta de ella desde lo social, lo cultural y lo psicológico.

Ya está más que estudiado que la “infidelidad” es una categoría, un concepto que partió de las premisas de la ideología religiosa católica y por eso, supera lo ético.

Cuando ocurre, entonces, deben confrontarse las partes para lograr la armonía puesto que quien rompe la norma establecida debe “pedir perdón”, y “el perdón” aquí es también otra categoría con un hondo sentido católico. Lo que se propone es evitar recurrir,  o mejor, superar esa categoría pues ya con ella se señala al uno o a la otra y no a la pareja en conjunto.

El perdón

Bajo estas premisas, entonces, valdría la pena entrar a analizar “el perdón” como una categoría que supere la ética y los juicios católicos para así,  dar cuenta de lo que se denomina “la culpa”. El perdón es un ejercicio de limpieza personal para liberarse del odio y poder llegar a la reconciliación y con ello, al equilibrio emocional.

La religión católica manifiesta “Dios es un ser que perdona”, “Dios es perdón” a El hay que acudir cando se tiene culpa (o se comete pecado que es como se considera la infidelidad: un pecado).

El sujeto que encarna a ese perdonador en el mundo actual es el sacerdote, quien escucha,  confiesa y asigna la penitencia con la cual se otorga el perdón,  claro,  por la gracia que Dios le ha dado. Luego, si se acude a él es para pedir la gracia (¿la salvación del infierno?, ¿salir del pecado?), que es lo propio de la filosofía positivista-idealista con la cual también se disfraza esa teoría hoy tan en boga por los políticos en nuestro estado de derecho  que conducen a la reconciliación (el perdón es para obtener la reconciliación,  vivir en paz, y establecer el orden, dicen) con las AUC, las Bandas criminales (Bacrim) y  demás grupos promotores de la violencia que tanto “daño” han causado a la sociedad.

Aquí está la otra filosofía del perdón, la que busca salir y terminar con la guerra para llegar a la paz y establecer el orden, es como si nada hubiera ocurrido, y si ha ocurrido es porque quienes hacen la guerra son unos y los otros se defienden, por eso, ya la ley se hizo, ya se promulgó y ahora se espera ver si su aplicación se hace efectiva. Aquí se ha dejado a un lado a los otros, a las verdaderas víctimas, que reclaman “conocer toda la verdad”, saber las causas de su situación, no se les presta  atención pues para qué si lo que se busca y se debe lograr es que ellas perdonen.

Lo que sí es claro es que el impacto que produce ese hecho orgánico (sexual) de la infidelidad en las personas que son afines (en la familia), tiene sus efectos en el comportamiento normativo- emocional, nervioso, ocasiona stress y produce rencor y odio en ellas hasta el punto de que se crea un estado que es llamado como psicosomático. Se tiende a una venganza hacia el agresor y se pierde la capacidad de razonar, por eso hoy es tan común ver cómo uno de los miembros de la pareja toma justicia por su propia mano y asesina a la otra(o) al no poder dar cuenta de su razón.

Muchos estudios clínicos-psicológicos han trabajado y dado cuenta de esta problemática de los asesinatos por “problemas familiares”, cuando muchos no son más que resultados de la infidelidad. Por eso, llegaría a pensar que perdonar no es fácil, que eso requiere de un proceso en donde la confianza debe restablecerse para obtener una mínima armonía y equilibrio, pero lo que sí es claro es que de parte de la pareja deben existir y darse condiciones facilitadoras para lograrlo. Si una de ellas no accede, será imposible llegar a lo que se busca: rehacer la vida de pareja y de pronto, restablecer las relaciones de familia.

Considero entonces, que sí es difícil perdonar, que se necesita aprender a hacerlo pero con base en las reflexiones propias tanto del ofendido domo del que ofende.

Reflexiones finales

Hasta aquí una cara de la moneda. Ya decía que en las comunidades más primarias, en donde la reflexión es más natural y no está influenciada por patrones ajenos o extraños como son las minorías afros, indígenas y diversos sectores populares, el “problema” de la infidelidad no está contemplado y se razona de manera distinta. Algunas de estas hasta la propician por diferentes motivos: incrementar la mano de obra, ampliar las relaciones sociales, fortalecer los clanes, ingresos económicos etc. No caben aquí las reflexione hechas arriba, otra es la visión del mundo que los rodea y frente a ella, “la infidelidad” requiere ser vista con  parámetros de referencia  diferentes. “La tendencia del ser humano hacia las relaciones extramaritales parece ser el triunfo de la naturaleza sobre la cultura”,  dice la antropóloga Helen Fisher.

En ese tipo de organizaciones sociales, las normas de sus relaciones sociales se establecen no por obligación de deberes previos sino por derechos, los cuales se van presentando por las condiciones objetivas de vivir una realidad y así, organizan su estructura social.

Se rebasa entonces el hecho orgánico (lo sexual), se supera también la norma condicionante (la infidelidad) y se acude al significado que le da la cultura como un todo, al establecimiento de relaciones sexuales por necesidades sociales y no por las orgánicas. Estudios antropológicos demuestran que la llamada infidelidad en nuestra sociedad y poligamia o poliandria en otras culturas es tan antigua como que se cree que hace parte de la naturaleza humana. Lo mismo podría decirse con respecto a las reglas del parentesco que se establecen en las culturas indígenas en donde el clan organiza las relaciones sociales y sexuales para establecer una descendencia matrilineal o patrilineal que consideró la Iglesia católica en épocas de conquista como incesto.

Es por eso, que la solución al perdón por la infidelidad puede ser vista con  parámetros de referencia  diferentes. “La tendencia del ser humano hacia las relaciones extramaritales parece ser el triunfo de la naturaleza sobre la cultura”,  dice la antropóloga Helen Fisher.

En ese tipo de organizaciones sociales, las normas de sus relaciones sociales se establecen no por obligación de deberes previos sino por derechos, los cuales se van presentando por las condiciones objetivas de vivir una realidad y así, organizan su estructura social.

Se rebasa entonces el hecho orgánico (lo sexual), se supera también la norma condicionante (la infidelidad) y se acude al significado que le da la cultura como un todo, al establecimiento de relaciones sexuales por necesidades sociales y no por las orgánicas. Estudios antropológicos demuestran que la llamada infidelidad en nuestra sociedad y poligamia o poliandria en otras culturas es tan antigua como que se cree que hace parte de la naturaleza humana. Lo mismo podría decirse con respecto a las reglas del parentesco que se establecen en las culturas indígenas en donde el clan organiza las relaciones sociales y sexuales para establecer una descendencia matrilineal o patrilineal que consideró la Iglesia católica en épocas de conquista como incesto.

Es por eso, que la solución al perdón por la infidelidad se encuentra en la cultura, que es la que defiende su comportamiento o la rechaza y no de juicios morales.

(*) Escritor, antropólogo

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